jueves, 25 de mayo de 2017

Despertar todos los días en Estados Unidos.

Mucho he hablado con el Ruso durante mis casi 5 años de vida en Estados Unidos. Él, sin dudas, significa para mí una buena referencia, no es la única, pero si una de las que siempre tomo en consideración. El haber llegado aquí, al centro de este inmenso país, sin familia, sin amigos, sin conocer a derecha a dónde lo habían enviado, el traer consigo sólo sus papeles y dos cigarrillos cubanos y hoy ser el supervisor de una gran industria, haber creado su propia familia, no haber matado a nadie, ni estafado ningún banco o empresa americanos, el dedicarse a ayudar a todo el que lo necesite, es, al menos para mí, un gran mérito. Podría ser mejor, claro, siempre podría ser mejor, pero también y quizás más fácil, podría ser peor.

Entre los temas de siempre está Cuba, la actual y por supuesto la antigua, nuestra Cuba, porque al habernos criado juntos en Víbora Park, con nuestras casas familiares una frente a la otra, hace que tengamos muchas cosas en común, a veces hasta nivel de centímetros.

Él siempre me dijo dos cosas con relación a Cuba, sabiendo, como sabe, que lo del regreso a la tierra de origen, por lo menos para nosotros dos, tiene una connotación lo más alejada posible de la opción turística. Primera, puede ser que cuando llegues allí, ya no te halles como piensas, y entonces comiences a contar el tiempo que te queda para regresar. A lo mejor descubres que no eres totalmente de aquí, pero tampoco eres de allá, tal como lo fuiste. Segunda, cuando regreses de tu visita, pues comenzaras a valorar más el estar en Estados Unidos, más de lo que crees que lo valoras ya.

Conté con gran sinceridad, que el primer supuesto no me pasó. No me sentí extraño, para nada me horrorizó lo que vi y de seguro, bajo las condiciones que allí estuve, me hubiera quedado otros días más. El viaje a Cuba, que más que viaje de paseo fue una misión familiar, en mi caso fue perfecto. No tuve el más mínimo problema, ni al entrar, ni al salir, ni al permanecer allí todos los días que estuve. Todo fluyó como en las buenas novelas.

Sin embargo, la segunda idea del Ruso, si la he sentido, todavía hoy, a cada rato me viene a la cabeza. Después de haber estado en Cuba, recordar lo que allí viví desde una posición privilegiada ahora, ver cómo la gente vive, pues cada día que amanezco me alegra más estar aquí. No soy religioso, de serlo, sería ese mi primer agradecimiento en mis rezos mañaneros. Como dirían muchos, esa es la gran bendición.

Me agradezco primero a mí mismo, pues el llegar aquí no fue producto de un viaje de estímulo por ser trabajador vanguardia. No me lo dieron, lo tuve que soñar durante gran parte de mi vida y luego luchar. Agradezco a los que me impulsaron, apoyaron, me recibieron y quisieron y todavía hoy me reciben y quieren. He pensado que debería agradecer también a los que se opusieron, o no hicieron nada por ayudarme o a los que durante muchos años trataron de quitarme la idea. Por una característica de mi personalidad, quizás vista por muchos como un problema, mientras más es el no aparente, pues más me impulsa y me reta. Así que no se preocupen los que me desalentaron, también en mis pensamientos, les agradezco. Es cierto, según ellos me dijeron, esto no es tan bueno como pensaba, es en forma general, definitivamente mejor.

Entonces no extrañé a Lincoln, NE, mientras estuve en Cuba. No tuve tiempo. A lo mejor de haberme pasado meses allí, pues aparecerían los problemas de la convivencia con aquella tierra y frente a ellos hubiera aparecido de seguro la imagen de la Unión. Sin embargo, el regreso, el primer contacto con el aeropuerto de Atlanta, pues me hizo sentir que había regresado a casa. Me sentí tranquilo, 
equilibrado, hasta cierto punto alegre, por lo que puedo asegurar que desde ese mismo momento dejé de extrañar a Víbora Park, no a mi gente, pero si a mi lugar. Llegué y sentí la misma sensación que se tiene cuando se sale de un buen concierto de rock.

Hablando de aeropuertos, una anécdota que no he contado. A la salida de Cuba por la Terminal 3, presumo que la mejor que tienen allí, algo cómico me sucedió. Cómico y triste a la misma vez, por aquello de la “Imagen Cuba”.

Queríamos comer algo, uno nunca sabe lo que pasa en los aviones y aeropuertos. Entonces decidimos merendar antes de pasar la barrera de salida y así compartíamos un poquito más con nuestros acompañantes que no viajaban, mi hermano Ivan y mi sobrino Ian.

Dispuestos a tal cosa, subimos a una especie de mezzanina que incluye el diseño de la Terminal y que en ambas esquinas tiene ubicadas dos cafeterías, que en realidad más que cafeterías son dos mostradores para vender bebidas y algo de comida rápida, o sea, panes con algo dentro.

Para una terminal internacional como ésta, sólo estos dos puntos de venta resultan insuficientes, porque además de los que viajan, pues podemos calcular, como en nuestro caso, que es el último momento para compartir con los que se quedan, por lo que más que cola o fila, lo que había frente a ambos mostradores era una gran aglomeración de personas, lo que hacía difícil el acceso. Tratamos de diferenciar el tumulto y decidimos ir al mostrados de la izquierda, parecía tener menos personas. 
En efecto, había menos personas, porque no había nada de comer para vender. Todo lo sólido se había acabado. ¿Acabado a medio día? Pues sí, acabado.

Medio que frustrados, pero aún contentos, nos dirigimos casi corriendo al mostrador de la derecha, donde a todas luces si había algo para comer, pero la cola era entonces más larga. Del lado de allá del mostrador había una persona mulata sentada en la caja registradora, que sólo tenía que ver con el dinero, otra, también mulata, frente a los clientes preguntando por el pedido, que muy lentamente, con unas uñas muy largas que dificultaban escribir, apuntaba en un papel, para luego pasarlo a la que permanecía sentada frente a la caja registradora y una tercera persona, blanca de pelo negro lacio, al borde de picarse las venas, que era la que luego de que la segunda le decía el pedido, pues iba sacaba los panes, los ponía a calentar en unas planchitas domésticas poco adecuadas para calentar y calentar panes, hacía el café y lo servía, sacaba de la nevera las bebidas que los clientes pedían, etc., etc., etc. Ese mecanismo, más dirigido al control que a la satisfacción de los llamados clientes, convertía aquello de comerse un pan con un refresco, en algo insoportable, pero a la vez cómico por aquello de los colores de las personas.

No puedo asegurar el tiempo que estuvimos haciendo cola, pero ya saben, cubanos al fin, lo de las colas tampoco nos es desconocido por mucho tiempo que ya no la hacemos. Al final la idea de comernos algo nos mantuvo firmes.

Cuando nos fuimos acercando al punto donde aquella mujer, sola, hacía de todo, mientras que sus compañeras, una registraba en la caja y la otra escribía en un papel, descubrimos que la oferta tenía poca variedad, sólo había dos renglones, bocaditos de jamón y sándwich, el primero a 1 CUC, el segundo a 1.80 CUC.

Delante de mí un italiano, que no entendía mucho el español, pero menos entendía lo que allí estaba pasando, incluida la idea de estar más de 45 minutos en fila para pedir un pan con algo dentro, pero como viajaba para Italia estaba obligado a llenar el tanque antes de abordar. Pues el italiano seguro de sí mismo, pidió un sándwich, que debe ser una de esas palabras como lo es taxi, que significa lo mismo siempre no importa el idioma en que hables. ¿Qué le trajeron? Pues un pan con jamón dentro, al precio de 1.80 CUC. El tipo abrió el pan y le preguntó a la persona que lo hacia todo, si el sándwich no incluía queso, a lo que esa persona con una sonrisa criolla, respondió que sí, pero que no había queso en ese momento.

El tipo medio desorientado, después de mucho de hacer fila para la tradición italiana, me miró y me dijo en forma de pregunta, el sándwich lleva queso o no, pues puede ser que en Italia me estuvieran engañando durante todos estos años. Si, le respondí, el sándwich lleva queso siempre en Italia, no se preocupe, pero en Cuba lo de siempre, no es precisamente siempre. El tipo me miró, me abrió los ojos, le dijo algo malo a su esposa en italiano, pagó y se fue a comer el pan, no sé a dónde.

Nuestro turno. Pues pedimos los sándwiches sin queso y sin sorpresa, eso sí, el pan era un poquito más grande y al final nosotros ya nos regresábamos, unos cafés vendidos como “café cubano” que puede ser una de las cosas más malas que yo he tomado últimamente y unos refrescos y cervezas importadas, porque las nacionales estaban caliente. Con los panes en las manos, nos fuimos a comer a una de las mesas que teníamos ocupadas, porque si te levantas y no dejas a alguien, entonces tienes que esperar porque las mesas tampoco alcanzan, al menos en los momentos de mayor demanda. Las personas se comienzan a acercar a ti que estás sentado, sientes casi la presión de sus cuerpos al lado del tuyo, para cuando te levantes, rápidamente coger las sillas y ocupar las mesas, muy parecido a aquel jueguito de las sillitas que al menos los cubanos todos conocemos.

Nos comimos los panes, que además de no tener queso, tenían muy poco jamón y nos despedimos de los que no viajaban. Entonces durante el vuelo, ya aliviado, pensé en algo que se me ocurrió y no puedo probar, pero como dice el viejo refrán, “conozco a el pájaro por la cagá”.

Es hasta cierto punto entendible que no haya queso porque las vacas se cansan de dar leche, las mismas vacas llevan más de 50 años salvando a la llamada revolución, la sequía, el problema del petróleo, la crisis de Venezuela, el deshielo de los polos, etc. todo eso afecta a los pobres animales, pero lo que no resulta normal y entendible, es que vendan bocaditos de jamón y sándwich solo de jamón a precios tan diferentes, a no ser que al final del día, lo que se vendió como sándwich, pase a registro como bocadito y por supuesto la diferencia de 0.80 centavos de CUC por cada pan por todo un día de venta, es un buen dinero a repartir.

¿La persona que está para controlar la oferta existe, funciona, cumple? Si claro, imagino que sí, pero, como dice el viejo refrán, “conozco a el pájaro por la cagá”, entonces puedo pensar que la persona que está para controlar, luego, pasa a la hora del cuadre de la caja entre los papeles y los bocaditos que se vendieron y puede recoger lo que le toca como estímulo por su control. El italiano se regresaba a Italia, yo por suerte a Lincoln, NE y sabemos que los niños pioneros no acostumbran a comer en las cafeterías de los aeropuertos, es un lugar donde las maestras no los llevan.

Pues sí, es una bendición amanecer aquí todos los días. Ya he dicho que para nada esto es un paraíso terrenal, ya estoy convencido de que ese paraíso no existe en ningún lugar. Pero, cuando logras insertarte y conocer el funcionamiento, descubres que el lugar no está tan mal.

Vi un pedazo de La Habana, otro pedazo me lo contaron y el último pedazo me lo puedo imaginar porque tampoco los cambios positivos son tan fantásticos. Y la conclusión final, no es que está bueno o malo, mejor o peor, sencillamente es un lugar que no existe, que se detuvo, que está paralizado como para una foto, donde la mayor parte de las personas se levantan y se acuestan, sin saber qué les pasó y peor, sin saber qué les podrá pasar.

Este es un diseño diferente. Es un diseño para que funcione y entonces uno puede comprobar lo fácil que resulta la vida, o al menos las cosas más importantes en ellas. Más que la rapidez, la inmediatez de los trámites y gestiones son aplastantes. Todo, o casi todo, está al alcance de la mano, una llamada o sencillamente hoy un click en la computadora. Todo es limpio, todo es organizado, todo está siempre detrás de una sonrisa amable que invita no sólo a consumir, sino a volver y volver.

Hay que luchar, claro está, siempre hay que luchar, pero eso significa concentrarse y trabajar, hacerlo bien, dedicarle tiempo a buscar mejorar en lo que haces. La idea de caerle atrás a cosas sencillas como un pan, un poco de proteína, el agua, etc., etc, etc., que también existió aquí hace ya por suerte muchos años, hoy no existe. Las personas nacen hoy y dan por sentado que el pan o los panes, siempre estarán, el agua nunca puede faltar, fría, caliente o hirviendo y lo de la proteína, llega a ser un problema, por el exceso de consumirla.

Es una bendición existir y que nadie te mire, que nadie te delate, que nadie te copie, y menos tener que fingir, mentir, seguir criterios con los que no simpatizas, formar parte de una manada, cuyo único estimulo es un día alguien te cuente para las estadísticas. Es bueno poder crearte un espacio y después de trabajar, porque no sé de dónde salió que se puede conseguir algo sin trabajarlo, pues dedicarte a el espíritu tocando música, coleccionando mariposas muertas, practicando un deporte, o sencillamente empinando papalotes, sin que tengas que hacer lo mismo o fingir que te pareces a alguien.

Es bueno saber que eres libre, no de esa libertad teórica que entretiene a los filósofos o políticos para luego entretenernos al resto, sino libre como individuo, como unidad, como único, donde a menos que estés en el lugar equivocado, en el momento equivocado, pues no tienes que tener miedo a que te descubran, se cansen de tu forma de vida, te intervengan, te carguen, te lleven y te lo quiten todo.

Es bueno despertar todos los días en Estados Unidos.  

  
  • Nota.

Para los conocedores, no ahondaré en el tema sándwich, pero antes de escribir la historia del aeropuerto, he leído para evitar que me aparezca un fantasma. Sólo diré que, a pesar de no estar definido su origen y perderse éste en el siglo XVIII inglés, parece ser que la palabra sándwich ha llegado a nuestros días con el significado de dos tapas de algo que cubren o encierran otras cosas que se combinan. La versión más clásica y antigua puede ser la de un pan abierto por la mitad que dentro contenía jamón y queso. A partir de ahí la variedad puede ser infinita en dependencia de los países, regiones, personas, etc. No obstante, y de ahí la confusión del italiano turista en Cuba, resulta contraproducente vender en el mismo lugar bocadito de jamón y sándwich de jamón. No sólo el italiano, cualquiera se hubiera confundido. Nosotros no, porque es fácil, somos cubanos.

jueves, 11 de mayo de 2017

Abril de 2017. Regreso a Cuba. (Tercera Parte)

Como ya dije, no es mi intención hacer más leña del ya árbol recaído, sin embargo, hay varias cosas que me llamaron la atención, más allá de la visible y evidente destrucción de calles, edificios, etc.



























1.- Mucha de las personas con las que hablé, tuvieron la intención de demostrarme que la cosa está mejor y que hay de todo, refiriéndose a la comida que se vende en los agro mercados y la apertura de algunos restaurantes privados y algunas tiendas de ropa semi clandestinas, además de un cada día más sólido mercado negro, donde se puede conseguir casi todo lo que uno necesita. Y esto me resultó increíble porque muchas de estas personas no tienen acceso a dichas tiendas, ni a los productos caros que se venden en los mercados y mucho menos a sentarse en uno de esos restaurantes a comerse un plato de comida.

El cubano no se rinde, la idea de que se está mejor y que hay de todo, sigue siendo una ficción a mostrar al visitante, algo así, tal como se ofrece una taza de café. La misma ficción que hizo sembrar en los parterres y jardines boniatos y papas o criar aquellos pollitos, popularmente llamados Pérez Quintosa, que un día el gobierno entregó por núcleos familiares, para comer. Hay de todo, sencillamente porque no se tiene conciencia de lo que todo significa.

2.- Todas las personas con las que hablé, sabían más de Estados Unidos que yo. Otra linda intención de demostrar que se está al tanto de todo. Algo así como, no tenemos mucho para tener, no tenemos hoy ni la brocha pegada al techo de donde aguantarnos, pero estamos informados.

3.- Descubrí a muchas personas, como me enseñó mi doctora Mayi, muchos de mis lectores conocen a mi pediatra, con el “síndrome de encefalograma plano”, o sea, más menos algo así como personas que ya su cerebro murió y que están vivas porque su corazón aún late y sus pulmones toman aire. Muchas personas están destruidas, no físicamente, aunque también las hay, sino destruidas del cerebro, sin esperanzas, sin objetivos, sin saber qué hacer mañana. Personas que se alegraban de verme y me decían, “tu si estás bien”, sin saber exactamente cómo funciona mi organismo, apelando solamente a mi lugar de residencia. Venía del YUMA, pues entonces tenía que estar bien.

Lo del encefalograma plano, no es nuevo. Es un padecimiento que se ha venido instalando en Cuba desde hace mucho, pero, para mí, que llevaba años sin estar allí, ahora es más que evidente. Muchas personas, ya no están, se conforman, se lamentan, esperan a que algo pase, pero no saben qué es ese algo, de dónde puede venir, hasta dónde puede llegar, etc. Sólo piensan en que pase algo.

Me llamó tanto la atención esto, que quedé con Mayi, que, para mi próximo viaje, trataría de buscar un aparatico, que seguro aquí donde vivo existe, para antes de ponerme a conversar con algunas personas, hacer la prueba del encefalograma, si la tendencia es a mostrarse plano, pues tampoco intentaría invertir mucho tiempo en temas profundos para no hacer más daño.

Martica


























4.- Me llamó mucho la atención la conformación de la población en Víbora Park hoy. Y no es un asunto de racismo, sino un tema puramente racial. La población negra y mulata oscura ha aumentado enormemente. Sentado en mi portal, fui testigo durante 12 días de la cantidad de negros que bajan y suben sin hacer mucho, en grupos de tres, cuatro o cinco, de ambos sexos. Parece que no van a ningún lugar, caminan sin apuro, medio vestidos o medios desnudos, depende cómo se quiera definir. Ahora, de nuevo, con unos equipitos portátiles de música con muchas lucecitas de colores que parece se han puesto de moda. Como estuve mucho tiempo sentado en el portal, puedo asegurar lo que digo y no es que sean nuevos los negros en Cuba, para nada, pero eran poco comunes en Víbora Park. Puedo describir con nombre y apellidos las casas de vecinos negros que existían cuadra por cuadra.

Los de allí, frente a mis insistentes preguntas, me dijeron que eran orientales que viven en los edificios que construyeron y que en busca de mejoría se han ido mudando a La Habana, de donde Víbora Park no escapa ni por asomo. Es cierto, tienen el derecho a venir a mejorar, sobre todo si mejorar se le llama a pasear por las calles con pantalones medio caídos, gorras viradas, musiquita de difícil comprensión y no hacer mucho durante el día y la noche. De seguro han mejorado.

5.- El consumo de alcohol se ha desbordado para mi gusto. En sentido general, los cubanos somos tomadores de bebidas alcohólicas. El ron, la cerveza y todo lo que nos hemos ido inventando durante todos estos últimos años que se pueda tomar, se ha tomado.

Nos gustan las fiestas, las reuniones de amigos, el sexo, los deportes, las discusiones. etc., y para todo eso siempre un poquito de alcohol es bueno, según recomiendan los psicólogos cubanos también bebedores. Sin embargo, lo que me llamó la atención es la cantidad de personas, incluyendo a muchos de mis amigos de la infancia que suben y bajan con botellas plásticas, reconocidas en Cuba como pepinos, llenas de ron de calidad dudosa, dando tumbos en cada uno de sus pasos. Sigue siendo cara la cerveza  y el buen ron para el pueblo cubano que vive o inventa un salario para pasar el mes, entonces se consume cualquier ron o alcohol, no para festejar, no para compartir, sino sencillamente para olvidar.

El cuadro es complicado y hablo sólo de Víbora Park. Muchas personas sin trabajar el día entero, sentadas en las esquinas o caminando por caminar de aquí para allá a ver qué pasa o qué se pega, gente sin futuro, sin ideas claras de lo que pueda pasarles mañana, sin planes u objetivos, consumiendo alcohol todos los días, muy propensos a contraer el ya comentado síndrome del encefalograma plano. El alcohol es bueno, puede conservar el cuerpo, pero lamentablemente comienza por acabar con el cerebro. No quiero decir que sea algo planificado, eso de acabar con el cerebro, pero a pesar de las dificultades, un país que importa pescados y sal, más casi todo lo demás, pues ha mantenido una oferta estabilísima de algo a lo que se le llama ron.

Jonathan



























6.- Muchas personas con celulares cómicos, o sea, no aquellos aparaticos flex, con pantallitas pequeñas en blanco y negro. Para nada, muchos poseen celulares mejores incluso que el mío, que, por pudor, como no tenía acceso a red, pues tuve a bien no sacar del cuarto donde lo puse cuando llegué. Y esto es una gran contradicción. Viví en Cuba y también tuve un celular, pero lo tuve cuando me lo pude pagar, o sea, cuando mi vida laboral obtuvo un apellido en dólares. Nunca antes lo pude tener, pues la idea de mantener a dos hijos dejaba siempre para último cualquier necesidad de comunicación que no fuera la del teléfono de casa o la de boca a boca.

Sin embargo, hoy muchas personas, mayormente los jóvenes se quejan de lo cara de la vida, de la imposibilidad de tener un buen trabajo, de lo que hay que luchar para poder comer algo en el día o vestir algo a la moda, pero muchos, con saldo o sin saldo, tienen en las manos un celular. A tal punto creo que está el asunto que los que no lo tienen se deben sentir aún más mal de lo que ya se pueden sentir. Muchas personas se sienten necesitados a justificarse por no tenerlo.

7.- Después de todo esto que pudiera malinterpretarse y mal leerse como malo, algo muy bueno me llamó la atención y fue el nivel de información que tiene allí muchas personas. Lo que no es nuevo, pues podemos ser famosos los cubanos por agenciárnosla para siempre estar en la última.

Estuve rodeado de muchos jóvenes durante todos los días que allí viví, eso me gusta y debo reconocer que tengo sangre para ellos y puedo decir que me impresionó el nivel de información y conocimientos que ellos tenían. Vi muchas veces a mi sobrino Ian, mantener una conversación de “tu para tu” con mi hijo Jonathan, sobre temas de tecnología, computadoras, programas, etc. y para nada sentí que mi hijo lo aventajaba. Vi a mi sobrino Fabio estar al tanto de las tendencias internacionales de la fotografía artística y poseer una muy buena cámara fotográfica con la que se ayuda a hacer muy buenas fotos. Otros amigos tan al tanto de la música, que estaban más informado que yo, que me dedico aquí a saber de música.

Muchas personas, muchas, suscritas sistemáticamente con una frecuencia semanal a algo que allí llaman “el paquete”, otro secreto a voces, donde están viendo sólo con una semana de retraso la enorme programación de la televisión norteamericana, novelas, películas, noticieros, documentales, series, etc.

Es verdad, Cuba tiene muchos problemas, mucha gente en el invento sin trabajar, mucho alcohol en las calles, mucho síndrome de encefalograma plano, un gobierno que es lamentable, pero también hay muchos, pero muchos cubanos que están adelante, en la última, luchando, con ese sentimiento que no sé de dónde sale en la historia de querer y poder.

Los jóvenes, y los no tan jóvenes, no digo que todos, pero una buena parte, por lo menos con los que hablé tienen sólo una idea clara, y es la misma que tuve yo y que hoy disfruto.

En los ratos que estuve sólo, que fueron pocos, recordando muchas de las conversaciones que sobre Cuba he tenido en estos 10 años de no estar, me venía a la cabeza una pregunta, siempre la misma pregunta, ¿cómo sobreviven?

Pero muy rápido descubría, también en mi cabeza, la misma respuesta. Sobreviven como sobreviví yo durante todos los años que vivé allí, que no fueron pocos. Sobreviven porque no se dan cuenta que lo están haciendo, sino que los de allí hoy, siguen un ritmo, siguen un patrón diario de lucha. Por tanto, al mirarlos desde afuera puede parecer que sufren, sin embargo, para nada en medio de tantos problemas encontré ese sufrimiento. Eso sí, el ritmo y el contenido de ese ritmo, es diferente al mío, por ejemplo, pero ese es el ritmo que existe y por tanto, no es extraño. Muchas personas quieren mejorar, pero como no saben mucho lo que esto significa, pues te demuestran que están luchando, pero no sufriendo.

Muchos de los de aquí hoy, nos hemos puesto medio payasos y entonces comenzamos a decir que no sabemos cómo se puede vivir sin servilletas, sin determinada pasta de dientes, sin acceso a Facebook, sin un carro, etc., etc., etc. Si, es cierto, las servilletas ayudan, pero para un pueblo que no las usa desde hace casi 60 años, pues no hay nada más común que secarse las manos con el pantalón o short de turno, tal como hacía yo durante mis años cubanos. Nada ha cambiado. Los jóvenes se siguen chupando los dedos, cosa que por demás es bien rica, aunque protocolarmente no sea bien aceptada.

Foto tirada por mi sobrino Fabio, a la que al verla he bautizado como "el paso del tiempo, 10 años después".
Esa instalación y llave de paso fue puesta por mí y mi hermano Ivan, en la casa de la playa de los Tomé, el último año que allí estuve de vacaciones, 2007. A la hora de emocionarme, pues me emocionó ver la llave y su aguante en el tiempo.
Algo curiosísimo pude ver, tan curioso que aún no salgo de mi asombro. Viví muchos años en Villoldo, exactamente frente a, digo yo, el comienzo de la calle Roma, porque entre otras cosas me gusta ver que ese es el comienzo. Esquina señalada, desde hace muchos años también, para recolectar la basura de los vecinos, por lo que además de la historia de Víbora Park, tengo todos los detalles de esa esquina como basurero.

Durante mucho tiempo esa esquina se convirtió en un enorme vertedero, donde todos tirábamos la basura, que luego pasaban semanas sin que fuera recogida. Bueno, ahora hemos mejorado y han puesto dos tanques azules, con ruedas y todo, para que los vecinos no tiren la basura en el parterre junto al árbol. Genial, gran idea. El árbol ha recobrado vida.
Y determinados días a la semana, viene un camión de cama fija con varios obreros para recoger la basura. Hasta ahí más que bien, casi para hacer un documental, pero para mí asombro, como el camión no es exactamente lo que diríamos un camión para recoger basura, pues los obreros bajan y con una magistral maniobra, viran los dos contenedores en el medio de la calle y luego con dos azadones, al estilo medioeval, meten la basura en cajas plásticas para poder subirlas al camión.

La intención es buena, recoger la basura, pero el método me pareció dantesco, o sea, la basura y los líquidos que los desperdicios crean, son sacada, o mejor, tirados en el medio de la calle y luego, con la tradicional guataca cubana, introducida en cajas plásticas y subidas al camión.

Vi varias veces este procedimiento, que no dudo incluso, como en los años de gloria, se esté recomendando como la experiencia cubana en recogida de basura y luego de que los obreros se marchaban, dando su tarea de "recogida" por terminada, en la calle quedaba la mitad de lo que ellos mismos habían sacado de los nuevos contenedores azules y por supuesto todo el líquido fétido producido por la basura en descomposición.

Ya dije que monté mi campamento en Villoldo 112, y entonces viví a mi cuñada Lourdes, que cada 15 minutos hace rondas de recogida de basura dentro del jardín de la casa. Cuando el aire aparece por Roma, todo lo que es movido va a parar y se queda en Villoldo. ¿Alguien, por favor, puede recomendar otro método?

A pesar de los pesares y de estos pequeñísimos problemas que he contado. Me fue muy bien, mejor de lo que cualquiera puede imaginar. Durante todos estos años, he escuchado a muchos amigos decirme, casi asegurarme, que a los tres o cuatro días, después de ver a mi familia y amigos y repartir los regalos, me entrarían unas ganas enormes de regresar. Muchas personas dicen categóricamente no soportar aquello por muchas horas. Ya saben, nos hemos vuelto medio payasos.

Pues yo, me hubiera quedado 10 o 15 días más, es más, de poder, podría irme de nuevo mañana por la mañana. Claro, que mi condición, ganada en la batalla norteamericana, por primera vez en la vida, me permitía estar sin grandes preocupaciones sentado en el portal, observando detenidamente el proceso de recogida de la basura. No tenía apuro, no tenía nada que conquistar, para nada mi interés era impresionar a mis vecinos y como ya dije, no extrañaba Varadero, como tampoco extraño Dubái.


Sencillamente, en short y sin camisa, me hubiera quedado más días, …., de visita, y no creo que tenga que ver con un tema de patriotismo. Un día escuché a Joan Manuel Serrat decir que su madre decía que la patria era aquel lugar que le permitía darle de comer a sus hijos y eso me gustó. Por tanto, el sentimiento de quedarme, no tiene que ver mucho, creo yo, con el tema de la patria grande y sagrada, eso me aburre, sino con aquella patria chica y aquellas personas, anécdotas, historias, recuerdos, que se tienen y se vuelven a tener en el pequeño espacio por donde se camina y se vive todos los días

miércoles, 10 de mayo de 2017

Abril de 2017. Regreso a Cuba. (Segunda Parte)

Regresé a Cuba, que es para mí básicamente Víbora Park, lugar donde crecí y por suerte viví hasta que, en el 2007, después de muchos intentos anteriores, logré montarme en un avión que por aquel momento no tenía pasaje de regreso. Cuba para mi es Víbora Park, no Varadero, Trinidad, ni tan siquiera el Vedado o La Habana Vieja.

 



Sabía, gracias a la comunicación de hoy, a los que van y vienen, a las fotos y los mensajes, a dónde iba a parar. Creo que no es importante ahora hablar mucho de Cuba, todo el que está vinculado a esa Isla, de una forma u otra, sabe lo que allí pasa. No dedicaré este espacio a describir los problemas o hablar de lo mal que vi. Para definir la Cuba de hoy, abril del 2017, baste decir que el Presidente del Gobierno ha informado que el crecimiento del PIB con relación al año pasado fue de 0,9%, o sea, después de conocer los arreglitos que se hacen con los números, puede decirse que el PIB no creció absolutamente nada y dijo además que la deuda que Cuba tiene como país hasta el 2016, se decidió pasarla para el 2017 porque no se pudo pagar de ella, ni un centavo. Con esto es más que suficiente para entender cómo van las cosas.

Sin embargo, Cuba hoy, en su interior, es muchos países diferentes, todo dependerá de la parte de la tortilla donde te encuentres. El largo proceso de aguantar el cambio, sólo ha creado o abierto más las diferencias.

Si eres de las familias protegidas por las remesas estables desde el exterior, o de las que hoy manejan restaurantes, pequeños hoteles, taxis, u otro negocito de corte privado que se han permitido, pues obviamente el día, no sin dificultades, una que otra ilegalidad, pequeñas violaciones, etc,, se pasa mejor. Imagino, que, si perteneces a la alta cúpula del gobierno, como tradicionalmente ocurrió, pues te siga pareciendo el mejor lugar del mundo para vivir, pues el solo hecho de dormir en Miramar o Nuevo Vedado, ya de por sí sólo es un gran beneficio. Acabo de leer unas declaraciones de Aleida, la gordita hija del Che, donde ella declara que no sabe cómo los cubanos podemos vivir fuera de Cuba.  Y si continúas siendo de los que llevan más de 50 años viviendo de un salario, en Párraga, o el Cerro, debajo del puente de la Lisa, o en el bello campo cubano, pues literalmente te está llevando el Diablo.

Pero nada eso es nuevo. No hay que vivir en el extranjero y un día regresar para descubrir algo que llame tanto la atención por haber cambiado. Cuba está mal, sí, es cierto, pero está mal desde hace muchas décadas ya. Entonces, como no padezco de los nervios, pues no me puse nervioso.

Este viaje tuvo una connotación especial. Cansado yo de ser “jefe de misiones”, nombré a mi hijo Jonathan, ya grande, responsable de todos los asuntos, a partir de la propia compra de los pasajes. Jonathan lleva muchos años capacitándose como “cuadro”, pues ahora le tocó la tarea de poner en práctica lo que teóricamente conoce. 

Entonces fui y no tenía planificada ninguna responsabilidad, fui casi como un importante invitado. Nada tuve que ver con dinero, gastos, compras, coordinaciones, planes, etc. Me fui ligero, sabía lo que quería y entonces me ahorré toda la actividad administrativa que genera el ir y estar dos semanas en Cuba. No fui como turista, fui mejor, estuve como un niño al que no se le puede exigir nada.

Son tantas las historias de Cuba que he escuchado en estos casi 10 años de ausencia, que por muy ligero de pensamiento que fui, siempre me quedaba la pregunta de, dejar a ver con qué me encuentro. A veces las descripciones exageradas de nuestros coterráneos y/o sus reales experiencias, hacen que uno cuando piense en Cuba, se imagine siempre el peor de los escenarios.

Pues en nuestro caso, la historia estuvo llena de buenos e incluso especiales momentos. Aterrizamos en la Terminal 3, a la que seguimos llamando internacional, porque no sabemos bien la connotación de esta palabra. La gestión de inmigración demoró exactamente 5 minutos. Chequeo de documentos, foto incluida y un bienvenido a Cuba fue extremadamente rápido. Las jóvenes que nos chequearon no dejaron de meterse con Jonathan, demostrando que la mujer cubana a pesar de los pesares, sigue siendo la misma.

Maletas en la estera, que salieron por donde no las esperábamos, pero cosas así pasan en cualquier lugar y un pasillo con un cartel que decía, salida, nada que declarar. Entonces ese era nuestro pasillo. Caminamos y en la puerta nos esperaba un aduanero que riendo nos dio la bienvenida y nos preguntó, cuáles son sus bultos, a lo que respondimos somos tres y estas tres maleta y tres maletines de manos son todo nuestro equipaje, lo que era evidentemente bastante. El joven hizo el ademán de chequear los tiques y nos abrió la puerta y nos volvió a dar la bienvenida. Lo que resultó muy bueno porque entre las cosas con las que viajaba, cargaba desde Lincoln, Nebraska, con un gran taladro para mi hermano Ivan.

Son tantas las historias de terror, que le había dicho a mi hermano que la cosa seguro se demoraba por lo de las maletas, etc., que no cogiera lucha y que se tomara lo de recogernos con calma. Pues salimos y tuvimos que esperar por él, lo que es poco frecuente en estos tipos de viajes y lo sé porque, aunque es mi primera vez de regreso, si muchas veces fui a recoger a personas y lo de la espera siempre fue horrible.

Entonces llegué y después de las muchas emociones de abrazar y besar a muchas personas queridas que no veía personalmente hacia 10 años, me instalé en el portal de Villoldo 112, “mi portal” y allí pasé con agrado la mayor parte de mi tiempo. Día por día, nunca entré a dormir antes de las 5:30 am y he dejado puesto un récord de estar hablando sin parar hasta las 8:30 de la mañana. Más que hablando, haciendo señas y muecas, pues al tercer día se apoderó de mí una ronquera que todavía hoy, días después de mi regreso, aún poseo.


No encontré oponente que me siguiera todo el tiempo, eso sólo lo lograba mi amiga Normita que hoy está en México, sino que las personas se sustituían como por turnos de trabajo. Muchos me dijeron que la proteína no daba para tanto.  Unos venían, entraban, salían, se bañaban, comían, regresaban y colaboraban en la escucha, mientras yo, a golpe de short, descalzo y sin camisa, un poco de café que tuve a bien llevar desde aquí y cigarros, pues como pez en el agua, pasaba de un tema a otro y de otro a otro, en dependencia del interlocutor que le tocaba el turno.

No hablé mucho de Estados Unidos, creo que no es importante la marca de carro que tengo, los tipos de queso que como y la temperatura que mantengo dentro de mi apartamento en invierno y en verano. No me dediqué a criticar al gobierno por los problemas que desde mi posición pude ver, ya eso lo había hecho durante toda la vida que viví allí y en realidad me ha llegado a aburrir. Hoy pienso que, sencillamente, hablé como un loco de cualquier tema, de ti, de mí, de nosotros, de los años, de las personas que vi, etc. No paré de hablar y entonces, nada más por eso, mi viaje a Cuba, fue todo un éxito.





Mi madre muy bien físicamente, dando clases aún a sus 74 años, luchando heroicamente con la lamentable enfermedad de su esposo Máximo. Es todavía hoy, la única persona de todas las que vi, que menciona la palabra “proyecto” al referirse a algo que tiene que ver con el gobierno, la economía, la política, etc. No sé si para confundirme, o para ocultar su confusión, o para sencillamente ponerle un nombre a algo que, por lo menos para las personas con las que hablé, ya no lo tiene.

Mi suegra, a sus 88 años, con una claridad impresionante, increíblemente fue una de mis mejores compañías nocturnas. Ella me acompañó animadamente muchas de esas madrugadas, tan animada que no reparaba en que podrían ser las 4 o las 5 de la mañana. Creo que más que el sueño o el cansancio, podía la necesidad de estar juntos. Cuando ella reparaba en la hora que era, se preguntaba, “¿y qué yo hago aquí a esta hora? Sonreía y con un enorme trabajo, casi a nivel de inhumano sacrificio por lo malas que tiene las rodillas, se levantaba sola del sillón donde estaba, demostrando que aún está muy fuerte y comenzaba su lento caminar hacia el cuarto, lo que bien puede compararse con el Via Crucis de Jesús. Casi sin poder caminar estuvo todo el tiempo presente, alegre, dando órdenes, coordinando, cocinando, recordando cada uno de los detalles de su y nuestras vidas.  Compartiendo, no solamente con nosotros, los recién llegados, sino rodeada de muchos de sus otros hijos, nietos, sobrinos, vecinos, que fueron citados y atraídos por nuestra presencia.


Este puede ser un buen final, si alguno de nosotros deja de existir, pues quedará esta visita y estas imágenes como recuerdo. Uno nunca sabe y entonces, también, nada más por eso, mi viaje a Cuba, fue todo un éxito.

Abril de 2017. Regreso a Cuba. (Primera Parte)

Hoy, a mis 54 años, me doy cuenta de que conozco sobre el tema de migración mucho más de lo que pensaba. Lo descubrí y viví durante toda mi niñez, mucho antes de ser consciente de lo que significaba gobierno, revolución, traición, etc.

De los 8 bisabuelos que me tocaron, conozco la historia de 6 de ellos y de esos, 4 procedían de la “Madre Patria”, por lo que las anécdotas de los inmigrantes españoles, pobres, adolescentes, que fueron enviados a Cuba en busca de mejorarías económicas, para ayudar a su familia y luego regresar a su terruño, fueron parte de mi niñez.



Recuerdo aquellos sábados de visitas obligadas a la casa de Concordia, Centro Habana, de mis dos bisabuelos, Angelita y Ramón, gallegos, donde se hablaba un español con acento medio extraño para mí y se cocinaba, con productos cubanos, una extraordinaria y exquisita comida española, que, por mucho que he tratado de que Martica reproduzca, hasta hoy no lo he logrado. He tratado de recrear aquellos sabores de los cocidos de garbanzos con carne y papás, aquellas sopas, etc., y aunque reconozco que la comida que como es muy buena, no logro encontrar lo que mi bisabuela Angelita hacía. Recuerdo con agrado aquellos cafés con leches y panes acabados de hacer con mantequilla, que como ley se comían allí por las noches.

En Víbora Park, crecí con mi bisabuela Alicia, asturiana, a los que todos llamábamos Abuela Alicia, pues a nuestra verdadera abuela, Obdulia, la habíamos apodado como Mamá Yuya. Bisabuela que siempre penaba con morirse rápido, pero que debe haber durado hasta el año 1974, pues tenemos fotos de ella cargando a mi prima Giselle que nació en el 73. Por lo que cuando ella murió, ya yo tenía 10 u 11 años.

Gracias a abuela Alicia, desde muy chico, conocí los turrones españoles, las aceitunas, los frutos secos, que pienso que, por aquellos años, década del 60, aún se comercializaban en Cuba. La revista Cartas de España que ella recibía mensualmente y que cuando leía la hacía llorar y llorar y aquel plato de avena hirviendo, que era obligatorio comerse a las 10 de la mañana de todos los días y que yo desde entonces hasta hoy, odio.

Recuerdo a mi Abuela Alicia llorar mucho, creo que como era viejita lloraba por cualquier cosa, por cosas reales y cosas que se inventaba, pero entre esas cosas que provocaban su llanto, estaba “su España, su Asturias”, de la que un día muy joven salió y a la que nunca pudo volver. No vio nuevamente su tierra, y lo que es peor, jamás volvió a ver a sus familiares. Es fácil de entender si recordamos lo que pasó después de 1959, donde aquello de, aquí te cogió y aquí te quedas, se convirtió en una pesadilla para muchos que murieron con los deseos de regresar un día a sus orígenes.

Recuerdo claramente la gran avidez con que ella leía aquellas Cartas de España. Revista que trataban de mantener a los emigrantes españoles regados por todo el mundo conectados con su historia y que incluso servían para encontrar y volver a conectar a familias que habían sufrido la división de la emigración.


Mi padre, con algo de orgullo, se fumaba aquellas revistas. Primero, porque las páginas eran de un papel muy fino, muy bueno para envolver el tabaco que picaba con unas tijeras para construir aquellos cigarros caseros que en unas de las tantas crisis cubanas la gente hacía para poder fumar y segundo, al final, pienso que, fumándose aquellas revistas, era otra de las maneras escogidas para destruir al capitalismo, cosa que por aquellos años, no sólo era bien visto, sino una de las actividades principales de toda persona que había jurado ser fiel a la causa cubana.

Crecí sin saberlo entre inmigrantes, que, con el paso del tiempo, crearon familias, se aplatanaron y sin mucho ruido fueron enterrados en Cuba, a miles de kilómetros de sus lugares de origen. Inmigrantes que deben haber sufrido, a lo mejor sin mucho ruido, las inclemencias de no pertenecer del todo al lugar donde escogieron o fueron enviados a vivir. Todo esto aun cuando yo era un niño.

Luego crecí, ya me enteré de lo que significaba gobierno y revolución y un buen día, voluntariamente emigré de mi país hacia un punto que el destino me puso delante y ya más crecido me volví a mover hasta donde vivo hoy.


Pasaron los años y he estado casi 10 sin regresar a mi Cuba y digo mi Cuba porque en esto de la geografía, al final, cada cual considera de una forma distinta el lugar que le tocó como origen. Pasaron muchos años, más de los que hubiera querido para regresar, pero lo bueno es que al final, un día, regresé y entonces ahí comienza esta parte de la historia.