martes, 12 de septiembre de 2017

Agosto 2017. Doble Eclipse Total de Sol. (Segunda Parte)



A pesar del eclipse y su importancia, otro eclipse ocurrió en Lincoln paralelamente al pronosticado y que igualmente logró ocultar, y por qué no, apagar la luz del Sol, no sólo por minutos, sino por varios días, al menos para nuestra familia.

Martica cumplió años el 19 de agosto, no digo cuántos, no estoy autorizado por escrito para hacerlo y como siempre, nos dispusimos a celebrar. Jonathan, a pesar de que habíamos organizado determinadas actividades, nos dijo que tenía una sorpresa para ese día, pero que tenía que ser por la noche.

A nosotros nos pareció extraño porque no estamos acostumbrados a demorar mucho las sorpresas y como no somos mexicanos, no podíamos pensar en mariachis, cosa que siempre ocurre en las películas y telenovelas. Entonces salimos por el día, paseamos, comimos, disfrutamos lo que nos tocaba y regresamos a la casa. Jonathan se fue para su lugar.


Alrededor de las 8:30 de la noche, Jonathan apareció, apagó las luces y nos pidió que nos pusiéramos de pie y cerráramos los ojos, cosa que a mí me pareció un exceso y no pude evitar una pequeña protesta. Me parecía demasiado tanto protocolo para una sorpresa, no obstante, como ya soy disciplinado, me levanté y cerré los ojos.

Entonces como de la nada, se encendió la luz y aparecieron frente a nosotros, muertos de risas, Jennifer, Yordan y Mia. Hoy lo recuerdo como si hubiera ocurrido una explosión. La sorpresa se venía organizando desde hacía días antes, todos nuestros amigos conocían que los nuestros venían por carretera desde San Antonio, pero Martica y yo ni idea tuvimos de lo que pasaba. Grandioso.


El abrazar y besar a los nuestros fuera de plan, por supuesto, eclipsó al programado eclipse y rápidamente generó unas vacaciones laborales que hasta ese momento no estaban planificadas, cosa que, generalmente, resultan las mejores vacaciones que uno se puede tomar.

Martica no sólo celebró su cumpleaños, sino que tuvo una extensa e intensa jornada de celebraciones. Yo, indescriptible, no tocaba a mi hija y nieta desde hacía casi año y medio y aunque existen los teléfonos y las cámaras, nada es igual al contacto físico y a las largas jornadas de conversaciones sobre todos los temas juntos y a la misma vez.


Mia, ojos bellos como suelo llamarla, entonces, linda, inteligente y muy graciosa, no sólo eclipsó al eclipse, sino que eclipsó al mismísimo Sol. Su presencia entre nosotros endulza la vida hasta los límites de la diabetes. Conversadora, ahora con esa mezcla más amplia de su cómico castellano y su inglés natal.

Todo lo entiende, para todo tiene una respuesta. Siempre se le ocurre una idea cuando de irse a dormir, a bañar o dejar de ver la televisión se trata. Al final, negociadora, pero obediente, casi al nivel de un adulto.




Tiene además la mejor de las características, es extremadamente sociable, cosa que ya he contado que heredó de su papá. Con todo el mundo se mete, a todo el mundo atiende y responde, a todo el que se le ofrece besa, tal como si se hubiera criado aquí y viera a estas personas todos los días.

Ahora Raulito y Layla, los niños de Ruso y Mayelin más grandes, por lo que rápidamente formaron un equipo sólido para juegos y risas, sólido a tal punto que siempre costaba trabajo separarlos cuando la hora de dormir llegaba.


Mia es rápida, a pocas cosas le tiene miedo, cosa buena pero extraña para su edad. Es dispuesta, solidaria, desprendida, conversadora con los otros y sobre todo con ella misma. Juega mucho sola en inglés, se entretiene, pero está pendiente de todo lo que pasa a su alrededor y siempre está presta a intervenir coherentemente. Los que la conocen y la han visto con frecuencia, estarán de acuerdo conmigo, los que no, pueden confiar, puedo estar enamorado de mi nieta, pero no soy aún un viejo chocho como para inventarme cosas.



Los que en Lincoln se reunieron para ver el eclipse, no sabían de la presencia de Mia en la ciudad por esos días, de haberlo sabido, seguro lo del evento astronómico hubiera tenido menos importancia.


Aquí estamos en el 2017. Mirando detenidamente la foto, se nos ve bien.
Esta la voy a imprimir para mi colección privada. Nadie puede dudar
que Mia es mi nieta, lo digo por el  parecido que tiene conmigo.



Agosto 2017. Doble Eclipse Total de Sol. (Primera Parte)



Los eclipses existen desde que, … Dios decidió inventar todo, no obstante, como no ocurren todos los días, siempre son noticias.

A pesar de que hoy, el hombre moderno ha llegado a estudiar, conocer y poder pronosticar los eclipses con una exactitud de minuto a minuto, los seres humanos nos paralizamos y nos dedicamos como bobos a mirar al cielo siempre que tenemos la oportunidad de presenciar un evento como este. 

Hace unos días ocurrió el último, hasta ahora, eclipse total de Sol, donde, como sabemos, la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra y por minutos, poco a poco, se va volviendo de noche, hasta alcanzar la oscuridad total.

El Estado de Nebraska, donde está la ciudad de Lincoln, se anunció como uno de los lugares dentro de Estados Unidos donde mejor se vería el eclipse programado para el 21 de agosto, por lo que semanas antes, todos los que aquí vivimos, dedicamos parte del tiempo a hablar del evento y por supuesto muchas personas del país y muchos extranjeros se movilizaron hasta aquí para disfrutarlo, lo que generó en la ciudad, un movimiento atípico de personas. Todo estaba lleno, los hoteles, los bares, los restaurantes, etc.

El evento comenzaría más o menos después de las 11:30 am y el momento cumbre, que duraría alrededor de minuto y medio, estaba señalado para la 1:00 pm, por lo que muchos trabajos y escuelas, podría decir que casi todos, paralizaron sus actividades, algunos incorporaron meriendas para los participantes y se dispusieron, previo y protegidos por espejuelos especiales, a mirar al cielo.

Nosotros, coordinamos la actividad para estar en el pequeño Zoológico de Lincoln, luego explicaré la razón, para desde allí observar el eclipse y como experiencia adicional, tendríamos la posibilidad de compartir el suceso con los animales, que, aunque están menos informados científicamente, sus instintos los llevan a cambiar sus acostumbradas reacciones.

Recuerdo haber visto un eclipse total de Sol cuando fui niño en Cuba. Puedo recordar que ahumamos cristales para poder mirar al cielo y no recibir daños graves en la vista. Nada de espejuelos especiales. No sé exactamente si los cristales ahumados resuelven el problema tal como los espejuelos especiales que use hace unos días, pero lo cierto es que, en aquella ocasión, también nos paralizamos y estuvimos en mi cuadra muchas personas mirando hacia arriba y no recuerdo haber tenido problemas en la vista hasta hoy, más allá de la pérdida de la visión que estoy padeciendo por mi edad, lo que dicen es normal en las personas cuando van dejando de ser jóvenes, salvo la excepción de una que otra abuelita que todavía a los 90 años puede ensartar una aguja sin ayuda de lentes de aumento.

Agosto 21, 2017. Secuencia de fotos tomadas por Yordan. Obviamente se pueden conseguir 
fotos profesionales de mejor calidad, pero estas son más importantes, porque son las nuestras.
No recuerdo exactamente la fecha en que ocurrió esto en Cuba, pero si recuerdo que era niño, a lo mejor de 8, 9 años y que utilizamos pedazos de cristales que nos prestábamos constantemente unos a otros para no perder los detalles. Los cristales ahumados tampoco sobraban.

Ahora, en Lincoln, el eclipse nos volvió a llevar a nuestra infancia, tal como cuando uno repite unos de aquellos experimentos que nos enseñaban en las escuelas, de donde, creo, que el más famoso debe ser el de poner granos de frijoles dentro de pedazos de algodón mojados para ver como germinan y les salen unas maticas.

Como estaba pronosticado, el eclipse ocurrió. Ahora teníamos espejuelos especiales para eclipses, gracias a la mamá de Victoria que previsoramente los compró semanas antes cuando costaban dos pesos, y que, como efecto del mercado, el mismo día cogieron el desorbitante precio de 20 dólares. El día no estuvo especial, o sea, ese día de cielo totalmente despejado y Sol radiante. Amaneció medio nublado y así se mantuvo, no obstante, se pudo ver bien el fenómeno, resumido en, desplazamiento de La Luna, el poco a poco Sol cubierto, hasta que se hizo de noche por un minuto, tal como estaba pronosticado.

Lo curioso de todo esto, o al menos lo más nuevo, es que los animales del zoológico cambiaron su forma de actuar y eso también fue claramente visible. Poco a poco, mientras se hacía oscuro, los animales comenzaron a emitir diferentes sonidos, a caminar en busca de lugares para guarecerse y adoptaron diferentes posiciones como para dormir, tal como parece que hacen cuando llega la noche. A los pocos minutos, al aparecer nuevamente la luz, nosotros dejamos de mirar al cielo, los animales volvieron a su forma anterior de actuación y todo volvió a su estado normal.

Conversaciones días antes del evento, cada uno de nosotros poniendo sus conocimientos y experiencias, minutos mirando al cielo para descubrir cómo la luz del Sol desaparecía, humanos paralizados y animales con actuaciones poco acostumbradas para la 1:00 pm. Esa fue la secuencia para este “exclusivo” evento. Lo cierto es que, en mi caso personal, no he vuelto a mirar al Sol. Se que está ahí, a veces más claro e intenso, otras oculto detrás de las nubles, algo así como leí que dijo Lennon, refiriéndose al agradecimiento, con aquello de que amanece todos los días y muy pocos nos detenemos a reparar en el hecho.










martes, 5 de septiembre de 2017

Verano 2017. Limonadas, ventas de garajes y shorts.

Todos los veranos son iguales en lo básico, calor.

Los que hemos pasado aquí en Lincoln, a diferencia de este año, han sido muy caluroso. Las temperaturas han rondado según los termómetros por días y semanas sobre los 100 grados F, o sea, más o menos alrededor de los 38 grados C, pero como el calor se combina con la humedad, la altitud, el aire, etc., por momentos nuestros cuerpos han recibido entre 106 y 110 grados F, que traducidos son una tonga de grados C., siempre por encima de los 40, temperaturas que en Cuba sólo es característica de la zona oriental del país. En la Ciudad de la Habana hace calor muy húmedo, pero no recuerdo haber tenido más de 40 grados C con frecuencia. La cercanía al mar del norte hace que cualquier airecito que se mueva, refresque la ciudad.

Sin embargo, hasta ahora, septiembre, este verano ha sido más agradable, más suave. Creo recordar que en julio tuvimos unos días, quizás dos o tres, muy calurosos, ciento y algo de grados F, pero el resto del tiempo el calor no ha sido tanto. Ha llovido mucho y eso hace que las temperaturas no sean tan altas.

Por las mañanas amanecemos entre 65 y 68 grados F, lo que resulta raro para esta temporada, y luego, aunque suben las temperaturas, se mantienen dentro de los 80 grados. Calor, pero menos sofocante. Puede ser que el invierno se esté acercando.

Con el verano aparecen las cosas que siempre distinguen a esta estación. Limonadas, ventas de garajes y shorts.

Es bueno decir que, al menos en la zona donde vivo y transito con frecuencia, los niños juegan en las aceras y los jardines de sus casas. La tan repetida idea de que los niños aquí se pasan el día frente a la TV, no se cumple en esta parte de Lincoln 100%, por suerte para ellos. Claro que donde vivo, que un día fue la zona de los ricos en la ciudad, hoy ha cambiado y los que vivimos aquí somos simples mortales, los ricos se han desplazado hacia la parte moderna de Lincoln, o sea, hacia el sur. Es probable que sus hijos, más sensibles y a los que hay que cuidar más, pasen más tiempo protegidos por paredes y muros.

Aquí es frecuente ver a los niños junto a sus bicicletas, patinetas y otros tarecos, jugando o apostados en las aceras, detrás de unas mesitas, con grandes carteles hechos a veces por ellos mismos, vendiendo limonada, tal como se ve en las películas.

No es mentira. Debe ser una tradición pasada de generación en generación, donde, generalmente las mamás, preparan grandes cantidades de limonadas, claro porque hay limones, y los niños, como parte de un juego o entretenimiento la venden frente a sus casas. Es cómico, cuando pasas, niños de 5, 6, 7 años, se las ingenian con carteles y mucha bulla para que pares y compres un vaso de limonada real. Se divierten, gastan energías, ganan algún dinerito, que luego deben gastar en caramelos. Las mamás descansan un rato vigilándolos a través de las ventanas. Si aún siguen vivos, todo está bien. La imagen, no por repetida, deja de ser linda y agradable. Tal como en las películas.

Luego están las ventas de garajes. La ciudad se llena de exposiciones y ventas, sobre todo en los jardines los fines de semana, donde las familias sacan los tarecos, a veces viejos otras no y los venden, acompañados no pocas veces de algo para tomar y comer.
Existe una arraigada tradición alrededor de esto, son como festivales que se suceden generalmente los fines de semanas, donde unos sacan las cosas a vender y otros, como haciendo recorridos turísticos, visitan los jardines para comprar.

Creo que los norteamericanos no son muy dados a regalar mucho, a diferencia de nosotros que todo lo regalamos: Todo tiene valor, pero lo cierto es que los precios en esas ventas de garajes son impresionantes. Te puedes empatar con el mejor mueble de tu vida o el mejor equipo electrodoméstico por unos muy poquitos dólares. A veces aparecen cosas viejas en buen estado, que para los que gustan de la onda antigua es perfecto, a veces las cosas son casi nuevas o incluso nuevas de paquete sin usar. Puedes comprar una maravilla por el precio súper módico de 1 dólar.

Las familias norteamericanas, generalmente, son grandes consumidoras de cualquier cosa, comprar y compran durante todo el año, durante toda la vida y entonces las casas se llenan de objetos, muchos para mi gusto innecesarios. Llega el momento que no se puede caminar dentro de las casas, los garajes, los jardines y los patios y entonces aparece la idea de estas ventas de garajes. Son muy curiosas, porque se vende de todo, desde un tractor pequeño para arreglar jardines hasta pequeños adornos de porcelana viejitos, de la época de nuestras abuelas. Y como es una tradición, pues los vecinos pasean, se bajan, miran, regatean precios y compran. Es como una fiesta silenciosa que ocurre paralelamente al resto de la vida.

Lo de los shorts es impresionante. Parece que como pasamos meses vestidos, y a veces muy vestidos, tan pronto sale el Sol, la gente va a lo más sencillo. Los niños andan descalzos, los jóvenes y no tan jóvenes salen a caminar sin camisas y a veces también descalzos y las mujeres, todas, se ponen un short.

Usan short las mujeres jóvenes, bonitas y de buen cuerpo, lo que resulta muy agradable a la vista. Las feas de buen cuerpo también usan short, lo que sigue resultando agradable a la vista si no las miras a la cara. Las de mal cuerpo y fea cara, pues también usan short, lo que no tiene consecuencias en uno si no las miras mucho. Las flacas, las gordas, las extra gordas, las súper gordas, las gigantescas, etc., todo el mundo anda en short. A veces los shorts son tan cortos, que hasta un tipo como yo, que estoy más allá del bien y el mal en este aspecto, me ruborizo. JAJAJA

Pero en realidad es lindo, porque demuestra que, a nadie, o al menos, a una gran parte de los que aquí viven, les importa mucho el tema de lo que piensen sobre ellos, las modas, los paparazzi, etc. La gente prefiere estar cómoda sin importarles mucho la edad, las curvas, las celulitis, las formas, etc. La gente, en short, sin camisas, descalza, pretende estar cómoda.

Es curioso ver a una mamá con dos, tres, cuatro niños, paseando por las aceras descalzos, caminando por encima de la tierra o la hierba. Me dedico a mirar las plantas de los pies de los niños y casi siempre están negras del churre, pero sus caritas están felices.

Esto contrasta con nuestra experiencia de vida. Por lo general, nosotros, sometidos a constantes comparaciones y evaluaciones, somos más cuidadosos con el asunto de la apariencia. No sólo nos preocupamos por estar limpios y que se vea, sino también nos dedicamos a los arreglitos con nuestra ropa y cuerpo. Todo tiene que combinar, todo tiene que estar a la moda. Es como si supiéramos que alguien constantemente nos está evaluando.

Revisemos el asunto. Nos invitan a un cumpleaños de niños, entonces cogemos a nuestro pequeño infante y le metemos una camisa de mangas largas, un pantalón con cinto y unos zapatos de piel. Y, además, para colmo, le describimos el protocolo a seguir, no te ensucies, ten cuidado con la camisa y la corbata y por favor, no vayas a romper los zapatos. La mamá orgullosa, pues su hijo es el más vestido de la fiesta, al día siguiente todo el mundo lo comenta en Facebook y lo comparan con un hombre recortado. El niño jodido, porque además de vestir como un muñeco, no puede moverse, no puede correr, se ahoga cuando brinca y para colmo pasó todo el tiempo cuidándose los zapatos.

Nuestra hija cumple 15 años y entonces, siguiendo una tradición que nada tiene que ver con nuestra historia y con nuestras vidas, tal como cuando poníamos un arbolito de navidad en nuestras casas cubanas y gastábamos libras de algodón para reproducir la nieve, pues la metemos en un vestido gigantesco lleno de vuelos, con miles de adornos en la cabeza, el cuello y las manos y le remetemos toneladas de pintura en la cara, a tal punto que casi siempre cuesta trabajo reconocer debajo de todo ese andamiaje a la personita linda, natural, discreta, graciosa y sobre todo joven que en realidad es. He visto sesiones de horas de fotografías y videos, donde la cumpleañera al final de la historia le cuesta trabajo hasta sonreír, pero la mamá insiste, porque tienen que tener fotos de 15 años igual que la hija de la vecina. Fotos y videos que luego, la quinceañera, odiará toda su vida.

No quiero decir que la forma de vivir de los norteamericanos sea la correcta, pero si descubro que muchas de estas personas viven más allá de la forma de su anatomía o de un paquete de celulitis acumulado en partes específicas del cuerpo o en todo el cuerpo. Estas personas son más libres, al menos en este aspecto y no sé ahora exactamente si la palabra libre es la más correcta para identificar lo que quiero decir.

De momento pasan menos trabajo y tratan de disfrutar. Podrían parecer hasta medio descuidados para nuestros preceptos, pero descuidados o no, son así. Los sábados y domingos, andan en short y chancletas mete dedos, no importa si trabajan en un banco, en una oficina comercial o sencillamente son dependientes de una tienda que vende vegetales. Pasan menos trabajo e imagino que dedican menos tiempo a saber si las medias combinan con la camisa o los bolsillos del short que se van a poner son del diseño del año pasado o de este año.

Cuando los ves reunido, salvo en actividades de muy alto nivel donde la etiqueta es obligatoria o se requiera de un uniforme, resulta cómico porque en un grupo de 6, 8, 10 personas, no puedes descubrir un estilo, ni una tendencia. Cada uno está vestido como su cabeza lo inspira, por lo que puedes encontrar a una muchacha con un vestido medio largo, medio abierto o totalmente abierto al costado y un sombrero de yarey y su amiga viene con un short corto casi metido entre las nalgas, en el mismo momento que uno de los amigos tiene un pantalón con tirantes y unas botas de vaquero. Lo que me dice que no se han llamado para ponerse de acuerdo o al menos no se han podido poner de acuerdo para parecer un combo.

Pienso que los que provenimos de otros lugares, no sé si por tratar de portarnos bien, o por auto subdesarrollo o peor, por un gran complejo de inferioridad, a veces pasamos mucho trabajo para vivir, más del que tendríamos que pasar, porque nos atamos a criterios, modas, comparaciones, que nos llevan incluso a estar combinados para ir a la cama, por si acaso alguien entra y nos pilla dormidos.

Yo, que reconozco tengo mis problemas, me acabo de hacer un pelado medio extraño, fuera de lo normal, por primera vez en mi vida. Lo primero que me pasó es que cuando llegué a mi casa mi mujer me recibió con un, tú estás loco, estás muy viejo para pelarte así. Sin embargo, todos mis compañeros norteamericanos quedaron encantados, algunos me felicitaron, y aunque parezca increíble algunos de los residentes, acostumbrados a verme en estos últimos 4 años con un mismo tipo de corte de pelo, se han parado a halagarme el pelado que me he hecho. A muchos les parece lindo, a otros le parece cómico. Al final es sólo eso, un pelado, el pelo aún me crece y como he dicho anteriormente aquí cada cual hace con su pelo lo que le da la gana. Nada es extraño, nada es fuera de lo normal, nada es censurable.


No es que crea que los de aquí están bien en el mismo momento que nosotros estamos mal, sólo me parece que ellos, cada uno de ellos, viven sus vidas como sus cerebros les dictan, tienen menos miedos a ser evaluados por la ropa, los tatuajes, los colores de pelos, etc. Tienden menos a pensar en la opinión que podrán tener los que los rodean, cosa que a nosotros nos cuesta más trabajo, aunque lo neguemos rotundamente.