jueves, 8 de agosto de 2013

Mia Isabella. (Video)



Como me quedé conectado con este tema, ahora pongo un videito, muy cortico, pero suficiente para que se pueda comprabar lo que me escribió Isabel, la mamá de Yordi, sobre la rotura del molde. Vaya, para aquellos que puedan pensar que soy sólo un abuelo "chocho". JAJAJAJAJAJ

miércoles, 7 de agosto de 2013

Mia Isabella.

Estábamos ya en Miami y nos dedicábamos, entre trámites y trámites, a ayudar a Tío Migue y Varínia en la reconstrucción de la casita que acababan de comprar. Largas jornadas de 12 a 14 horas de trabajo, en las que pudimos colaborar, y de esa forma demostrar nuestro agradecimiento a esos amigos que tanto hacían por nosotros.

Por las ventajas tecnológicas que se adquieren tan pronto se llega a USA,  hablábamos con Jenny y Yordán casi todos los días,  a veces varias veces en el día, tratando de mantenernos informados sobre todo acerca del embarazo de nuestra hija. Todo marchaba viento en popa. Jennifer a esa altura del juego había hecho una barriga perfecta, sin el más mínimo inconveniente.

En la noche del 25 de octubre del 2012, estando en el apartamento de Migue y Varínia, ya Martica y yo acostados para dormir,  recibimos una llamada de Yordán. La hora inmediatamente nos dijo que algo andaba mal y antes de contestar al teléfono, en esos segundos que transitan entre que se identifica el nombre de quien llama y se responde, las preocupaciones fueron enormes, agolpadas unas sobre otras de manera abrumadora y la adrenalina en fracciones de segundos puso a latir más rápido nuestros corazones. Nuestra hija tenía 8 meses de embarazo.

Yordán, a todas luces emocionado y preocupado a la misma vez, pero tratando con su voz pausada de no crearnos muchos problemas, nos dijo que Jenny estaba en el hospital porque en la mañana de ese día se le había roto la fuente. La noticia no era para nada nueva, por el contrario, es muy común entre las mujeres embarazadas a la hora de parir, pero el problema es que ella recién tenía 34 semanas de gestación, exactamente 6 semanas menos que las señaladas como normales para parir.

Entonces las preocupaciones que antes mencioné, dejaron de agolparse unas sobre otras para comenzar a matarnos. A partir de esa llamada cada segundo se convirtió en interminable.  No voy ahora a explicar la complicación de un parto a los 8 meses, es bien largo y yo no soy médico, sólo dejaré la idea de que es mejor parir a los 7 meses, que con un mes más. La complicación está relacionada con la membrana hialina y el desarrollo o madurez de los pulmones, lo que puede provocar no sé cuántas complicaciones incluyendo o terminando con la muerte del recién nacido en muy pocos días.

Bueno, ahora ya no estábamos en RD, sino en Miami, donde pensábamos que tendríamos tiempo para poder organizar nuestra historia, pues Jenny tenia fecha de parto para diciembre y entonces esa llamada de Yordán. Las siguientes horas fueron un martirio, a pesar de que Yordán nos mantuvo todo lo informado que pudo, en la misma medida que él iba obteniendo la información.

Yo, en el plano personal, he asistido a 11 partos, casi como una comadrona de antes. Mi plan, partiendo de ésta experiencia y tradición, obviamente era estar de primero, o segundo, pues dejaría el protagónico al padre, en el parto de mi hija. El sentimiento era enorme, era mi hija la que iba a parir y ella traería a mi primera nieta y yo me encontraba allí en Miami a miles de kilómetros de donde estaba ingresada sin poder hacer nada.

No le tengo miedo a los hospitales, he estado en ellos en miles de ocasiones, en partos, ingresos de familia y amigos, niños, enfermedades más y menos graves, la muerte y siempre he preferido estar allí, en el frente de batalla, donde se están decidiendo las cosas, que quedarme en mi casa esperando a que me lleguen las noticias, pero en esta ocasión nada podía hacer.  El nacimiento de la niña no podría esperar mucho, entonces tendría que haber tenido un avión personal para poder llegar a tiempo o mucho dinero para rentar uno y desgraciadamente no tenía ni una cosa ni la otra. Gracias que al menos estábamos en los Estados Unidos y podíamos hablarnos por teléfono con frecuencia y facilidad.

El tiempo no pasaba. Yo trataba de distraerme trabajando en la casa de Tío Migue y de distraer a Martica que estaba a mil amarrada a un celular en espera de las noticias. Miedo, angustia, por momentos terror, pensamientos que aparecían de esos que no se pueden compartir. Jenny estaba bien, la niña había estado bien, pero el adelantón de la fecha lo complicaba todo.

No voy a hacer el cuento del parto completo, ese privilegio se los dejo a ellos, quienes solitos fueron capaces de resolver y pasar todos esos momentos bien complicados. Ellos, jóvenes, quizás estaban pasando por lo más importante que habían hecho o tenido en sus vidas y no contaban ni tan siquiera con la compañía de un conocido. Gran mérito de mi hija, la que siempre tuvo garras de buena mamá y gran mérito de Yordán en su gran apoyo y decisión para enfrentar y asumir lo que pudiera pasar. No hay de otra, como dice el viejo adagio, “si la vida te da limones, haz limonada”.

Según cuenta Jenny, la historia fue larga en pocas horas, cargada de médicos, enfermeras, pruebas y más pruebas, aparatos y más aparatos, hasta que al final se determinó que había que hacer una cesárea. Las cesáreas son ya muy comunes para los médicos, pero una cosa es una cesárea por en un documental por televisión y otra es que se la vayan a hacer a tu hija. Aquello introducía otro riesgo nuevo.

Entonces Mia Isabella nació el viernes 26 de octubre del 2012, exactamente a las 6:00 pm con 5.4 libras de peso y 18 pulgadas de largo, a las 34 semanas de vivir dentro del útero de su madre. Hasta ese momento cubana, también estaba apurada por llegar a Estados Unidos.

A la niña la sacaron y en sentido general estaba bien. Según recuerda Jenny la niña lloró mucho cuando la sacaron, pero así y todo, se la enseñaron y se la llevaron junto al papá para lo que sería cuidados intensivos, por la fecha de su nacimiento y al parecer una pequeña dificultad al respirar, necesitaban mantenerla controlada y asistida.

La noticia entonces llegó a nosotros y Miami se paralizó de alegría, imagino que Cuba también. Había parido Jennifer, había dado a luz una niña, rubia y de ojos claros, muy parecida en ese momento a su papá. Para nosotros la noticia fue inigualable. Nuestra hija y nuestra nueva nieta estaban bien. Vivas.


Rápidamente se disparó el dispositivo de la “Brigada de Producción y Defensa”, y se reunió su Consejo de Dirección, integrado por Martica, Jonathan y yo y después de pocos minutos se determinó que la primera, abuela ya, saliera lo antes posible para San Antonio. La decisión irrevocable costó trabajo que algunos miembros de la comunidad miamense la entendieran, pues acabábamos prácticamente de llegar, estábamos en medio de trámites y eso podría retardar el buen futuro. Decisión irrevocable al fin, Martica después de las acciones para el pasaje, salió a los pocos días al encuentro de su hija y nieta. El buen futuro en Miami, tendría que esperar. Primero estaba lo primero.

Yo abuelo, recuerdo haber hablado con Yordán y que las lágrimas no me dejaron expresar lo que realmente quería decirle. Recuerdo que, en medio de la alegría por la noticia, sólo atinaba a agradecerle lo mucho que estaba haciendo por mi hija en mi ausencia. La posibilidad de ser abuelo se acoge de forma diferente a la que cuando uno va a ser papá. Da más tiempo a pensar, a ver los riesgos, etc. Cuando uno va a ser papá está tan atormentado y metido en el potaje que no da mucho tiempo a nada. La inexperiencia hace que las cosas pasen y casi uno ni se dé cuenta, hasta que un buen día alguien te pone a un niño en los brazos y te dicen ya eres papá.

Recuerdo que cuando nació Cesar, el primer hijo de mi prima Giselle, rápidamente llamé a mi Tío Carlos para felicitarlo por su nueva condición de abuelo y él me respondió que para nada, que todo seguía igual, que no había ningún cambio, tal como si lo de abuelo lo pusiera más viejo, más gordo o quizás morado. Yo ahora abuelo sentía desde ese mismo momento una condición especial, lo que me ratifica que mi querido Tío Carlos se había equivocado. Ser abuelo es algo diferente y de momento ni estaba más viejo, ni más gordo y mucho menos había cambiado de color.

Martica embarcó para San Antonio y esa fue mi garantía, creo que un poquito la garantía para todos. Con Martica en la gestión, por su experiencia como mamá, muchos problemas cogerían su camino. La idea era apoyar a Jenny en esos primeros momentos, tal como se había programado desde siempre en nuestra familia. La idea, costara lo que costara, era estar cerca de ella y de nuestra nieta, para ayudar y obviamente disfrutar un poquito, más allá de una llamada telefónica, una cámara o un mensaje de texto. La idea era tocar con la mano.


Yo abuelo tuve que esperar a diciembre para poder viajar. Estábamos en Miami y alguien tenía que trabajar para el buen futuro. Tan pronto tuve la posibilidad, me monté en el avión sin pensarlo dos veces y me fui a conocer a mi nieta.

Todavía experimenté nuevas sensaciones. Una cosa es ser papá, otra es que te digan que ya eres abuelo y otra, muy diferente, es tener entre tus brazos a esa nueva personita. Se abraza, se carga, se siente diferente. Ya yo la conocía cuando la logré ver personalmente, ella imagino que se preguntó y ahora, este quién es, pero se dejó cargar sin reparos, comenzando así, poquito a poquito, nuestro vínculo. Relación madura, pues ya tengo 50 años; profunda, pues suma todo el cariño anterior; inteligente, pues ya no puedo volverme a equivocar; delicada, porque yo soy grande y ella es una nueva personita acabada de llegar; malcriadora porque sencillamente yo ahora soy el abuelo.

¿Cómo será cuando sea grande? No lo sé. Después del susto de su nacimiento y los primeros días de vida, ahora mismo a los nueve meses de nacida es una niña preciosa, ya no tan parecida a su papá, pues aparecen en ella rasgos de la madre. Rubia original y con unos enormes ojos azules, que a pesar de que estamos en el país de los ojos claros, llaman la atención a todo el que la mira. Es una niña alegre, divertida, muy sociable, que no deja de encabronarse a veces por sueño o porque sencillamente está cansada de que su mami la tenga en el corral o el piso para que haga ejercicios. Es una niña sana e inteligente. Tal como me escribió Isabel, la abuela paterna desde Cuba, es una niña que rompió todos los moldes anteriores.  


Vendrán otros nietos, claro está, la misma Jenny habla de volver a parir, para eso estamos en América. Luego vendrá Jonathan y los suyos. ¿Estaremos Martica y yo allí? Claro que sí, esperamos que la muerte mientras tanto se entretenga en otras personas. Estaremos allí, aunque para cada una de esas nuevas ocasiones tengamos que posponer nuestro buen futuro.

lunes, 5 de agosto de 2013

Journey´s Concert

Nuestra llegada a Miami estuvo acompañada de una gran sorpresa, quizás una de las más grandes que mi vida. Mi hermano Igor tenía las entradas para ir a un concierto de música en vivo, lo que para mí fue un hecho extraordinariamente grande e importante.

Escucho música “americana” desde que soy niño. Esto no hubiera sido ningún mérito de haber nacido en los Estados Unidos, porque pienso que los niños crecen escuchando la música de sus respectivos países, pero para un niño cubano, supuesto a ser primero pionero "por el comunismo" y luego cosmonauta, fue una gran hazaña.

Crecí en una casa donde mi tío Carlos, escuchaba la música de su generación, Rolling Stone, The Beatles, Paul Anka, etc. Recuerdo que había un disco grande, al que llamaban “placa” que era de aluminio forrado con acetato y otro pequeño de 45 rpm, con las canciones Rain y Paperback Write, ambos de The Beatles y uno de los 15 de Paul Anka muy famoso por aquellos años. Discos que se ponían y se ponían en aquel tocadiscos verde y blanco, herencia capitalista que había en la sala de mi casa.

Entonces crecí bajo esa influencia, donde mi tío Carlos además tuvo un grupo de música y luego un cuarteto, inspirado creo en la época de los cuartetos cubanos y sobre todo en el insigne Meme Solís. Recuerdo las guitaras acústicas o de cajón donde Carlos tocaba con frecuencia las canciones de Silvio y la Nueva Trova y las guitarras eléctricas,  algunas de ellas hechas por mi tío abuelo Manolo, que fue muy buen carpintero y todo los problemas para conseguir las cuerdas originales y el invento con las cuerdas de nylon o pita de pescar.

Viví la lucha de mi tío y sus amigos por los pantalones tubitos, o muy apretados que Mamá Yuya, nuestra abuela - madre, cosía en aquella máquina Singer irrompible, que por aquellos años llegaron a ser interpretados como muestras de incipientes desviaciones ideológicas. En esto de recordar, yo niño aún, acompañé un día a mi familia a un teatro de La Habana que no logro definir ahora, para apoyar en una competencia musical al cuarteto de mi tío Carlos, el que parecía muy bien acoplado en eso de las voces, pero que cuando salieron a cantar, al decir de ellos, les quitaron el audio, escuchándose solamente gritos por separado de cada uno de los integrantes, lo que provocó obviamente que la presentación fuera desastrosa.

Mi padre también en los días de fiestas o sencillamente cualquier domingo en la mañana después de limpiar la casa o lavar, a pesar de su posición ideológica “súper definida”, me mandaba a casa de Julia y Agustín, para pedirles prestado dos discos, uno de Tom Jones en Las Vegas y uno de Barry White, los que disfrutaba muchísimo escuchando en aquel, ya viejo, tocadiscos blanco y verde.

Tengo muy claros  los recuerdos de estar sentados en la escalera de la casa de mi amigo de siempre "Ruso" quizás con  8, 9 o 10 años donde un grupo de amiguitos tratábamos de imitar los instrumentos musicales y nuestros primeros intentos por repetir las letras en inglés de las canciones de los “Aguas Claras”, Led Zeppelín y Deep Purple. Recuerdo la lucha de mi familia por oponerse a los pantalones apretados, los tennis sin media, los intentos por el pelo largo, los chicles de verdad y los de mentiras, las paredes de los cuartos medio forradas de imágenes obtenidas fuera del periódico Granma y la revista Bohemia, la música “americana”.


Así crecí, medio fajado o en realidad fajado y medio con mis padres, por lo del diversionismo ideológico y todo aquello. Para ellos la influencia era mala. Los grupos de rock, los pelos largos, pantalones apretados, alcohol, humo producido por cigarros y todo lo demás que producía humo y no eran los fumigadores contra los mosquitos, etc, era el modo de vida que precisamente ellos combatían. Sobre todo para mí era una influencia mala, pues al estar mis padres incorporados totalmente al proceso revolucionario y ser profesores de Historia y Filosofía Marxista Leninista, pienso que no solo querían que yo fuera cosmonauta, sino que llegara a ser un cosmonauta destacado. JAJAJAJAJA.

Desde esos años mi pasión pública por el rock y la música en inglés, a la que llamábamos música americana, la que al pasar el tiempo fui descubriendo que además de americanos, muchos de esos grupos eran ingleses, australianos, canadienses, e incluso hasta españoles, se desarrolló.  Mi primer grupo preferido, cosa que mantengo todavía hoy fue Deep Purple, con su inigualable cantante Ian Guillan, música que luego mis dos hermanos más chicos, Iván e Igor, aprendieron a escuchar.  A Journey lo conocí muchos años después gracias a mi hermano Iván, que un buen día apareció en la casa con el disco, Evolution, todavía en la época de los discos de pasta o acetato y a partir de ese momento quedé enamorado de su cantante, el Sr. Steve Perry y de todas sus canciones.

Entonces comencé a consumir Journey las 24 horas del día, soy el típico cubano de extremos. Música, videos, información, fotos, chismes. Y todo esto, repetido hasta el infinito, o sea, más música, más videos hasta el día de hoy, lo que creó, debo reconocer, cierto fanatismo en mi familia. No creo que ser fanático sea un gran mérito, quizás gran mérito hubiera sido convertirme en pionero "por el comunismo” y luego en cosmonauta destacado. JAJAJAJA

Desde muy jovencito siempre he soñado con conciertos en vivo. He visto miles a través de la televisión, a pesar del trabajo que aquello costaba, mantenerse despierto para violar la vigilancia de los padres en las noches y subirse al techo de madrugada para darle vueltas a la antena tratando de coger un canal americano, cintas de videos gastadas que se enredaban o partían dentro de los equipos viejos, lucha por obtener tiempo de televisión para poner aquella música que “atormenta”, salidas para casa de amigos en busca de un televisor y video que se pudiera utilizar, madrugadas y más madrugadas despierto, etc.

Entonces sabiendo lo que para mí significa, a los pocos días de haber llegado a Estados Unidos, mi hermano Igor me dio la gran sorpresa. Tenía entradas para llevarme el sábado 13 de octubre, al Cruzan Amphitheatre de West Palm Beach a ver en vivo a Journey, el grupo de música que escucho  y conozco muy bien desde hace más de 30 años. Hecho que se convirtió en una de las mejores cosas que he obtenido, obviamente después de mis dos hijos, mi mujer, ustedes todos mis amigos y familia, mi título universitario, vivir ahora en Estados Unidos, etc., etc., etc. JAJAJAJAJA. 

No creo que sea algo del otro mundo, estando ahora en Estados Unidos quizás pueda asistir a otros muchos conciertos de rock, pero, acabado de llegar, sin haber dado un “golpe” todavía, ir a ver a Journey en vivo fue sencillamente algo fuera de serie. Agradeceré siempre a mi hermano Igor el detalle. De estos detalles está hecha la vida. También a  Maylin, Mima y mi sobrino Steve, por habernos llevado a West Palm Beach y haberse quedado toda la noche dando vueltas para que nosotros pudiéramos entrar y disfrutar del concierto.

Jonathan no quiso ir, no es su música, a pesar de que el nombre que lleva es alegórico a uno de los miembros de esa banda. El ambiente fue genial, todo el mundo estaba borracho y fumado. JAJAJAJAJAJA. Ya saben, no debía decir lo de genial, porque eso de estar borracho y fumado va en contra de los mandamientos, pero en realidad fue lo que a mi lado ocurrió. Los únicos no borrachos éramos Martica, mi hermano Igor y yo. Martica y yo, porque no tomamos mucho, y mi hermano Igor porque estuvo todo el tiempo controlado. JAJAJAJAJA. A pesar del ambiente con alcohol y humo, la pasamos muy bien,  pues nadie se metió con nadie, lo que delata una enorme cultura de participación en eventos como este. A nadie le importa lo que hagas o digas, todo el mundo va a disfrutar.

La mayoría de la gente eran de mi edad y más viejos, también había jovencitos, pero menos. Me llamó la atención la cantidad de lesbianas que había, el número era mayor que el de hombres homosexuales, pero además lesbianas, suaves, libres, que se abrazaban amándose, queriéndose todo el tiempo. Lo que habla muy bien de aquello del derecho y la posibilidad que tiene la mujer en una sociedad como esta. JAJAJAJA.

Entonces el ambiente estuvo muy bueno. Cervezas y todos los otros alcoholes, cigarrillos, de los legales y los no legales, mujeres por todos los lados que se amaban libremente y música, mucha música. No había visto nada igual, pues los conciertos en Cuba tienen cierto control. Yo, a pesar de que me encontraba acabado de llegar, como he visto muchas películas americanas y muchos conciertos por TV, me encontraba en mi ambiente. Nadie se dio cuenta que era nuevo y por supuesto, nadie pudo enterarse de que venía de Cuba después de una breve escala en R.D. A todos les hice creer que había nacido aquí, y que esto de los conciertos en vivo era mi fuerte. Además como estaba disfrazado de fanático de Journey, con tatuaje y pullover incorporado, pude pasar como un seguidor más de toda la vida.

Lo de la música, pantallas, juegos de luces, etc., fue sencillamente espectacular. Como algunos de ustedes deben conocer, primero tocan otros grupos que sirven para calentar el ambiente y luego el plato fuerte. La noche abrió con Pat Benatar, (ver Wikipedia y You Tube) y para el cierre, cuando todo estaba que ardía,  Journey.   ¿Quién faltó? Imagínense, “la voz”, o sea, el Sr. Steve Perry, porque ya no está con el grupo. Si alguno de mis lectores está interesado, luego puedo darle más detalles, pues soy casi su biógrafo. JAJAJAJAJA. Pero no importa, cuando no hay perros hay que montear con gatos, como decía mi abuela Tomasa. De todas formas estaba Journey.

Del grupo original solo quedan tres integrantes, Neal Schon, Ross Valory y Jonathan Cain, y como el público lo que quiere escuchar son las canciones de los primeros años, las que marcaron a muchas personas, las que son hoy himnos, toda la música fue la del Perry, interpretada ahora por el nuevo cantante, un joven filipino, que fue descubierto en YouTube, lo que habla bien de las oportunidades que se tienen en un país como este. JAJAJAJAJA. De hecho el joven cantante debe haberse convertido en una de las personas más importantes que ha tenido ese "hermano" país.

En resumen, muy buena noche. Yo acabado de llegar, no podía pedir más. Bueno mentira, siempre se puede pedir más pues faltaba mi otro hermano, al cual le tendríamos que agradecer el haber conocido a Journey. Estaba con mi mujer y mi hermano Igor, contentos entre nosotros tres, con cervecitas y cigarritos y rodeados de “las ovejas descarriadas”. Muy buena música y muy buen ambiente, Al tocar Journey, la mayor parte del público se parecía a mí, por aquello de las argollas, los tatuajes, los pelos largos y entonces eso me gustó, ya saben, por lo del sentido de pertenencia. JAJAJAJA.

jueves, 1 de agosto de 2013

El Miami de la familia y los amigos. (Segunda parte)

Casi recién llegados, Jonathan resolvió con el Che un trabajo circunstancial, “por la izquierda”, en una carpintería, lo que hizo que se mudara al menos de lunes a viernes para el apartamento de Tía Ana en Hialeah. A partir de ese momento Tía Ana y el Che se convirtieron en sus mentores, por lo que las primeras ideas sobre Miami las obtuvo de ellos. Ana, más vieja y un “poquito” más gorda, en sentido general sigue siendo la misma Ana que conocimos en Cuba. Clara, directa, objetiva, valiente y con un empuje mayor al de una yunta de bueyes. Amiga incondicional y familia de verdad, para las buenas y las malas, para todas. Poseedora de una forma bien personal de dar cariño y una cierta maldad o experiencia para el bien, obtenidas de la lucha diaria. El Che, apodo heredado por su origen argentino, es un hombre fuerte, de mucho trabajo físico y nada de glamour miamense. Un argentino diferente, o sea, no prepotente, no autosuficiente, no pedante, que no se cree el ombligo del mundo y para colmo no interesado en el fútbol. De poco hablar, siempre que abre la boca con ese ritmo suave y melódico que tiene, bien merece ser escuchado, es un tipo inteligente, con esa sabiduría popular, heredada de haber tenido que luchar solo en la vida desde muy temprano. Argentino al fin, suma además la posibilidad de ser un gran hacedor de las mejores carnes a la barbacoa que alguien puede comerse.

Martica, casi recién llegada a Miami tuvo que regresarse a San Antonio por razones que luego contaré y pasó allí dos meses, por lo que la mayor parte del tiempo estuve solo en la casa de mi hermano Igor, de donde hice muy pocas escapadas. Entonces tuve allí a mi familia. Igor, mi hermano, con el que compartía diariamente largas  jornadas de conversaciones sobre su historia y Miami, tratando él de acelerar mi aprendizaje. Mailyn muy cariñosa, siempre corriendo en las mañanas, encargada muchas veces de llevarnos a las oficinas muy tempranito antes de que el Sol saliera, muy complicada con la computadora y el funcionamiento de la informática.  Mima, la que al día siguiente de nuestra llegada se convirtió también en nuestra mamá, que compartía su tiempo y cerebro entre la conmoción creada por su todavía reciente decisión de haberse quedado en Miami, el casi el 100% de las actividades domésticas incluyendo una gran parte con mi sobrino, o sea, su nieto Steve y una atención desmedida y muy cariñosa hacia todos los que la rodeaban. Mujer sencilla, de pueblo, objetiva, extremadamente familiar, muy trabajadora y con una sonrisa grande, a la que a falta de la cultura que proveen los libros, la vida le ha dado una experiencia y sabiduría muy claras. Mima que extraña a Cuba todos los segundos de esta vida.

Mi sobrino Steve de 4 años, niño al fin, a la mañana  siguiente a nuestra llegada ya era viejo conocido. Por momentos muy temperamental y de mucho genio pero muy inteligente, carismático y sobre todo cariñoso, muy rápido se entregó a querernos sin miramientos de ningún tipo, sin pedirnos nada a cambio. Con  él también compartí largas jornadas hasta llegar a forjar en pocos días una linda relación.  Mi sobrina Shania, ya con 11 años, al principio se mostró medio recogida, no la veíamos desde que era una bebita, pero con el paso de los días se fue abriendo poco a poco, sobre todo con Jonathan, más cercano a ella y a sus intereses en la vida, o sea, música, celulares, computadoras, etc., etc., etc. Shania flaquita, de hablar rápido, hábil para sus asuntos.

Mis escapadas de la casa de mi hermano fueron pocas, por lo que no puedo decir que caminé Miami. Salíamos y yo como niño que va dirigido, me dedicaba a montarme y bajarme del carro o a caminar con destinos prefijados. Tuve luego la posibilidad de sacar la licencia y entonces comencé a ser un poquito útil para aquella familia que por momentos necesitaba de alguien que manejara. Locura el tránsito en Miami. Miles de carros, miles de gente, muchas que ni idea tienen lo que significa el tránsito y sus leyes. Recuerdo que cuando fui a sacar la licencia, delante de mi había tres hombres, todos igualitos de esos típicos guajiros cubanos, de barriga grande y cara redonda y rojiza, que acompañaban a un cuarto que acababa de llegar de su pueblito natal en los adentros de la provincia de Holguín y el tipo, rojo como un tomate cuando reía, declaraba que jamás en su vida había montado ni una bicicleta y allí estaba sacando la licencia para salir a manejar nada más y nada menos que en Miami.

Durante estos meses, tal como si estuviera becado, esperaba los fines de semana con ansiedad porque era el momento en que Tío Migue y Varínia, me recogían para llevarme a su apartamento de Hialeah o a la nueva casita en Miami Garden recién adquirida en ese momento, a la cual asistíamos para compartir y sobre todo para trabajar como constructores. Migue, de seguro el mismo Migue de Víbora Park, sigue siendo un hombre de hablar pausado, a veces irónico, a veces fuerte, pero pausado. Siempre preocupado por los demás, encargado de unir, siempre muy dulce y cariñoso con nosotros, hizo hasta lo imposible por hacernos sentir bien. Tal como si supiera que algún día nos dejaríamos de ver de nuevo, no escatimó en detalles, en horarios, en acciones para relacionarnos y querernos. Empleando muchas horas, incluso después de trabajar salvajemente en la reconstrucción de su nueva casita, en hablar y hablar incansablemente, acompañados de una cervecita fría o para variar, asistidos por algunas copitas de vino. Varínia, siempre dispuesta, siempre trabajando, tratando de ocupar todos los espacios, solución encontrada para mantener la imprescindibilidad. Proveedores ambos de los mejores momentos y recuerdos que  tengo de Miami, solo igualables por los muchos pastelitos de guayaba que comíamos en el apartamento de Tía Ana.

Dina, bella, ahora ya grande, muy dispuesta a recibir a estos tíos postizos a los que había dejado de ver en Cuba cuando era una niña, tal como si los años pasados no hubiera ocurrido. Mezcla de Ana y Migue, ella es portadora de una dulzura y fuerza a la misma vez, que la hacen diferente. Cris, su nueva pareja, Cris está muy enamorado. No es bobo, yo también lo estaría.

Además de Ana y Migue y los ya mencionados y por si fuera poco Pipo, Catalina, Tony, Tonito, Marcial, Amanda, Roselma, tuvimos la posibilidad de reencontrarnos con varios amigos. Cada vez que preguntas por alguien de tu infancia, de la secundaria, del barrio, esa persona está en Miami. De estos encuentros, el más lindo fue con Rebeca y su marido Yorgo. Ambos son poseedores del apartamento más agradable que vimos en Miami, a diferencia de esas casas museos que vi. Gente con mucho swing, gente que se mantiene dentro de un Miami diferente a lo que abunda. Gente buena y cariñosa. Gente desprendida. Un Miami de gente que disfrutan el arte, la música, etc., trabajadores a los que la vida les ha dado la posibilidad de no tener que morir en una factoría y mantienen la idea de cierta espiritualidad o han escogido este como camino. Gente que no quiere parecerse a nadie.

Agradables las visitas dominicales de Miriam, la Doña, pues su existencia está muy mezclada con mi infancia y toda mi juventud, vivíamos uno frente al otro, ella fue varias veces mi profesora de español y literatura en secundaria y para colmo es hermana de mi mejor amigo durante todos aquellos años. La Doña, apodo obtenido de un personaje de una película española, ahora más con arrugas, pero manteniendo los ojos verdes, nos visitaba los domingos como parte de la espiritualidad en la que se encuentra sumergida. Volvimos a ver a algunos de nuestros amigos de República Dominicana que habían viajado antes que nosotros, lo que siempre es muy agradable ya que por algunos años funcionamos como familia, Manolito, Deborah y sus hijos; Jorgito y Yaíma; Rubén, Tania y Cary, personas con las que compartimos muchos antes de llegar a los Estados Unidos.

No puedo hablar mucho de Miami, no lo conocí. Me faltó tiempo y guía. No quiero ser injusto. No me arriesgaría a formular una hipótesis que pudiera abarcar todo el concepto de lo que significa esa ciudad, por mucho que tengo algunas ideas muy claras.

Solo diré ahora, para que no se me olvide, que Miami es un lugar de extremos. Es una ciudad linda y fea a la misma vez. Territorio donde coexisten los “gusanos” de derecha,  los de izquierda e incluso los “gusanos” miembros del Ministerio del Interior cubano. Lugar donde todo el mundo sabe cómo resolver el problema de Cuba por las buenas y por las malas. El Miami de gente con swing y también el de los cheos. El Miami de los campesinos cubanos que aunque están en esa ciudad moderna e iluminada, aún andan en caballos con sombreros de yarey y “pitusas” con brillos. El Miami de los líderes que realmente se han inventado algo nuevo y el de los imitadores, que lamentablemente abundan. El lugar de los cubanos que ya no hablan castellano, pero que tampoco logran hablar inglés, que proponen para comunicarse una mezcla ridícula de donde se obtiene un medio idioma que casi no se entiende. El Miami de los reales empresarios con verdaderos logros económicos y el de los falsos empresarios, dedicados más que todo a estafarse entre ellos mismos. El Miami del Sol y las playas y también el de los mosquitos y los estanques de agua sucia. El Miami de las tarjetas de crédito con que se pagan otras tarjetas de crédito. La ciudad con una vida muy cara y uno de los salarios más bajos del país, donde un pequeño cuarto con un bañito cuesta la increíble cantidad de 500.00 dólares mensualmente. İQué locura! El Miami ahora no solo de los cubanos, sino también de los venezolanos y colombianos, entre otros. El Miami de gente que se viste de lujo para una entrevista de trabajo donde se aspira a un puesto de auxiliar de limpieza o para ir de “paseo” a un mall o tienda. El Miami de todos los inventos.

No puedo definir exactamente, porque viví allí poco tiempo y tuve pocas experiencias. Si recuerdo que me pareció algo muy convulso. Creo que por eso mismo ni los que viven allí desde hace mucho tiempo pueden dar una definición acabada del tema, muchos a pesar de los años no conocen más que la calle donde viven y el supermercado donde compran, por lo que me parece mejor hablar nada más de la familia y los amigos para que no se me olvide.
La ciudad tiene propiedades laberínticas, las personas caen allí y desarrollan su vida en círculos de los que no se puede salir por la presión que se ejerce hacia dentro, muchos se están “comiendo un tanque de marcha atrás”, pero como me dijo mi hermano Igor un día, “hay que estar loco para irse de Miami”.

Una definición exacta de lo que quisiera poder explicar, pero no puedo por mi falta de conocimiento es la que escuché a alguien en uno de esos programas latinos que pone en la TV y que me parece extremadamente genial, “lo mejor que tiene Miami es que es una ciudad que está cerca de los Estados Unidos”.