viernes, 17 de junio de 2022

452.- Amelia, de lo común a lo extraordinario vs un gobierno, de lo extraordinario a lo común.

Amelia, de lo común a lo extraordinario 

Imagino que, como miles de cubanos, he tenido la grandísima posibilidad de ver y sobre todo escuchar una directa que hizo una joven cubana de nombre Amelia Calzadilla. Yo, quizás por un problema de mi personalidad, no sólo la ha visto una vez, sino que me he sentado en varias ocasiones y he repetido el video.

He visto entonces a Amelia, joven de una belleza nada fuera de lo común, graduada universitaria de lenguas extranjeras, trabajadora según confiesa del turismo, madre de tres hijos en Cuba y residente en un apartamento del Cerro, lugar caliente de la Ciudad de la Habana, descargar sin previa planificación, sin guion, sin leer un papel, un celular o un telepronter y sin que nadie le estuviera diciendo cada una de las palabras que dijo y descargó bien, en realidad, muy bien.

Amelia es una muchacha común. Nació, según dice, en un solar, que todavía existe, donde aún vive su abuela con 92 años. Debe ser uno de esos solares que pululan en Cuba, tanto, que muchas veces las manzanas completas están estructuradas con unos al lado de los otros. El solar, según Amelia, no se ha caído aun, lo que ha permitido a su abuela salvar la vida, pero ya está apuntalado, o sea, no dudarlo que en cualquier momento caerá.

Solares hoy repletos de cubanos, sobrevivientes ambos, los solares y las personas, de un gobierno por décadas decadente, edificaciones que aún muchas existen con cierta elegancia y aristocrático diseño, en aquellos palacios y edificaciones de finales del siglo XIX o principios del siglo XX.

Amelia, nada más verla, debe haber sido una niña común que asistía a la escuela y luego jugaba con las dos muñecas que a lo mejor tenía. La imagino delgadita escapándose para jugar en el medio del patio central de su solar y donde lo más seguro es que compartiera una de sus muñecas con sus amiguitas blancas y negras hijas de los cuartos aledaños.

Debe haber sido una buena niña, se le ve. De aquellas que, con uniforme muy limpio, quizás con una trenza o unas "motonetas", era siempre escogida para leer un comunicado en los matutinos de su escuela o decir de memoria un poema de Martí, moviendo sus manitos hacia arriba y abajo, cuando se celebraba un aniversario más del natalicio o la mjuerte del Apostol. 

Amelia tiene que haber sido por aquellos años, según dice, la década de los 90, el orgullo de sus padres, que, por cierto, ella, al menos a su papá lo define como un gran revolucionario, militar comunista desde que tenía 14 años. La niña iba por buen camino, seguro pensaban y se decían sus padres por las noches muy tarde en aquel espacio al que llamaban cuarto, que estaba separado del de su hija por un tabique de cartón madera de 2 metros de alto y una cortina de tela vieja, en donde hasta el hablar bajito era poco privado.

Amelia es una muchacha común. De esas que siguiendo los pasos de una familia revolucionaria de aquellos años, que llegó a ser capaz de sentir orgullo de vivir en un solar y amar a la revolución, tuvo que ser también revolucionaria. Ella lo aclara cuando dice que entró a la universidad viniendo como cadete del ministerio del interior. Amelia, tiene que haber bebido de sus padres y tratado de continuar con el legado de construir una sociedad nueva, por lo que, en la universidad, también tiene que haberse destacado como revolucionaria, de aquellos alumnos que marchaban al frente de su facultad en las actividades ideológicas partidistas. Lo más seguro es que fuera militante de la juventud comunista. Nada extraño, Amelia es una muchacha cubana común.

La imagino delgadita, con un solo pitusa, que es el nombre con el que los cubanos bautizamos a los pantalones de mezclilla de vaquero típicos de Texas o jeans como se les nombra en inglés y que es proveniente, según cuentan, de una marca comercial de un taller de confecciones de los años cincuenta en el poblado de Jaruco, con una blusita de tiranticos fácil de lavar a mano o unos pullovers, quizás con unos tenis o unas sandalias. Tiene que haber sido buena estudiante, además de buena revolucionaria, pues confiesa que, ya siendo mamá de su primera hija, terminó su carrera con mucho más de 4 puntos de nota general de sus cinco años de estudio. Amelia es una muchacha común, que, graduada de la Facultad de Lenguas Extranjeras, hoy domina dos idiomas importantes y difíciles, el inglés y el francés, escogió irse a trabajar al turismo, rechazando otras ofertas, quizás probablemente de mayor reconocimiento profesional.

Muchacha común, tiene que haber sido buena, porque todos sabemos que los guías de turismo, por su cercanía a los extranjeros, tienen siempre un ojo que los vigila. Amelia, tenía una esperanza, reunir dinero para comprarse un apartamento o casita donde poder criar a sus tres hijos dejando el espacio que ocupa junto a su pareja e hijos en un apartamento de microbrigada que, como premio, su padre recibió después de no sé cuántos años de trabajo.

Muchacha común, trabajaba para lograr el llamado “sueño americano” en Cuba, lo que demuestra que más que americano, es también un sueño humano. Tener un espacio propio para ver a los suyos crecer. Entonces impulsada por esa idea, el sueño cubano, la imagino caminando por las calles de la Habana Vieja, su Habana Vieja, luchando con los turistas a los que no sólo hay que enseñar la cultura y la historia de la isla, sino casi siempre hablarles al menos de las "bondades" del sistema comunista. Entonces la veo fajarse con un turista poco convencido, cuando le dice que lo reparado del Casco Histórico son cuatro manzanas, que el resto de la ciudad se está cayendo. Ella lo sabe, nació en un solar que aún está apuntalado, pero con orgullo, caminaba defendiendo lo hecho. Uno por orgullo, otro por amor a su país, por qué no a su revolución y por si las moscas y el turista estaba enviado o alguien que pasaba de pronto recogiendo la basura con un walkie talkie en el bolsillo de atrás, la escuchaba.

Todavía como guía de turismo la veo encojonada cuando un turista en chancleta le decía que, si la revolución protegía a los niños, por qué La Habana estaba llena de infantes que pedían dinero, caramelos, chocolates o por qué si la revolución protegía a la mujer, cada día aparecían más jóvenes, a veces extremadamente jóvenes, que paradas en las esquinas, en las puertas de los hoteles, en los parques y plazas, en el Malecón, etc., ofrecían sus servicios sexuales a cambio de dinero, a veces a cambio sólo de un paseo o una comidita en un restaurante. Amelia, que es una muchacha común, pero no ciega, se iba quedando sin argumentos, la realidad superaba a la teoría. Le costaba trabajo reconocer públicamente, pero igual, imagino yo, que poco a poco la realidad la fue aplastando. De seguro, llegó a pensar que la estaban probando. Muchacha común, debió sentir miedo y de seguro sintió que cada día estaba poniendo a riesgo el sueño cubano, su apartamentico, por el cual había trabajado tanto.

Entonces, con tres hijos, muchas personas en el mismo apartamento de micro de sus padres y, al parecer, haber visitado todas las instancias del gobierno para tratar de resolver uno de los problemas que tenía, en este caso con la electricidad, sin haber obtenido la más mínima solución por años, sólo muela y más muela, sólo ya veremos, tendremos que investigar, ya le daremos una respuesta, etc., explotó y explotó bien.

Se sentó frente a un celular, imagino que de ella y comenzó a contar muy calmadamente lo ocurrido en su vida y como una muchacha cubana común, fue ella sola cogiendo candela y convirtió su intervención en un acontecimiento importante, que cautivó a muchos cubanos, sobre todo a las madres cubanas, po un lado y por supuesto al gobierno por el otro.

Amelia pasó de lo común a lo extraordinario y entonces en un cubano muy simple, directo, claro, concreto, limpio y, sobre todo, objetivo y muy fácil de entender, dio una magistral clase de historia, sobre todo de la historia que ella misma ha vivido, cosa que resulta muy difícil de desmentir, de esa historia diaria que no se encuentra ni en los libros, ni en las escuelas, ni en la televisión nacional.

Amelia, extraordinaria, gritó a los cuatro vientos la realidad del cubano de a pie. La no electricidad, la no agua, la no comida, la no medicamento. Amelia, que parece no estar soportada por Miami, describió la imposibilidad de comprar nada, por los precios exorbitantes sin control y límites, precios logrados sencillamente, así de fácil y rápido, por la mala planificación y puesta en práctica de las últimas medidas económicas inventadas sobre las viejas medidas económicas ya tomadas sin resultados, a los que los del gobierno osaron llamar reordenamiento.

Amelia extraordinaria, les gritó a los del gobierno, a los que algunos llamó por su nombre, que acabaran de pagar en dólares, que eso es lo que el cubano de a pie quiere y estoy de acuerdo con ella, eso es lo que se quiere aunque no se diga y es sencillo de entender, el dólar norteamericano llegó para quedarse, el dólar norteamericano es el que manda y dirige la economía del cubano. El dólar norteamericano es lo que nos diferencia a los cubanos.

Amelia extraordinaria, les gritó que no inventarán más, que no eran idóneos, o sea, que no sabían lo que tenían que hacer o lo que hacen no tiene resultados y al borde de las lágrimas, extraordinaria les dijo, si no pueden con esto, vendan el país, véndanlo por provincias, a lo mejor alguien se interesa. Estoy convencido de que no es Amelia una anexionista, estoy convencido de que la idea de “vendan” no es una realidad pensada como negocio, estoy más que convencido de que nadie le dijo que dijera eso. Fue sencillamente la explosión, la impotencia, el enfrentamiento a la burla de los funcionarios, a la incapacidad de un gobierno. Es el resultado de como dice el viejo refrán, “el que tiene tienda que la atienda, o si no, que la venda”.

Amelia explotó y explotó bien, tan bien que ella sola, con su celular, puso, una vez más a temblar al más que temeroso gobierno y lo increíble es que Amelia no habló de cambio de constitución, de partidos políticos, de libertades. Amelia no mencionó a los que están aún detenidos o ya fueron sancionados injustamente, ella no valoró el comunismo, ni se defecó en el partido comunista. Amelia no dijo “Patria y Vida” y no más Patria o Muerte. 

Amalia dijo no más discursos, no más muela, ella sólo pidió vivir en dignidad, que el dinero pagado sirva y alcance para resolver las necesidades y más que eso, sirva para vivir, donde entran, por qué no los juguetes, los helados, las galleticas, etc., o sea, nada más y nada menos que el mismísimo sueño cubano o humano, que las personas tuvieran comida, medicinas, etc., y entonces la respuesta del gobierno no se hizo esperar. No importa que Amelia sea una joven común cubana, trabajadora, madre de tres hijos diciendo la verdad, tal como deben haberle enseñado su padres.

Gobierno, de lo extraordinario a lo común.

La respuesta de un gobierno destacado y dedicado más que nunca en reprimir de forma individual a las personas, fue la misma de siempre. A las pocas horas de la directa de Amelia, se presentó en su apartamento una “comisión” del gobierno. La misma comisión de siempre, esa llamada comisión integrada por los mismos “come vaca” que hasta ese momento no resolvieron nada y le dieron larga y más larga a todas las acciones de Amelia, más los David, Alejandros, Carlos, Ernestos y todos los demás seudónimos que utilizan aquellos jóvenes de la inteligencia, la contra inteligencia, la seguridad del estado, o cualquier otro nombre departamental que existen para combatir y sobre todo, como dicen ellos mismos, realizar una tarea profiláctica sobre los cubanos que por una razón u otra se salen de la manada.

La comisión no podía tener dudas de lo que Amelia había dicho, pues lo dijo “alto y claro”, entonces la comisión quería como siempre, por un lado, repetir el mismo discurso de “estamos haciendo el esfuerzo” y, por otro lado, de seguro cuestionar y amenazar a Amelia, si no abiertamente para no calentar más el asunto, por lo menos dejárselo caer, con aquello de que “sabemos que …” De donde Amelia además salió citada para la sede del gobierno para analizar lo que le pasaba, así la comisión llevaba a Amelia a su ambiente, a donde ellos se mueven mejor.

Luego, una vez más, como siempre, lo común, tratar de desviar la atención y crear una imagen negativa de la persona, en este caso la víctima fue Amelia.

Díaz Canel, el presidente puesto a dedo, el gris, sale en la televisión nacional más maquillado que una geisha, o sea, muy ridículamente maquillado, hablando de cualquier mierda que nadie cree. Mientras su esposa, que obviamente no tiene nada más digno que hacer, escribe mensajes para las redes sociales, hablando del “mango” que se perdió la cumbre americana a la que no invitaron al gobierno cubano. Primero lo llamó el “dictador de mi corazón”, ahora lo llama “mango”, aludiendo a lo de buen tipo, lo que trasparenta con muy poco, el poquísimo cerebro que tiene.

Como Amelia mencionó que sus hijos no tenían juguetes, porque ella, a pesar de ser guía de turismo, no se los podía comprar, entonces la televisión nacional exhibe un ridículo documental en no sé qué provincia de Cuba, donde un grupo de niños, tirados en el piso, juegan contentos con juguetes. Nada más asqueroso, la idea del que se ocurrió, más la acción del periodista que salió a ejecutarla, más la intención de la televisión nacional de desmoralizar a una cubana, tratando de desmentirla al mostrar una realidad que todos sabemos no existe.

Por supuesto, inmediatamente se disparó el batallón o ejercito que el gobierno tiene hoy en las redes sociales que llegan a todo el mundo, los lacayos, la jauría. Personas con seudónimos, que existen y declaran sin dar la cara, que están para crear un expediente desmoralizador para las personas como Amelia. Entonces, como los argumentos expuestos son fuertes, como no pueden decir nada, ni desmentir lo que la joven extraordinaria muchacha dijo y menos cambiar la reacción de muchos cubanos en apoyo a ella, la idea es la de siempre, Amelia mentía porque ella tiene una lámpara de luz en el techo de su casa, posee un televisor y, además, para colmo, tiene las diez uñas de sus dedos de las manos pintadas, lo que además se puede asumir que tiene también las diez uñas de los dedos de los pies pintadas. ¿Esto puede ser serio?

Por supuesto, Amelia, inmediatamente se quedó sin internet y sin comunicación en su celular. Casualmente se quedó sin servicio, por lo que se quedó sin la posibilidad de comunicarse con aquellos que a lo mejor quería comunicarse. No celular privado, no redes sociales, no comunicación, entonces menos personas podrán interactuar. Todo es posible para no dejar que Amelia se convierta, al menos por unos días, en una especie de líder. Acciones para evitar lo que el gobierno teme todos los días.

Común actuación del gobierno. Entonces el mensaje, Amelia no puede pensar por su cabeza, Amelia no puede estarnos contando lo que ha pasado y pasa, Amelia es sencillamente otra pagada por el imperio, de seguro con fuerte conexiones con la todavía y más que nunca desvergonzadamente llamada “gusanera de Miami”.

Amelia, la común joven cubana. La buena estudiante de toda su vida. La cadete del Ministerio del Interior. La profesional trabajadora del turismo. La siempre buena hija y nieta y ahora la también buena madre de tres niños. La joven cubana común que tenía un sueño y decidió realizarlo en Cuba con trabajo y dignidad, ahora es el nuevo y momentáneo “enemigo” a frenar, desmoralizar, combatir y si se pone complicada, desaparecer.

El sueño cubano de Amelia se ha acabado, tal como se acabó para millones de cubanos. Ahora mismo no será, pero sus días como trabajadora del turismo, como guía en dos idiomas, comienzan a estar contados. La comisión en ese viejo juego de “azúcar y sal” o “policía bueno y policía malo” tratará de ponerle un parche a algunos de los problemas que ella gritó, es muy probable que le lleven de regalo unos carritos plásticos o unas muñecas “Made in China” a sus hijos, mientras los Ernestos, los David, los Alejandros, a los que ella conoce y les dirigió un mensaje directo, en la oscuridad, le abrirán un expediente.

Amelia la joven cubana común pero extraordinaria, acaba de empezar su carrera pública contra el gobierno extraordinariamente común.

domingo, 5 de junio de 2022

451.- Cuba, una sola pregunta.

Hace unos días vi en Facebook una foto de un joven que alzaba con sus dos manos un cartel donde preguntaba: ¿Hacia dónde corrieron los alemanes cuando se cayó el Muro de Berlín?

Esa sola pregunta, conociendo la respuesta, para lo cual no hay que ser un genio, bastaría para resolver de una vez el tema de nuestra Cuba.

Como resultado de la II Guerra Mundial, la Alemania derrotada quedó dividida en dos países diferentes. Berlín, su ciudad capital, a partir de 1945 vivió bajo la administración de los llamados cuatro sectores de ocupación, soviético, norteamericano, francés e inglés, que luego de varios años de malas relaciones entre los comunistas y los aliados, concluyó en 1949 en la creación de dos Alemanias, la República Federal Alemana, (RFA), la parte ocupada por los aliados y la República Democrática Alemana, (RDA), que había quedado bajo el control soviético. Así, nada más, la política y la ideología se encargó de dividir no sólo administrativamente a un país, sino que dividió caprichosamente a familias, negocios, ideales políticos, monedas, historia, etc.

Como toda medida obligada, como toda violencia, como todo capricho humano, al final terminó por crear reacciones adversas, convirtiéndose la idea y tarea de escapar a través del muro para una parte de los alemanes, que habían quedado atrapados en la parte democrática, en un único objetivo de vida. A partir del férreo control establecido por los comunistas alrededor del muro como frontera, la idea fue esa, una sola, escapar.

Las diferencias de desarrollo entre la parte federal y la democrática se evidenciaron inmediatamente, los rusos que amparaban a la segunda no podían en aquellos momentos dar mucho, la larga y dura guerra los había dejado devastados, en realidad poco tenían y entonces el flujo migratorio, lo que se convirtió inmediatamente en delito, tuvo una sola dirección. Los alemanes comenzaban a escapar del comunismo, el cual les llegó impuesto, hacia el territorio federal, que en última instancia era el modo de vida que habían tenido y conocían desde antes de la guerra.

Alemania Democrática queda atrás de la Alemania Federal desde todos los puntos de vista, sin embargo, dentro del bloque comunista que se creó, esa misma Alemania se destacó por encima de sus hermanos ideológicos, llegando a liderear determinados renglones de la vida socio – económica incluso por encima de la gran potencia URSS. Alemania Democrática, para la información pública internacional, cosa que sabemos, era totalmente manejado por los comunistas en el poder, daba la imagen de que era un país alegre.

Alegre como Cuba, donde por detrás o debajo de esa risa y frases triunfalistas, sobrevive la tristeza, las frustraciones, la idea de que cada día se está peor, la idea de que la “esperanza era verde y se la comió un chivo”. La idea de que cuando se termina de sonreír para las cámaras, se retoma la idea de escapar.

El famoso muro de una muy sólida construcción, después de 28 años de triste existencia, imaginarse lo que significa muchas familias y amigos separados sin poderse ver y relacionarse, se comenzó a tumbar por los propios alemanes con martillos, mandarrias y las manos a partir de que el gobierno alemán comunista permitió el paso abierto de sus ciudadanos hacia Austria y Hungría en noviembre de 1989, como consecuencia de lo que el amigo Fidel Castro, aportando una palabra nueva a nuestra lengua madre, el castellano, denominó “el desmerengamiento” del campo socialista.

¿Hacia dónde corrieron los alemanes? Aunque como todo el que escapa, los alemanes también se movieron en todas direcciones, pues la misión era esa escapar del comunismo hacia donde se pudiera, con la fragmentación del muro, el foco principal fue correr hacia sus hermanos los alemanes federales y con esto hacia el capitalismo, después de décadas de vivir en lo que los teóricos llaman el sistema socio económico más justo que ha existido, donde único se preservan y defienden de forma absoluta la vida de los humanos. Gran contradicción desde todos los puntos de vistas analizables, sobre todo para los estudios del propio Carlos Marx, de origen judío, padre de toda la ideología comunista, que por ironía de la vida había nacido en Treveris, Prusia Occidental en el pasado, que con el tiempo formó parte de Alemania.

Los alemanes, tal como aquel cuento del perro pastor alemán que después de miles de trabajos y sacrificios logró escaparse y llegar a Alemania Federal, que ya he hecho anteriormente en uno de mis escritos, sólo querían una cosa, libertad. ¿De quién? Pues del gobierno comunista. Luego, ya libres, escogerían los caminos para andar. Luego con la libertad, se organizarían para desarrollarse. Luego únicamente en la libertad, serían verdaderamente libres.

¿Cómo lo lograron?, ¿Cómo un pueblo salió a tumbar un muro sinónimo de una esclavitud moderna, que significó más, o sea, tumbar a una forma fuerte de gobierno?, ¿No existía en Alemania Democrática un partido comunista en el poder con un brazo armado hasta los dientes, o sea, un ejército comunista que lo respaldaba?, ¿No existía en Alemania Democrática todo un aparataje moderno de represión, incluyendo a policía, policía secreta, vecinos, trabajadores, estudiantes y niños que eran utilizados como telón?, ¿Los alemanes no sentirían miedo, muchos a morir, a estar presos o perder lo poco que poseían?, ¿No tendrían contradicciones y diferentes puntos de vista?

Los cubanos no hemos aprendido nada. O hemos sido muy brutos como pueblo, al margen de los miles y miles de cubanos inteligentes que ha parido esa isla y los miles o millones de títulos universitarios, técnicos, etc. que exhibimos al mundo, o hemos sido muy conformistas, a pesar de ese halo de rebeldía que dice la historia que tuvimos o hemos sido muy inconscientes, a pesar de la tradición y sólida formación política que dicen que como pueblo tenemos.

Los alemanes democráticos, en toda su existencia de comunismo, nunca tuvieron ni el 1% de los problemas con los que ha vivido realmente el cubano de pueblo, el cubano de los barrios marginales, el cubano del campo. Jamás pasaron hambre, jamás anduvieron descalzos, nunca dejaron de tener calefacción y menos tuvieron a un tipo que daba discursos de 8 y 9 horas casi diariamente para tratar de maquillar la realidad y decirnos que mientras más mal estábamos, significaba que estábamos mejor porque el sacrificio alimentaba. Los alemanes no experimentaron tener que comprar sus productos más necesarios en yenes, liras, libras esterlinas y menos en dólares norteamericanos y jamás fueron detenidos en la puerta de un hotel, un restaurante o en la blanca arena de una determinada playa y se les dijo que no podían entrar y disfrutar sólo por ser alemanes.

Los cubanos hemos aprendido poco de la historia. Nos hemos conformado o es que somos ciegos, sordos y mudos, con escuchar el mismo gobierno, sólo con diferentes caras y cada día más libras de peso, retomar y retomar el viejo truco del enemigo fantasma, el gobierno norteamericano, que nos quiere matar y mientras asentimos con gran espíritu de concordancia, disfrutamos de un criollo fricasé de pollo donde en cada posta del ave viene un cuño que dice “Made in USA”. Nos hemos conformado con escuchar, sobre todo con más fuerza después del desmerengameinto, que “se está haciendo un esfuerzo”, que “necesitan más tiempo”, que “confían en la confianza que el pueblo les tiene” paralelamente a que nuestras vidas empobrecen día a día, nuestras ropas se hacen jirones, nuestras casas se caen a pedazos y exhibimos nuestras encías cuando reímos, porque nuestros dientes se nos han ido cayendo.


Hemos permitido llamar “vándalos”, “indisciplinados sociales”, “corruptos”, a aquellos que han pedido cambios, siguiendo la norma comunista de llamar “vándalos” a los alemanes que salieron de sus casas a tumbar con sus manos el muro de Berlín que los segregaba. Hemos permitido que se metan presos a nuestros hijos, primos, padres, amigos, vecinos, acusados de “enriquecimiento ilícito”, “robo”, “malversación”, acciones que nosotros hacemos todos los días de nuestras vidas como única solución para poder sobrevivir.

Hemos escogido emigrar y emigrar e irles dejando el camino libre a los llamados comunistas, que no son nada más que lobos vestidos con pieles de cordero y convivimos con los hijos de los hijos que disfrutan de autos, casas, mansiones, yates, playas, viajes y sobre todo mucho dinero, sin haber dado o dar un golpe en la Cuba revolucionaria que tanto defienden y hemos permitido que hoy, una recién llegada como la mujer del presidente, que nadie conoce de dónde coño salió, se dedique a hacer y promocionar eventos culinarios con quesos, panes, jamones, camarones y langostas para amigos y protegidos, más cualquier extranjero con todos los privilegios  y derechos por encima del cubano, mientras con tristeza esperamos el pedacito de pollo o picadillo mecaniqueado, el pequeñito  y mal pan diario, el paquetico de café siempre con atraso y siempre con menos café.

Los alemanes no sabían nada de la realidad de un sistema comunista y además pobre y, así y todo, teniendo un sistema comunista rico con muchísimos problemas resueltos, se cansaron un día y se pararon arriba del muro a festejar la libertad, de ese mismo muro que separó, que puso preso a muchos y vio morir a otros.

¿Hacia dónde tenemos que correr los cubanos?

sábado, 4 de junio de 2022

450.- Estoy aprendiendo a ser abuelo.

Recuerdo mucho a mi papá Rolando, al que todos conocían por Tito, pienso en él y siempre me río.

Fue el típico hombre cubano, de la época donde existían sólo dos categorías de orientación sexual, heterosexuales hombres y mujeres y homosexuales de ambos sexos y como buen representante de la primera, disfrutó la vida a plenitud.

Tito gustaba de la música y el baile, del ron y el café, sobre todo el buen ron y café y de las mujeres. Fumaba mucho. Tenía un peculiar dominio de la palabra y gustaba de mantener el protagónico hablando por horas seguidas, habilidad desarrollada por sus muchos años de trabajo como profesor. Siempre fue un tipo muy delgado, pero fuerte, de esa fortaleza muscular ganada con el trabajo físico y un cerebro vigoroso. Fue un tipo muy activo, de esa actividad que lo llevó siempre a ser de los primeros. Buen amigo, agradable para con las mujeres. Llamativo a pesar de no ser un Brad Pitt y no tener riqueza material alguna.

Mi padre fue un enamorado de la mujer en todos sus aspectos. En busca de la hija hembra, tuvo tres hijos varones con mi madre. Luego, muchos años después, continuo su búsqueda en los brazos de otra esposa y la vida lo premió con dos hijos varones más. De ahí su apasionada relación con mi novia y luego esposa Martica y con su primera nieta, mi hija Jennifer.

Al no haber hembras en mi familia, nosotros los tres varones, enseñados sobre todo por mi padre y abuelas, porque las actividades domésticas no eran el fuerte de mi madre, aprendimos a limpiar casa y baño, tanques de agua y cisternas, a fregar, a sacar la basura, a cocinar, a limpiar lámparas y copas, a trabajar en el jardín y el patio, todo esto de forma sistemática y planificada. Luego aprendimos como varones a cargar y poner ladrillos y bloques, hacer mezclas para hormigón, a trabajar con cinceles y mandarrias, a cortar tubos y hacer conexiones para agua, a trabajar con la electricidad, tumbar y levantar paredes, a “correr lavaderos”, a usar machetes y azadones, etc. Se podía salir a jugar, pero también había que ayudar en la casa, muchas veces primero había que trabajar para luego salir a la calle.

Recuerdo con mucho agrado que los domingos cuando terminábamos de hacer las tareas, Papá Tito, me enviaba a la bodega a comprar una botella de ron y a la casa de algunos vecinos para que nos prestaran algunos de sus discos de vinil favoritos, Serrat, Tom Jones, Barry White y a golpes de tirar los dados del cubilete, su juego de mesa preferido y probar algunos rones, nos contaba sobre la vida. Sonreía.

Escucharlo hablar y reír era un enorme placer que te atrapaba, daba lo mismo que se tratara de contarte una película que había visto o algún pasaje de la historia de Cuba. A través de sus conversaciones se vivía, se sentía la música de la escena o se veía la pólvora de los disparos en cualquier combate de los mambises, se podía descubrir las curvas de una mujer. Era fanático a su Santiago de Cuba, sus calles, sus bares, sus congas.

A pesar de su buen carácter, era una persona de respeto y cuando se encabronaba había que cogerle miedo. Era una de aquellas personas a las que había que respetar porque era hombre y en la calle lo respetaban. Era el “jefe” de una familia y hasta cuando mi madre se atravesaba, Papá Tito respondía como todo un macho, cosa que yo admiraba. Era por supuesto, un clásico tipo machista, agradable, simpático, solidario, acogedor, pero machista de la época donde los hombres debían tener una sola conducta siguiendo a los manuales clásicos, la de hombre.

Yo, quizás por ser el primer hijo lo disfruté mucho, lo estudié, compartí con él millones de horas de conversaciones y trabajos con más conversaciones y por qué no, traté de imitarlo. Con mi padre, mirándolo y escuchándolo aprendí a afeitarme y a orinar dentro de la taza del baño, aprendí a ser amigo, aprendí a hablar y a discutir hasta ver la sangre correr sin morirme, aprendí sobre las mujeres con sus historias anónimas, que luego entendí que eran sus historias, lo que me permitió cuando empecé muy joven en el giro, saber lo que tenía que decir y sobre todo dónde tenía que tocar.

Podría escribir un libro con tres tomos sobre Tito, mi padre, soy de todos mis hermanos, el privilegiado que más compartió con él y más lo conoció, por lo que tengo muchas historias, anécdotas, cuentos, recuerdos, análisis e interpretaciones.

Mi padre era un tipo que no creía en fantasmas y me enseñó, yo aún niño, con los miedos típicos de cualquier niño, que detrás de la oscuridad solo había oscuridad y que la mierda o el vómito y la sangre, sólo eran eso, mierda, vómito y sangre, a las que no había que temer.

Recuerdo que cuando empecé a presumir, andaba con el pelito largo y con un peine en el bolsillo para peinarme constantemente frente a cada espejo que me encontraba. Todavía hoy recuerdo la voz de mi padre diciéndome: _ “Roly, los hombres no se están peinando tanto y no se miran tanto en el espejo”. Hoy cada vez que me miro en un espejo, lo que hago muy pocas veces al día, escucho la voz de mi Viejo. Recuerdo que no soportaba las chancletas, decía que los hombres no salían a la calle con ellas y cada vez que me veía tratando de escurrirme con ellas puestas, me decía: _ “¿A dónde vas?, Quítate las chancletas, si no tienes zapatos, ve descalzo”. Hoy a mis 59 años, no sé caminar, menos manejar con chancletas, se me traban en los pies, lo que me lleva a casi no tenerlas o usarlas. Recuerdo que cuando me veía con las manos en la cintura, me decía: _ “Roly, quítate las manos de la cintura, los hombres no se paran así”. Hoy mi postura más cómoda mientras estoy parado, es cruzar los brazos sobre el pecho y si soy sincero, no me gustan mucho los hombres cuando para hablar se llevan las manos a la cintura.

Trabajando con él, cuando me cortaba o me salían ampollas en las manos y se las enseñaba, lo recuerdo decir, llamando a mi madre: _ “Alicita, trae un poco de mercurocromo” y a continuación me decía: _ “Métele Roly, detrás de la ampolla, viene el callo en las manos”. Hoy soy un tipo poco impresionable, los golpes y cortadas que me doy constantemente, son para crecer.

Recuerdo que cuando Jennifer nació, mi madre esperaba tranquila en su casa a que le dijeran que la madre y la niña habían salido bien. No era doctora. Mi padre, sin que yo se lo pidiera, apareció en el hospital y me acompañó todo el tiempo, con viajes a la funeraria de Luyanó para café y cigarros, hasta que vio nacer a su nieta. Conociendo entonces lo complicado del momento, probablemente de él heredé esa afición de asistir a partos de amigos y familiares. Además de los dos míos, sumo 7 más, apostado en una acera o escalera, dentro del cuarto de espera, a tiempo completo como una buena comadrona, a veces para conversar y apoyar, a veces para aguantarle la cabeza a la embarazada mientras vomita.

Errores aparte y problemas que siempre existen, mi padre fue un buen papá y lo mejor que tuvo nuestro final fue que cuando lo acompañé en su último viaje al cementerio, sabía exactamente a quién estaba enterrando. Estuve tranquilo, no excesivamente triste, porque ya conocía que la muerte existía. Nadie me tuvo que hacer un cuento, nadie me tuvo que explicar a quién enterrábamos. Asumí el protagónico tal como era esperado de un primer hijo varón machista y le dediqué buen viaje. Por lo menos a mí, no me escondió nada, podríamos estar de acuerdo o no en algo, pero siempre, a partir de nuestras largas conversaciones y discusiones, nos dijimos la verdad. A pesar de errores y problemas, me gustaría volver a tener un papá como él.

Proveniente y graduado yo de esa escuela de papá y al mirar a mis dos hijos, otra vez, a pesar de errores y desaciertos, considerar que fui bien graduado con algunos resultados notables, aunque mi especialización en ese tema aún no ha terminado ni mucho menos, ahora, a mis 59 años, me encuentro en otro nuevo curso de la vida, la escuela de cómo ser buen abuelo y desde ahora adelanto que el nuevo estudio, para nada es jamón, aunque así pueda parecerlo.

Ser abuelo es un poquito fácil y un poquito difícil a la misma vez.

Fácil, porque salvo en aquellos casos donde los abuelos sustituyen totalmente a los padres que no existen o no les interesa, por lo que dejan de ser abuelos para convertirse en padres, la responsabilidad sobre el niño no es del abuelo. El niño tiene padres que son para el caso los absolutos y únicos responsables de todo, o sea, no sólo de proveer, sino de educar, corregir, amparar, enseñar, acompañar, sancionar, homenajear, reconocer, curar, entender, etc., no importa el momento y el orden en que se necesiten estas y otras definiciones.

Los papás son los que tienen que garantizar la salud económica, la salud física y sobre todo la salud mental de sus hijos que luego les permitirán, cuando la vida los haga caminar solos, caminar bien.

Leyendo y leyendo, una vez aprendí, cosa que declaro me costó mucho trabajo, que existe o debe existir una incondicionalidad de los padres hacia los hijos y esto no tiene por qué darse al revés, o sea, de los hijos a los padres. Incondicionalidad que no quiere decir miedo, subordinación, aprobación absurda, etc. Una vez escuché a alguien decir que “el hombre es joven, mientras vive su madre” a lo que yo agregaría también mientras existe su buen padre y eso me dio ideas del papel que le tocaba a los padres con relación a sus hijos. Hoy conozco una bellísima canción de Ricardo Arjona, “Mi novia se me está poniendo veja”, que puedo retar a cualquiera que la escuche y no termine con lágrimas en sus ojos. De ahí que la madre de un asesino en serie declare que no está de acuerdo con lo que ha hecho, pero lo vaya a visitar a la cárcel, bajo la simple justificación de que “es mi hijo”.

Es fácil porque aparentemente los abuelos tenemos más tiempo, lo que no es cierto, el tiempo es el mismo para todos, sólo que los abuelos ya no tenemos la presión que el tiempo ejerce. Entonces nos enfrentamos a la vida con más calma y por qué no, con más conocimientos.

Cuando somos abuelos ya vimos la película antes, quizás varias veces en dependencia de los hijos que tuvimos, entonces podemos adelantar los acontecimientos, los hechos, los problemas, resultados y consecuencias. Es fácil de saber, sólo por ver cómo nuestro nieto se ha levantado y ha echado a correr, que luego de pocos pasos se va a caer. Es fácil de descubrir cuándo se siente mal de verdad o es una justificación para no ir a la escuela, no hacer una tarea, etc.

Difícil porque, como ya dije, no eres el máximo responsable, tienes que aprender a callar, pedir permiso, esperar, entender, sin disgustarte. Difícil porque, como ya dije, ya viste la película como mínimo una vez y entonces puedes adelantar las consecuencias, que los papás por estar metidos en medio de la candela, no es que no quieran, sino que no pueden ver.

Incluso, lo de ser abuelo tiene su parte más difícil y es, no estar de acuerdo con lo que se está haciendo y no poder cambiarlo o pasar a una fase muy dulce, madura, y sobre todo oportuna de recomendaciones. Los abuelos debemos respetar incluso aquellas cosas con las que no estamos de acuerdo y sabemos que no funciona, dejando entonces para luego la muy respetuosa recomendación.

Es increíble cómo los niños descubren desde muy pequeños a desestabilizar a una familia, quizás no lo hagan con conocimiento de causas, claro está, pero lo hacen con conocimiento aprendidos de la vida, a veces por instintos, para lograr lo que ellos quieren y lo sé, primero que todo, porque crecí y viví mientras fui soltero con mis dos abuelas.

Los niños aprendemos muy rápido a escondernos detrás de la falda de nuestra abuela cuando el cinturón o la chancleta aparece en escena, de decirle sólo a ella que mañana tiene que ir a la escuela a reunirse con el director, a conseguir que la abuela interceda frente a nuestros padres para lograr algo, siempre los abuelos son portadores de un dinerito extra para salir con nuestra novia, son imprescindibles para lograr a última hora quien te cosa un pantalón, te lave una camisa o te haga de corredera para matar un antojo un flan o una tortilla de papa y esto o algunas de estas cosas, al menos en la familia cubana, que es la que conozco, termina por enfrentar a los padres y a los abuelos, mientras que los nietos se ríen, disfrutan y se salen con las suyas.

Los abuelos estamos llamados a mantener la paz, lo que no significa apatía. Estamos interesados a mediar casi siempre, pero sin violar las disposiciones que emanan del alto mando, o sea, los papas. Tenemos que ayudar y entender a nuestros nietos, sin convertirlos en mentirosos, o sea, permitir o enseñar que mientan a sus padres y luego al mundo o peor, convertirlos en unos monstruos a partir de nuestras malacrianzas y permisibilidades. Los abuelos estamos llamados a respetar a nuestros hijos con sus decisiones y más allá de recomendaciones y consejos, sobre todo cuando se nos piden, admitir que ellos necesitan probar y obtener sus propios resultados, muchas veces, sería lo mejor, mejorar lo que nosotros hicimos como padres.

A los abuelos se nos exige cierta inteligencia a la hora de acercarnos y relacionarnos con nuestros nietos. No podemos competir con sus papas y obviamente no podemos competir con nuestros nietos. Tenemos que poseer o crear una enorme capacidad de adaptación. De ahí que me encuentro nuevamente como alumno en la escuela de cómo ser un buen abuelo.

Mia, mi nieta, es una niña normal, como cualquier otro niño, pero posee sus propias cosas que la diferencian. Ella puede a sus nueve años, coser a mano y hacerse un vestido, tocar guitarra o practicar taekwondo y caerle a patadas a un saco de arena y combatir sin miedo con cualquiera, sexo y edad, que le caiga al frente en sus clases. Es una niña interesada en las piedras que dice que va a ser geóloga y que paralelamente se mueve a la velocidad de un lince dentro de todos los aparatos electrónicos que se han inventado. Gusta de ayudar a cocinar, hacer pizzas junto a su padre es su predilección.


Entonces es una nieta que merece una especial atención. Los abuelos tenemos que hablar mucho, tenemos que leer, tenemos que trasmitir valores e ideas que puedan servir para ayudar a formar una persona fuerte. La debilidad y la fragilidad es una de las características que más se aprecian hoy en los jóvenes, me arriesgaría a decir que, en muchos países del mundo, sobre todo los más desarrollados, entonces no podemos esperar; la infancia es precisamente el momento para construir la base de esa fortaleza, lo que no significa, para nada, destruir la sensibilidad.

Los abuelos aparentemente tenemos más tiempo, lo que es incierto, en realidad cada día nos queda menos de ese tiempo, entonces cada acción debe ser de campeonato.

Para mis amigos abuelos, que hoy deben estar rondando como mínimo los 50 años y para aquellos que aún no han llegado, pero llegaran, la idea siempre es la misma, colaboremos sana e inteligentemente con el sano e inteligente desarrollo de nuestros nietos, que tal como nos pasó con nuestros hijos, no son para nosotros, no los podremos tener dentro de una urna de cristal, no podemos lograr que la vida y sus avatares los impacten.

Hace unas semanas vi que mi nieta saltaba una “suiza”, se divertía y sonreía y para demostrarle que su abuelo era aún joven y vigoroso y que sobre todo también podía saltar recordando su niñez, le pedí el pedazo de cuerda y comencé a dar saltos. Al quinto o sexto salto, donde pensé que el corazón se me saldría por la boca, tuve que parar. A pesar de mi fortaleza física, experto yo en bailar “suiza”, mis rodillas no soportan ya saltar con mis 270 libras de peso.

Entonces he pensado, como compartir momentos exclusivos de calidad con Mía, más allá de conversaciones y entendimientos y he descubierto en internet, algo que, recomiendo a mis amigos abuelos, unos sitios que venden una especie de rompecabezas en 3D, (tercera dimensión) diseñados con pequeñas piezas de madera, armables, con temas muy variados: construcciones modernas y antiguas, autos, motocicletas y trenes, armamentos antiguos, relojes, etc.

Son diseños que vienen impresos en madera para ser cortados y armados, con un nivel de detalle y precisión impresionante. Mia y yo escogimos la arquitectura para empezar, a ambos nos gustan sobre todo las construcciones antiguas y dentro de ellas, para probar escogimos armar una pagoda japonesa. 

El “juego” resulta en varias horas de trabajo juntos, lo que se traduce con un niño en varias y diferentes jornadas, porque la pagoda japonesa está diseñada a partir de 250 piezas muy pequeñas de madera a las que hay que ir enlazando, armando, paso a paso para no romperlas. El trabajo en equipo necesita de leer y entender unas instrucciones y tener algunas habilidades con las manos para seguirlas. 

El trabajo en este caso nos permitió hablar de pagodas, de Japón, de los samuráis y por qué del sushi. El diseño acabado, además de un bello adorno y recuerdo, se convierte en una nueva experiencia que puedo adelantar, será inolvidable. 

Ahora, satisfechos y enamorados, proyectamos meternos en un nuevo diseño, la Torre de Londres y el edificio del Big Ben. Menos celulares y menos fotos para Facebook y más juegos y trabajos inteligentes, sobre todo en equipos.