miércoles, 31 de enero de 2018

Temas para el invierno. 1

Para este artículo he escogido un nombre que no refleja sobre lo que voy a escribir. He visto que a los luchadores de la UFC, tan pronto terminan un round le ponen directamente en la cabeza una bolsa con hielo, pienso que para evitar que la presión alta que se genera durante el combate pueda reventar uno de los vasos sanguíneos de la cabeza y provocar un derrame. Entonces como lo que a continuación cuento, puede afectar nuestras más elementales sensibilidades, prefiero escribir en invierno, el frío exterior ayuda a conservar la salud.

No recuerdo en mi vida haber escuchado tanto la palabra felicidad como en estos tiempos. No sé si antes no se conocía o es que todos éramos felices, si las personas se dedicaban a vivir más y a teorizar menos o es que a nadie le importaba esto.

Hoy la búsqueda de la felicidad y la repartición de ella es tanta, que podría asegurar que ocupa gran parte de nuestro tiempo, en la misma medida que nos está consumiendo.

Si abres cualquiera de las redes sociales de moda, los mensajes sobre la felicidad, no sólo son importantes en cantidad, sino que llegan a repugnar. Existen los que recomiendan, sin distinción, cualquier cosa para ser feliz, da igual la imagen de un santo, una receta de comida, una venta de casas, etc., Están los que siempre aparecen felices  en lugares lindos, con ropas lindas, con caras lindas y los que aman a todos y a todo, da igual un familiar o amigo, un perro o un gato, un árbol, un paramecio, los peces ciegos de las profundidades oceánicas o la arena del planeta Marte y por supuesto, los que para variar y contradecir, no creen en nada de lo que se dice que se ama.

La búsqueda de la felicidad, sólo es hoy comparable con la historia - leyenda del Santo Grial. Casi todos los días escucho que alguien a mi alrededor pregunta, eres feliz, tal como si se preguntara por el consumo de una taza de café o el tomarse una aspirina.

Te pasas un rato frente a la TV y toda la publicidad, de forma explícita, va encaminada a la felicidad, da lo mismo lo que se esté vendiendo, puede ser una dieta traída de no sé qué isla del Pacífico, que obviamente te hace bajar de peso y parecer más joven, un implante de cabello para solucionar la pérdida del pelo, un auto, un catéter para resolver el problemita de retención urinaria o un aparato para medir la presión arterial. Todo, independientemente del tamaño, color, forma, uso y precio, tiene un objetivo, la felicidad, incluso Cuballama nos propone ser felices al poder hablar con nuestros familiares en Cuba, cobrándonos un precio más caro que si hiciéramos una llamada a China.

Me llama la atención porque no pocos, me parece, tratamos de medir la felicidad como otros estados momentáneos de la mente y el cuerpo, tal como, estoy lleno, tengo hambre, estoy borracho, tengo fiebre, me duele la espalda, estoy cansado o disgustado, etc.  Estados transitorios, o generalmente pasajeros, relativamente fáciles de detectar y resolver.

Entonces, como vivo hoy como un luchador de la UFC a -12 grados Celsius lo que me evita un derrame cerebral, he tratado de entender este asunto, sobre todo porque he escuchado a alguien decir, sólo he tenido momentos de felicidad, como contraposición de aquellos que dicen estar felices todo el tiempo. He escuchado decir sólo he tenido momentos de felicidad y reconozco que la idea, así fríamente expresada, me ha chocado. ¿Sólo momentos de felicidad?

En mi búsqueda para entenderme primero a mí mismo, me he preguntado, soy un tipo feliz de esa felicidad que todos hoy aparentamos tener o podría también pensar en momentos. ¿Sólo momentos? Es duro, difícil y arriesgado de responder.

Has pasado la noche de maravillas, mejor no podría haber sido. Fiesta, buenos amigos, comida y bebida de calidad, pero al salir, un conductor entretenido que lee y escribe en su celular te ha chocado. Tu carro baja total. ¿Eres feliz?

Has logrado una noche ideal de vino, quesos y jamón serrano acompañados de un buen pan y de otra mejor compañía. Lograste pasar a hacer el amor, donde uniendo lo de la experiencia y la juventud, lograste moverte fácilmente entre lo romántico, lo dulce y lo salvaje. Duermes relajado y a las 4:30 am, uno de tus compañeros te llama por teléfono y te está citando para limpiar la nieve que tiene 2 pies sobre el concreto. Tienes entonces, como en una caída libre, 15 minutos para pasar de 20 grados C a -28 grados del mismo apellido. ¿Eres feliz?

Ya tienes un buen trabajo, una buena casa, y los demás tarecos todos buenos, pero en una visita de rutina a tu médico, te diagnostican diabetes, cáncer, o peor, alguien te asegura que tu hijo, al que has venido viendo un poco entretenido, está enganchado con la cocaína. ¿Eres feliz?

Recuerdo que en Cuba decíamos, este tipo es un feliciano, para definir a una persona que vivía sin problemas, que le importaba lo mismo trabajar que pasarla de vago, comer que no comer, que crecieran los accidentes y no los niños, que se extinguieran las ballenas por la caza indiscriminada, que los toros mataran a los toreros y que la arena del desierto de Sahara se trasladara toda a Europa. No le importaba mucho la hora, ni los compromisos y podía vivir sobre o bajo algunas mentiras. ¿Eso es ser feliz?

Tienes a tu familia cercana en un país donde, a veces, no alcanza el dinero, donde, a veces, no hay comida o medicamentos, donde, a veces, no hay que ponerse para caminar, vestir o alumbrarse. Tu comes, te vistes, paseas y además sin grandes complicaciones o sacrificios. Entonces, ¿eres feliz?

Muchas veces por alcanzar el sueño norteamericano, francés, español, mexicano, o de cualquier otro lugar donde se pueda por lo menos soñar, descubres que, como dice un mensaje publicitario que veo con frecuencia, para intentar lograr el sueño, es necesario estar muchas, muchísimas diría yo, horas despierto. Entonces, ¿eres feliz?

Por la facilidad e insistencia con que la gente pregunta sobre la felicidad, pudiera parecer que se compra en un super mercado y puede repartirse como se le tira arroz a los recién casados o flores a los muertos o como una vacuna para la gripe que te ponen de gratis en una farmacia. Nada más alejado de la realidad.

No tengo idea de cómo definir este asunto y no sé cómo alguien se arriesga a tratar la felicidad como un estado general y permanente. Es más, creo que esa plantilla o molde de felicidad común para todos, no existe. No puede existir porque cada persona sobre la faz de la Tierra puede tener su propia definición aceptable.

Cada día estoy más convencido de que eso de general y permanente, eso de molde o plantilla, sin responsabilidad, sin problemas, sin costo, sin enfermedades y preocupaciones, sólo lo logran los muertos, si es que realmente dejan esta vida, para irse a ...

La felicidad, según un simple diccionario que he leído, es un estado de ánimo del que disfruta de lo que desea. Se iguala a la satisfacción y a la alegría. En líneas generales está bien, siempre que se hable de personas medianamente normales, pero no deja de ser complicado, porque entonces se podría ser feliz torturando a otros, violando a niños y mujeres, , asesinando a personas que no caigan bien, poniendo bombas, envenenando el agua que se va a tomar, dando golpes a todo lo que se mueva alrededor, etc. Hay muchas personas que disfrutan de estas acciones y no son las más representativas de lo que la felicidad parece o al menos no es frecuente decir quiero ser feliz como lo fue el violador tal o el asesino más cual, aunque ellos disfrutaron y rieron todo el tiempo con lo que hicieron. Es más fácil querer ser feliz como la chica que modela tomando el Sol en una de las fabulosas playas del Caribe, el calvo que ahora peina una copiosa mata de pelos, el viejito que sonríe porque ahora tiene un catéter fácil de usar o como aquella linda persona que bajó de peso gracias a comer solo brócoli.

Igualamos la felicidad a la alegría y la sonrisa, a la vida suave, relajada, a la inigualable profesión de comediante. Error. Podría aparentarse alegría y estar triste, solo y amargado. Se podría sonreír todo el día como una forma de ocultar un complejo, un defecto, la falta de objetivos y esperanzas, la falta y necesidad de estima.

¿Eres feliz? Podría ser la pregunta que más se repite en estos días, aspirando a una respuesta de si o no, sin embargo, si pensamos bien, la pregunta, simple en apariencia, podría tardar años para encontrar una respuesta o a lo mejor toda la vida, siempre dedicados a pensar en esto en invierno.

Entonces aquella idea que me conmocionó, no está muy alejada de la más cruda realidad y no tiene por qué parecer como anormal. Momentos, sólo momentos.






sábado, 20 de enero de 2018

Día de tomates.

Después de haber publicado mi escrito sobre los abuelos y los nietos, me he encontrado en Facebook una linda foto que me ha hecho repensar el tema. Gracias Facebbok.

Puedo asegurar que mi escrito y la foto no tienen una conexión intima, o sea, lo que escribí no describe la imagen, ni fue hecho pensando en ella, porque no la conocía, y la foto que encontré, no me la enviaron como respaldo gráfico a mis ideas. Ambas cosas, foto y artículo, ocurrieron en diferentes tiempos y lugares del planeta.

Confiando en que los protagonistas no se van a disgustar y mejor, no me van a cobrar un derecho de imagen, porque son mis amigos, me atrevo a reproducir la foto aquí. Estoy seguro de que a las personas que vivieron en Víbora Park, les resultará agradable ver a Ana Rosa y a Héctor, al que los más cariñosos llamábamos Pupi.

Tampoco es que yo sea tan dulce e ingenuo, reproduzco la foto aquí, porque me cuadra.

El pie de la foto dice: “Precioso día de recolectar tomate, fresas y pimientos con las Pequeñas”.



A simple vista, eso de recolectar tomates, fresas y pimientos, pudiera parecer una locura, para muchos de las más grandes, cuando se vive en un país tan desarrollado como este y se tiene frente a sí, un sinfín de posibilidades a disfrutar.

¿A quién se le puede ocurrir exponer a niños esterilizados a la tierra donde hay hormigas, lombrices, bichos y bacteriassssssssssssss?

¿A quién se le puede ocurrir un día de campo, apartando a los niños de sus cómodos asientos, donde comiendo rositas de maíz, hamburguesas y perros calientes, pueden pasar sus mejores momentos?

¿Cómo cambiar un paseo en yate, donde un guía tratará de emocionarte enseñándote las casas donde viven Shakira, Ricky Martin, los Stephan, etc., o la visita de lujo a un mall, para mirar y mirar tiendas y aprovechar para tomarse algunas fotos, tal como si se estuviera en las Pirámides de Egipto, por un vulgar día a la intemperie?

¿A quién se le puede ocurrir, con tantas playas que existen, llevar a los niños a tomar el Sol en el campo abierto?

¿Cómo exponer a niños a utilizar sus manos en trabajos, las mismas manos que utilizan en los celulares, ataris, tables, etc.?

¿Recoger tomatesssssss? Descabellado en un país donde los tomates los venden en los supermercados, gasolineras, farmacias, en todas las esquinas, en todos los formatos, de todos los tamaños y colores inventados por Dios. Y además llamarlo precioso día, por favorrrrrrrrrrrr

Pues sí, la idea se le puede ocurrir a los ABUELOS y de seguro los nietos cuando sean grandes agradecerán ese día como algo diferente, quizás hasta importante, en un país donde muchos no saben de dónde salen los tomates, si los traen de otro planeta, o son fabricados por los chinos en sus modernas plantas.

Las rositas de maíz serán defecadas sin reparar en ellas, las hamburguesas y papas fritas desaparecerán con la primera dieta, los ataris se pondrán viejos y poco estimulantes, llegará el momento de que sea mejor viajar a Egipto para tener unas fotos importantes y las casas de Shakira y Ricky Martin quedarán como un sueño que pocas veces se vuelve a soñar, sin embargo, el día que se ensuciaron, que se cansaron, que sudaron copiosamente y se comieron un tomate acabado de arrancar de la mata sin haberlo pasado por cloro, ese día quedará, vivirá en los recuerdos de los nietos hasta que entonces ellos mismos mueran. Será algo lindo a recordar frente a la tumba de los abuelos.

Gracias Ana y Pupi por la foto. Es cierto, nos estamos poniendo viejos, pero ideas como esa, me hacen pensar que aún tenemos contacto terrenal real.

jueves, 18 de enero de 2018

Los nietos son especiales

Si, absoluta y definitivamente, la relación entre nietos y abuelos es diferente. Es especial.

La idea de ser papá, o mejor, buen papá, es muy fuerte e infinita. Cuando se es papá joven, se está todavía en franca formación y desde esa perspectiva, a veces, sin saber mucho, se enfrenta uno a la inmensa tarea de formar a otra persona, a la que se le llama hijo, por aquello del espermatozoide que triunfó. Lo bueno sería esperar a ser viejo para practicar lo de papá, pero entonces sobran experiencias, pero faltan las fuerzas, los deseos, el empuje para dedicar las 24 horas del día a tan complicada misión.

Ser papá, entre aciertos y felicidades, es el momento de los errores, de los excesos y extremos, de no poseer tiempo de sobra por tener que compartir lo de papá con el resto de las actividades que existen en nuestras vidas. Es el momento que, generalmente, pasa volando y cuando uno se despierta sin haber descansado, sin haber parado ni un segundo, los hijos se han vuelto grandes y han pasado de niños a tribunal.

He tratado de ser buen papá desde antes de mis hijos nacer, sólo con la idea me sirvió para comenzar el entrenamiento, al que reconozco como agotador, a pesar de que ya venía con alguna experiencia porque tuve la oportunidad de tener dos hermanos menores a los que ayudé a crecer siempre. Buen papá, antes de buen trabajador, buen profesional, buen amigo, buen ciudadano, incluso buen marido y aún no estoy convencido de que fui lo suficientemente bueno.

He hecho mucho por mis hijos y aún dudo si en realidad hice todo lo suficiente o hice, no lo que mi cabeza mejor me orientó, sino lo que ellos necesitaban o querían que hiciera. La idea y responsabilidad de defender, proteger, ayudar, mantener y formar, entre otras cosas, a otro, a veces, no da tiempo a elecciones. Una cosa es la teoría y otra es la práctica. Los mejores padres que existen son aquellos que no han tenido hijos y entonces te repiten de carretilla lo que los libros dicen que hay que hacer. Es fácil ver el toro desde la barrera. Lo difícil es esperar despierto, desesperarse y salir a buscar a un hijo que debía llegar a las 12 de la noche y son las 2:00 am y no aparece, sabiendo que tú también llegaste tarde o presenciar que alguien le grita u ofende, sabiendo que tú también gritaste y ofendiste. Lo difícil es que te digan mentiras, las mismas mentiras que tu dijiste. Lo difícil es ver a ese hijo llorar, enfermarse, fracasar en uno de sus intentos, Lo difícil es no poder dar más, no porque no quieres, sino porque no tienes. Creo que con los hijos uno paga todo lo que le debía a la vida.


También tuve la inigualable oportunidad de crecer con mis dos abuelas en la misma casa de dos plantas, una arriba y la otra abajo, con territorios bien definidos por una placa de concreto que separaba las dos casas, lo que garantizaba cierta armonía y no existe el día en que alguna de ellas, a veces las dos, no aparezcan en mi vida. Todos los días, exactamente todos, recuerdo un refrán, un consejo, una comida, un olor, una canción, una frase de cariño u halago, un respaldo, un apoyo en secreto que terminaba en complicidad y también un regaño, un reclamo, etc., de mis abuelas.


He leído que los niños que crecen con abuelos son diferentes y estoy de acuerdo. No es que seamos diferentes en realidad, sino que recibimos cosas y tiempos de calidad que al final nos marcan para siempre. He logrado entender mucho a mis padres, en la misma medida que me he encontrado ejerciendo esa super profesión y tengo, a pesas de mi edad, muy presente a mis abuelas, que, dicho sea de paso, fueron super profesionales en esa especialidad. Entonces he hecho el pan, he logrado entender a mis padres y estoy tratando de ser como mis abuelas.



 Creo que los abuelos, cuando son buenos, porque también los hay brujos, son importantes, y entonces ahora me encuentro tratando de ser buen abuelo. Me gustaría dejar en mis nietos, la misma huella que dejaron en mí aquellas dos mujeres. Tampoco sé a ciencias ciertas si lo lograré, sólo estoy tratando.



Los abuelos somos más viejos, tenemos más tiempo para pensar y actuar, corremos menos y vivimos más lento. Como ya vimos la película con nuestros hijos, sabemos cuándo el niño se va a caer antes de que comience a andar. Sabemos cuándo tiene o no tiene hambre de verdad.  Conocemos cuando un dolor de cabeza o de barriga es una inocente justificación para no ir a la escuela que se va a pasar tan pronto el reloj marque las 8:30 de la mañana. 


Como no tenemos la gigantesca responsabilidad de luchar la comida y garantizar la ropa, como no peleamos para que se haga la tarea o se recoja el reguero, nos sobra tiempo para jugar, leer libros, hacer cuentos, aparecer siempre con la cara cariñosa y dulce de la vida, para convertirnos en violadores conscientes de las reglas que cuando fuimos papás no permitimos que nadie violara.  Como conclusión, tenemos menos miedo, menos complejo y menos riesgos para volver a ser niños. Situaciones muy rápidas descubiertas que, nuestros nietos, incluso los muy pequeños, aprovechan y nuestros hijos, muchas veces, no entienden.



 Es real, la relación entre nietos y abuelos suele ser diferente.




martes, 16 de enero de 2018

Fredericksburg

Siempre que se intenta viajar, pasa lo mismo. Planes de lugares a visitar y cosas para hacer y luego, lugares que se visitan y cosas que se hacen fuera de plan. Al final, cuando le estás cogiendo el gusto, todo termina, tal como le pasó a Cenicienta y tiene uno que regresarse, con el sentimiento de que, me hubieran hecho falta más días, no importa si has estado una semana, dos, un mes, etc.

Selfie en el lugar de los panes rellenos.
Como una curiosidad de mí, o nuestro, último viaje a Texas hace pocas semanas, fue la visita – paseo a un singular pueblo que está como a una hora de camino, en las afueras de San Antonio.

Como estaba planificado, nos dispusimos a salir una de las mañanas. Primero pasamos por el lugar de los muy ricos panes rellenos que Jonathan descubrió en Omaha y que por suerte existe en la ciudad donde la otra parte de nuestra familia vive y cargamos dentro de nuestros estómagos como si el viaje que nos proponíamos hacer fuera trasatlántico. Muchos panes.
San Antonio. Lugar de panes rellenos.


Después de animada charla, todos metidos en un mismo carro, llegamos a Fredericksburg, pequeño pueblo de origen alemán, que hoy su mayor riqueza es haberse convertido en una atracción turística para norteamericanos y ciudadanos de todo el mundo.

El lugar, más allá de un simple y común pueblo, es  una gran curiosidad, pienso yo porque está en tierra firme, rodeado de nada o rodeado de campos áridos, en un pedazo de tierra que un día fue española-mexicana o mexicana-española, donde hasta cierto punto es normal ver mexicanos y sus descendientes, tacos, mariachis, etc., todo esto hoy, claro está, bañado o salpicado por la cultura norteamericana o mejor, como muchos de ellos mismos dicen, texana, que pudiera parecer lo mismo, pero no es igual. Y digo esto, porque dentro de las cosas que escuché, que no puedo decir que funciona como una ley absoluta, pero si parece ser un sentimiento muy arraigado en muchos, fue la idea de que, “…, yo no soy norteamericano, yo soy texano”.

 Un poco de historia no viene mal.

Fredericksburg, al parecer es el mejor ejemplo de la tradición alemana en Texas, fue fundado a mediados del siglo XIX, cuando artistas, escritores, poetas, profesores universitarios, o sea, ciudadanos alemanes con cierta preparación intelectual y posición económica, que huían de las deplorables condiciones políticas y sociales en su tierra natal, se instalaron en Texas y comenzaron a vivir como granjeros, estancieros y cowboys.

Si los protagonistas de esta historia hubieran sido españoles, pues hubieran ido a pedir dinero a los reyes, hubieran recogido a un grupo de vagabundos en las calles y con un poco de chorizo, tocino y vino, hubieran llegado a Texas a “follarse”, según el mejor castellano de España, a las nativas americanas, luego se hubieran fajado entre ellos, por aquello de madrilistas o catalanes y por supuesto, nadie le hubiera devuelto el dinero a la Corona, que hubiera quedado más pobre de lo que ya era. Peor. Si los protagonistas hubiéramos sido cubanos, habríamos hecho una fiesta con mucho ron y puerco asado y un poco de sexo, y al final de la noche, sobre las puertas de nuestras casas, nos hubiéramos lanzado  al mar, sin brújulas, sin velas, incluso sin remos, hubiéramos desembarcado diciendo que éramos el pueblo escogido, o al menos el otro pueblo escogido y luego hubiéramos caminado y bailado  hasta Texas a golpes de tambores afrocubanos, donde al llegar hubiéramos fundado Nuevo Pinar del Río, Nuevo Camagüey y por supuesto el Nuevísimo Santiago de Cuba, cuyas patrones serían, al mismo tiempo, la Virgen de las Mercedes y Obatalá y un Mokongo dirigiría las acciones.

Pero este hecho no fue casuístico, ni desorganizado, mucho menos improvisado. Estuvo planificado por alemanes, entonces fue diferente. A mediados de 1842, un grupo de alemanes “nobles” se reunió y crearon una compañía, cuyo nombre no sólo me es imposible de pronunciar, sino también de escribir, juntaron un buen capital y decidieron comprar grandes cantidades de tierra, barata por aquellos años, para crear varios pueblos donde se establecieran los inmigrantes alemanes, sin tener que fajarse o convivir con personas de otras nacionalidades. Inteligentes.


Luego de los primeros intentos, en 1845, los alemanes enviaron al Barón Ottfried Hans von Meusebach, quien, a pesar de su nombre bien complicado, JAJAJAJA, compró las mejores tierras y logró cuadrar, a cambio de una determinada cantidad de dólares con los indios comanches que habitaban la zona y no estaban muy contentos con la presencia de los “rubios”, para crear un área alemana que viviera en paz con los nativos.

Este acuerdo que, hoy se reconoce como la fecha de fundación del pueblo, donde todavía los descendientes de ambos bandos se reúnen contentos a celebrar, no fue por la fuerza, los alemanes no mataron a ningún indio, ni violaron a ninguna mujer y los indios no le cortaron el cuero cabelludo a ningún europeo. Sencillamente los indios vendieron lo que supuestamente era suyo y los alemanes compraron, se hicieron regalos, fumaron pipas de paz y sellaron un acuerdo que todavía hoy se respeta y reafirma cada año.

Orgullosos los fredericksburcianos o fredericksburguenses, si es que se puede decir así en español, primero, porque los descendientes alemanes dicen que este acuerdo entre von Meusebach y los indios comanches fue el único en la historia norteamericana que se respectó y nunca se rompió; segundo, con el paso de los años, los alemanes ya establecidos, que trabajaban la tierra con sus manos, apoyaron las ideas contra la esclavitud, la que no conocían, no utilizaban y con la que no estaban de acuerdo.


¿Qué es hoy Fredericksburg?


Pues es básicamente tres cosas. Un lugar turístico por excelencia, un gran sembrado de flores silvestres, que se comercializan para decorar y que reconstruye una de las más antiguas tradiciones alemanas, o sea, las flores y unos viñedos, que según parece, no tienen nada que envidiar a los viñedos de otras partes del mundo. Y por supuesto, en medio de todo y como enlace entre estas cosas, están hoy los descendientes directos de los alemanes, nacidos en Texas “con sangre alemana”, porque según pude ver han tenido pocas mezclas con otras razas, etnias y culturas.


Haciendo cola para tomarnos un café
El pueblo es un lugar bello, edificado alrededor de una calle principal, la Main Street, que debe tener más o menos como 8 o 9 cuadras de largo. Exactamente todo en esa calle principal son comercios. Restaurantes, cafeterías, tiendas, dulcerías, pastelerías, pequeños lugares para tomar café, vinos, cervezas, joyerías, etc.

Mía disfrutando de un helado
junto a Victoria y Martica que esperaban por un café. 

















No existen los grandes espacios comerciales, todo es pequeño, un negocio al lado del otro, pared con pared. Todo parece producto de un juego de casas de muñecas. Todo es perfecto. El nivel de detalle es impresionante. Y, por supuesto, casi todos los locales con nombres y carteles en alemán y, además, si, además, en inglés.

Ese día, 30 de diciembre, todo estaba más lleno que de costumbre, no se podía caminar por las calles sin tropezar con alguien. Norteamericanos en masas, indios, chinos, mexicanos y nuestro representativo grupo de cubanos.

Mia divertida en un caballito eléctrico, de esos que se
 mueven cuando le metes una moneda. Exactamente igual
 a los caballitos que habían en Cuba en las tiendas y barberias
 para niños cuando yo era chiquito
Es diferente a todo lo que hasta ahora he visto. Como Fredericksburg produce su propio chocolate, de lo más famoso allí es una tienda de bombones, donde lo de probar se convierte en una manía. También gracias a los viñedos producen sus propios vinos, por lo que son muchos los lugares donde puedes tomarte una o mil copas. No tengo que jurar que abundan las salchichas tipo alemanas, porque los norteamericanos no saben nada de salchichas y las cervezas, negras, oscuras, medias oscuras, claras, medias claras, normales, etc, etc, etc., muchas de ellas fabricadas en las mismas tiendas donde se venden. Lo más curioso, es que, a diferencia de la mayor parte de Norteamérica, se puede tomar en la calle, por lo que es bien común ver personas que caminan con vasos de cervezas o vinos, dentro de ellas nosotros, por aquello de “donde quiera que fueres, has lo que vieres”. ¿Por qué no?


Tiendas de artesanías de todos tipos, joyerías, antigüedades, ropas de marcas y artesanales, pienso que más de las segundas, por supuesto tiendas de sombreros y botas, si no, no estás en Texas. Museos, parques, lugares con música en vivo, hoteles, y comida, mucha comida. Los carteles, anuncios y la publicidad son hechos a mano, de forma simple, sencilla, incluso con tiza, sobre madera, las vitrinas de cristales, papel, exactamente como en los orígenes.



Parque para niños. La diferencia está en lo sencillo.


Enorme y agradable curiosidad.

Mientras mi grupo se deleitaba en la tienda de chocolates, Martica y yo, comenzamos a caminar por una de las aceras de la Main Street, tratando de ver la mayor parte de las cosas que se podían ver. Caminando y caminando, nos encontramos frente a una tienda que exhibía un cartel que decía Havana y por supuesto, cuando salí de mi asombro, el orgullo me impulsó a entrar.

Es una pequeña tienda de ropa y cosas para el verano, al estilo e imagen de los americanos, o sea, shorts de algodón, aquellas camisas de mangas cortas super coloridas con palmeras, tocororos y playas, espejuelos de Sol, sombreros de alas anchas, etc. En la puerta el dueño, un germano americano de más o menos mi edad, nos dio una cordial bienvenida. Después de caminar un poquito mirando lo que ya conocíamos por las películas, yo, el tipo de las preguntas políticamente no correctas, me acerqué al amigo y le pregunté, por qué el nombre de Havana, allí en un pueblo de origen alemán, en San Antonio, en el medio de Texas.

El tipo hizo una pequeña mueca como diciendo, bueno la tienda es mía y le he puesto el nombre que me dio la gana, a lo que yo, buen entendedor le dije que la causa de mí asombro era porque yo era cubano y Habana era la capital de mi país.

El tipo murió al conocer mi origen y se puso más cariñoso y agradable de lo que ya había sido, de momento tuve la sensación de que nos iba a invitar a almorzar y me explicó, sin salirse mucho de su asombro y agrado al ver a dos cubanos auténticos, que la idea había sido más o menos Hawái, pero que ese nombre ya estaba gastado, que el había viajado por el Caribe y que le parecía bien lo de Havana como símbolo de calor, playas, fiestas, música, etc. El nombre, que resultaba como un buen gancho para el verano caribeño, también lo complicaba un poco, porque las personas que veían el cartel entraban buscando ron y tabacos, productos que él no podía vender.


La conversación se tornó muy agradable, pudiéramos estar todavía allí conversando, pero mi grupo me esperaba. Entonces bajo promesas de que él un día visitaría Cuba y nosotros regresaríamos a Fredericksburg, nos despedimos. Debo reconocer que salí de la tienda un poquito inflado, y no fue por los panes que me había comido, lo de Habana, ya sea con b o con v, un poco nos pertenece.

El día fue lindo, la experiencia diferente. Me gusta la historia, las piedras, las construcciones antiguas. Fredericksburg parece un pueblo parado en el tiempo, al mismo tiempo que es moderno, donde, al parecer, han tenido cuidado con no dejar entrar al “capitalismo salvaje” con sus grandes superficies y sus enormes y, a veces, agresivos lumínicos. Buena idea.

Dicen que es un lugar caro para vivir, porque lo del turismo mueve mucho dinero y eso entonces ha creado como una especie de frontera invisible que limita la inmigración de otras nacionalidades o grupos. Si no tienes un apellido, un bisabuelo o un primo alemán, puedes visitar, pero quedarte a vivir, es difícil.

Nota: 
Agradezco enormemente la solución de los diseñadores de Word al incluir lo de copia y pega en su programa. Me he ahorrado tener que escribir el difícil nombre del pueblo en varias ocasiones.

jueves, 11 de enero de 2018

Otra vez San Antonio, Texas. Año viejo 2017, año nuevo 2018.

Cada viaje que se hace en la vida es una nueva experiencia, no importa incluso, si se repiten los lugares. Resultan muchas las cosas que uno puede contar de lo que ve y vive, una vez que se sale de la casa.

Si esa experiencia es con la familia y los buenos amigos, entonces se hace más grande, más rica, más disfrutable. No importa dónde se va a dormir, no importa lo que se va a comer. Lo imprescindible es estar y aprovechar cada segundo.

Las palabras son buenas para ilustrar lo que uno ha vivido, pero las imágenes, de seguro son mucho mejor. Entonces dejo aquí las fotos.


Recién llegado a San Antonio, diciembre 23. Mia me esperaba tal como si nos hubieramos visto el día anterior

Los abuelos de aquí.

La bella Mia preparada para la fiesta, haciendo gala de su origen texano, con botas y cartera

Demostrando que aún soy muy joven.
Ese juego lo gané, lo que resulta muy meritorio, si se tiene en cuenta a mí contrincante. JAJAJA
Noche de gran paella.
Los tarecos fueron llevados desde Lincoln por Jonathan para complacer un "caprichito" mío.
Hay que estar loco, siempre me dicen, no es así, sólo hay que disfrutar el evento

Dominó en la noche. Buena fiesta, de las mejores que he pasado en USA, con la familia de Yordan.
Jonathan y yo, después de mucha guerra perdimos ese juego. Ya saben, hacer cola de nuevo.


"La Sagrada Familia". Noche de paseo por el Riverwalk de San Antonio.  Bello lugar en el Down Town.
En orden de aparición Martica, yo, Jonathan, Jennifer, Mia y Yordan. Ellos con frío, Jonathan y yo en verano.
Los Torres Tomé. ¿Cómo nos vemos?
¿Martica con frío o ganas de ponerse ropitas?

Noche de comidita afuera, momento de fotos antes de la comida obviamente.
Jonathan, Victoria, Martica, yo, Yordan, Jennifer y al final casi escondidita con frío, Mia, 
frente al abuelo.




Los que están todo el tiempo en SanAntonio.


Los que estamos en Lincoln.
Como para una postal de Navidad



sábado, 6 de enero de 2018

Frío 2018

Ahora mismo desconozco la definición científica del frío. Lo más cercanos que me viene es que es la ausencia notable de calor y con eso es más que suficiente para entender. 
Entonces, ahora, mientras escribo, eso es lo que tenemos, mucha ausencia de calor.

Cada año es diferente. Aunque la vida se sucede como un ciclo, por aquello de primavera, verano, otoño e invierno, nunca se conoce con exactitud lo que pasa dentro de cada uno de estos nombres y esto es lo bueno, de lo contrario sería muy aburrido.


El 2017 trajo frío desde muy temprano, sin embargo, hasta hoy poca nieve. Oficialmente el invierno comienza cada 21 de diciembre y dura hasta el 20 de marzo según el almanaque, por lo que todavía nos queda mucho tiempo. Lo de poca nieve se refiere a la cantidad de días que ha nevado, pero la nieve está por dondequiera, porque nevó antes de fin de año y como las temperaturas son bajas cada día, la nieve no se ha derretido.

Estuve en San Antonio, Texas, los diez últimos días del año, lo que me permitió escapar y disfrutar de un pequeño verano dentro del invierno. Aunque para los que viven allí hace frío, no es comparable con lo que ocurre más al norte. De viaje de regreso, cuando cruzamos la frontera imaginaria entre Kansas y Nebraska, todo de repente se pintó de blanco, de ese blanco brilloso que cuando recibe el Sol encandila la vista, de ese blanco que sólo se ve en las mejores masas de coco y en aquellas camisas “proletarias” que usaba nuestro comandante Fidel, hoy difunto.

Día récord hasta hoy, - 21 grados F., que son más o menos, -30 grados C., o sea, frío. Claro, por suerte esto no ocurre todos los días, no estamos en el Polo Norte. Vivimos ahora entre 0 grados F., y 10 grados F., que vienen siendo entre -17 grados C. y -12 grados C., o sea, frío.

Como siempre digo, si no padeces de los nervios, el frío, la nieve, el hielo y la inmensa blancura, es sólo eso, invierno, que, como todo en la vida, pasa.

Para nosotros es nuestro quinto frío, como hombre que viene del trópico, amante del short y los tenis, no puedo decir que me encanta. Son incómodos los abrigos, los guantes, los gorros, pero si puedo asegurar que uno se va acostumbrando y se termina viviendo.
El cuerpo y, sobre todo, pienso, el cerebro, se adapta a tal punto que, por momentos, sin mirar el termómetro, sientes que no sientes tanto frío dentro del frío.

El primer contacto siempre es difícil, como todos los primeros contactos. No estamos preparados o no sabemos. Nuestra ropa es inadecuada, nuestra comida es insuficiente, nuestra manera de vivir, de caminar, de respirar, son diferente, pero poco a poco, con el paso de los inviernos, se aprende hasta que se llega a manejar del todo.

Siempre en esta época recuerdo a un amigo que tuve hace muchos años en Cuba. Él viajó a España en invierno e interesado y necesitado de regresar con algún dinero para su familia, comía muy ligero, panes con cosas.

Un día, caminando por las calles nevadas, se desmayó y fue a parar a un hospital, donde un médico joven, después de comprobar que su biología funcionaba bien, le dijo, tiene usted que comer caliente, el frío no se pasa comiendo panes y perros calientes.

Y es cierto, el verano pega con un pedazo de pan y un vaso de agua con azúcar. No tendrás una elevada hemoglobina, pero no morirás. El invierno exige no sólo cambios por fuera, sino y, sobre todo, cambios por dentro. El esfuerzo para vivir es diferente, entonces en invierno, el hambre, aunque puede tener el mismo tamaño, se siente mucho más grande, más adentro, más total. Descubro una inmensa relación entre ambas cosas, el hambre genera en el cuerpo un frío inmenso y paralelamente el frío crea una sensación de hambre que no viene del estómago, debe venir de los tobillos.

Al ser este mi quinto año aquí, he escuchado mucho lo de que estamos locos por estar aquí. Los meses de frío paralizan a muchas personas, incluso sin conocerlo. El miedo al cambio, entendible en los seres humanos, hace que muchas personas se paralicen y prefieran vivir mal, pero con calor. Es una cuestión de elección, no de locura.

Recuerdo a otro amigo que tuve, que ya falleció. Era portugués y había vivido y trabajado en la mitad del mundo. Cuando trabajamos juntos en Cuba me dijo, sabes por qué ustedes son desorganizados, espontáneos y pobres, porque no tienen invierno frío. Eso me dejó pensando, hoy puedo coincidir.

El invierno ha organizado a las personas desde siempre. Si no siembras, cosechas y guardas comida en pocos meses, cuando llega el frío, pasas hambre. Si no planificas meses antes cómo calentarte, pasas frío y puedes morir. Si no buscas cómo entretenerte dentro de tu casa con algo útil, tu cerebro sufre, se descompone y deja de trabajar coherentemente.

El invierno ayuda a concentrarte. Si te desorganizas el frío te las cobra. Cuando no planificas tu vida, el frío te causa dolor. Y lo digo por experiencia.


Cuando llegué aquí con mi filosofía del trópico, aquella de que me da lo mismo que crezcan los niños o los accidentes, descubrí que cada uno de mis compañeros eran meteorólogos expertos. Ellos están pendientes constantemente del clima, día por día, hora por hora. Saben cuándo va a llover, que dirección trae el agua, cuándo empieza y termina, de dónde viene el viento, cuándo, cómo y ´donde va a nevar, qué cantidad de nieve va a caer, etc.
Saben porque tienen que planificar el día. Saben porque tienen que organizarse. Si te equivocas de abrigo, de zapatos, si se te olvidan los guantes, el frío te las cobra. Si no reparas el techo en verano, se te puede caer en los meses siguientes. Si no reparas las calles y cortas los árboles en el calor, cuando llega la nieve no puedes hacer nada. Si no miras donde pisas mientras caminas, puedes terminar en un hospital.

No creo que el frío pueda diferenciarnos del todo en ricos y pobres, organizados y desorganizados, en metódicos o espontáneos. Existen otras miles de razones. Pero si creo, por la forma en que vivo hoy, que en algo contribuye al desarrollo humano y social. Ojalá no existiera, pero si existe, entonces hay que aprovecharlo.

Las personas que no conocen llegan a pensar que la vida se paraliza, que la gente no sale de la casa, que deja de haber pan en el supermercado, que no se puede echar gasolina, etc. Nada de eso, no podría ser, porque entonces la vida dejaría de existir por tres, cuatro, cinco meses cada año. Se vive aquí igual que todos los días y este no es el peor lugar del mundo para invierno, se vive incluso en los peores lugares. Si es cierto, cambia un poquito la forma, pero todo se mantiene. Paso en las mañanas por frente a escuelitas primarias y a los niños, incluso pre primarios, los sacan, no sé exactamente qué tiempo, a jugar en los jardines y parques de las escuelas. La nieve no muerde, por lo que, si naciste y te toca vivir en lugares como este, tienes que aprender a manejarla.


En realidad, no sé qué ocurrirá este invierno, o no sé exactamente lo que ocurrirá dentro de él, porque recuerdo que, en nuestro primer frío, año 2013, nevó hasta los primeros días de mayo. Entonces para qué preocuparme o peor, sufrir por lo que pasará este año, al final eso, sólo otro invierno más.