martes, 29 de julio de 2014

"Lincoln Nebraska + Two Toy Cameras". (Video)

Gracias a Joaquín y a Jill, amigos nuestros, he podido ver, y sobre todo disfrutar, este vídeo sobre la linda ciudad donde vivimos, Lincoln.

En realidad es sólo una pequeña parte de lo que vemos todos los días, con ganas y recursos, claro está, se podrían filmar muchas horas más.

Les dejo la dirección en YouTube, sólo tienen que dar un click en el link los que tienen acceso a internet, los que no, no se ni qué recomendarles.

"Lincoln Nebraska + Two Toy Cameras"


https://www.youtube.com/watch?v=HwjVrjUZk2U



domingo, 20 de julio de 2014

Las iglesias de Lincoln. (Segunda Parte)

Recuerdo con doble tristeza que cuando murió mi padre, la tía abuela mía, la monja misionera, que ya estaba radicada en Cuba definitivamente debido a su vejez, aquella con la que mi padre absurdamente no quiso retratarse, estuvo toda la madrugada, acompañada de otras tres personas, rezando y cantando bajito al lado del ataúd donde reposaba el cuerpo de mi Viejo. Gesto que ni yo, el mayor de sus hijos, tuve. Mi tía abuela Ofelia, no guardó la discusión, no retomó la idea absurda de que mi padre, o sea, su sobrino, no quiso dejar un simple recuerdo en un papel con brillo. Imagino que lo perdonó y le rezó y le cantó toda la madrugada. Visto desde aquí, bajo la óptica del materialismo histórico, fue algo así como, “no quieres caldo, entonces te doy tres tazas”. 

Mi paso por República Dominicana fue cómico, pues allí todo el mundo es católico. Ya pueden imaginar. Pero no soy quién para cuestionar más sobre esto, cada pueblo tiene sus características. Lo cierto y bueno es que gracias a eso tienen  muchos días feriados en el año. JAJAJA.

Llegué a los Estados Unidos, pasé por Miami y luego me radiqué en Lincoln, Nebraska. Estando ya aquí, nos recomendaron que fuéramos a una Agencia Católica, que ayuda a las personas y entonces, cubanos al fin, allí nos fuimos.

Asombroso. Llegamos y lo que primaba era la sonrisa, gesto que recuerdo poco en la Cuba de los últimos años que allí viví. Luego esa agencia nos regaló, dos camas cameras, un sofá, dos butacones, una mesa de comedor, tres sillas, dos mesas de noche, gaveteros para closet, lamparas, utensilios de cocina, dinero en efectivo para que nos compráramos ropa en una tienda muy barata que ellos tienen, nos ayudaron con los papeles que le faltaban a Martica, nos invitaron a coger comida de la que tienen allí para que las personas pasen y la lleven, incluyendo pan, todo el pannnnnnnnnn que quisiéramos y nunca, nunca, nos preguntaron si eramos católicos, no eso, nunca nos preguntaron si creíamos en algún dios, en algún santo, en una piedra o en una rana. Nunca nos preguntaron si pensábamos ir a la iglesia a partir de ese día. Sencillamente nos regalaron todas las cosas que antes mencioné y se sintieron contentos de haber ayudado, no a militantes religiosos o comunistas, sino a simples seres humanos necesitados de ayuda.

Luego he observado y comprobado en la práctica que aquí las iglesias, todos los sábados y domingos, regalan comida a las personas que quieran ir a recogerla. Fuimos al principio a una que nos queda casi al frente de la casa. Nunca nos preguntaron si trabajábamos, si teníamos dinero, si éramos primos de alguien o si creíamos en algo. Todo el tiempo con una sonrisa, nos entregaban a Martica, a Jonathan y a mí, frutas, leche, queso, verduras, dulces, pannnnnnnnnnnnnnnnnnnn, refrescos, etc. Cubanos al fin, dirigidos por Martica, nos íbamos los tres a la fila. Estos alimentos, bien administrados pueden alcanzar para comer casi la semana entera. Comida fresca, ropa, muebles, a cambio sencillamente de nada. Nunca nos han ofrecido opio.

Recuerdo que trabajando en el Instituto de Comercio Exterior, un día la profesora Magda, que además era mi amiga y tía joven, me dijo: Roly, vete a ver a la compañera de personal, que están entregando a cada profesor una frazada para limpiar. Yo que hasta ese momento nunca había pedido nada, pues conocía mis limitaciones, frente a la insistencia de Magda me animé y me fui a pedir lo que supuestamente me tocaba. La compañera de personal me respondió que las frazadas de piso eran para los profesores de plantilla, yo, que era profesor contratado no tenía derecho. 

Frustrante. Era mi primera vez en aspirar a algo que daban, trabajaba como un loco dando cursos todo el día, mañana y tarde, mucho más que algunos profesores de plantilla. Tenia como profesor muy buena reputación, más que la que tenían algunos profesores de plantilla. Mis alumnos me querían, mucho más que ha algunos profesores de plantilla y no me daban un pedazo de trapo para limpiar el piso, solo por un problema de status administrativo. Cuesta trabajo entender.

Para decir toda la verdad, la compañera de personal, que quizás no hacía más nada que cumplir con una disposición que venía de arriba, a los dos días me llamó y me quiso entregar la importantísima, para aquellos años, frazada para limpiar el piso. Se habían reunido para analizar el caso y habían decidido que la merecía. No escribo lo que le dije, pero los que me conocen, pueden saber más o menos por donde estuvo la cuerda.

En fin, recuerdos y experiencias vinculados a la religión.

Estados Unidos, donde está incluida la ciudad Lincoln obviamente, es un país multiorigen, y no solo eso, sino que anualmente siguen llegando, por diferentes razones y programas, miles de personas de todos los continentes del planeta tierra. Cosa que se detecta muy rápido cuando uno camina por las calles. Diferentes fisonomías y colores de piel, diferentes idiomas, diferentes formas de vestir, mercados para comidas africanas, asiáticas, europeas, mexicanas, restaurantes de todos tipos y especialidades, diferentes músicas y bailes, áreas dentro de los mercados americanos para comidas extranjeras, y por supuesto, iglesias de todas las denominaciones religiosas. 

Lincoln, tiene muchas iglesias. A veces parece que en cada cuadra existe una. No son como las iglesias cubanas, porque recordar que nuestra religión oficial durante varios siglos fue la católica y esto generó un tipo de arquitectura, espacios, imágenes, etc, heredado de la España que nos colonizó y la fortaleza religiosa de la Union es otra precisamente. Aquí, en Lincoln al menos, las iglesias son mas sencillas, algunas más modernas y su construcción, en sentido general, es más ligera. No he visto por aquí, algo parecido a la Iglesia de los Pasionistas o la iglesia de Reina, menos a la Catedral de la Habana o la de Santiago de Cuba.

No obstante, las iglesias son también lindas, muchas construidas totalmente de ladrillos a vista, con campanarios, vitrales y patios. Se llenan, sobre todo los domingos, no sólo de personas que van a recoger comidas, sino de fieles que van a rezar, cantar, pedir, desear y también a ayudar.

Como este escrito tiene el objetivo de las iglesias, JAJAJA, les dejo las fotos de algunas. Ellas hablan mejor por sí solas. 
















Las iglesias de Lincoln. (Primera Parte)

Este escrito va dirigido como homenaje a Tía Georgina, única sobreviviente de la antigua camada de la familia Tomé. Los que la conocen entenderán fácil el por qué. Espero que ella tenga todavía tiempo para leerlo.

No soy un tipo religioso, nunca lo he sido y creo que ya no lo seré, aunque uno nunca sabe lo que le espera en la vida y las cosas que se hacen frente a determinados eventos. Dejo la posibilidad abierta para que no me acusen de inflexible. JAJAJAJA.

Nací en una familia que escogió, entre otros, dos grandes lemas para vivir, lemas que casi estaban escritos en las paredes de la casa, “Estudio, Trabajo y Fusil” y “La religión es el opio de los pueblos”. Mi bisabuela Alicia, española de Asturias, contaba que cuando llegó a Cuba muy joven, todavía adolescente, linda, rubia de ojos azules y católica, un cura cubano trató de enamorarla, o sea, en buen cubano, el “padre santiaguero”, trató de meterle las manos. Para ella, asturiana del campo, algo andaba mal. Dicho evento hizo que dejara de creer en lo que por tradición familiar creía y por supuesto que pasara esa no creencia a su descendencia.

Crecí en un momento en el que a los religiosos, no importaba de cuál denominación fueran, se les miraba como bichos extraños, atrasados y sobre todo, enemigos del proceso que se estaba desarrollando en la Cuba de aquellos años, incluso cuando ellos no se habían manifestado en contra de nada. Es cierto que algunos curas, defendiendo sus intereses y los de sus feligreses, habían obrado en contra, pero los curas no son las religiones, tal como los comunistas que se equivocaron a través de los años, no eran el comunismo. Ésta fuerza pública hizo que muchas  personas se convirtieran al marxismo leninismo en su más que conocida versión caribeña y que otras ocultaran muy fuertemente sus santos. 

Soy testigo de que en aquella casa donde la religión era el opio de los pueblos, el cuadro tradicional del Corazón de Jesús que había en casi todos los hogares cubanos, un buen día comenzó un recorrido, quizás imitando el Vía Crucis del verdadero Jesús,  de la sala al pasillo, luego a una pared del cuarto de mi abuela Mamá Yuya, para después de una pequeña escala dentro del closet, parar debajo del colchón de la cama donde ella dormía. Lugar poco acogedor donde estuvo Jesús hasta que lo encontramos un buen día cuando levantamos el histórico colchón, después de la muerte de mi abuela,. Pobre Mamá Yuya mía, cuánto sacrificio conceptual tuvo que hacer para que sus hijos y nietos "progresaran" en la ideología que algunos, en nombre de la mayoría, habían escogido.

Mi padre cada vez que se daba un golpe o algo le salía mal, se cagaba en Dios, cosa que cuando niño me parecía fantástica y divertida y que inevitablemente heredé sin pensar y que hoy, ya pensando, todavía sigo haciendo. Recuerdo que un buen día, siendo yo todavía niño,  apareció en mi casa una hermana de mi otra abuela, Tomasa. La tía abuela era monja misionera y había salido de Cuba mucho antes que Fidel fuera a la escuela primaria. Ella en su primer viaje de visita a su tierra natal, quiso llevarse como recuerdo una foto de su familia y mi padre, ni atrás, ni alante, no hubo manera de que se incorporara a la fotografía. ¿Fotografiarse con una monja “enemiga”? Ni pensarlo. Peor aún, porque convirtió el momento familiar en una discusión filosófica sobre la religión y el opio de los pueblos, que no creo que ni la tía monja misma entendió mucho. Ella era misionera, no política.

Luego a mis 15 años, me encontré con Martica, cuya familia paterna era pública y orgullosamente católica. Imagínense, católicos en plena década del 80 en Cuba.  Buenas personas, muy honestas, decentes, trabajadoras, extremadamente solidarias, muy familiares, responsables, que tenían para aquel momento un pequeño problemita, eran católicos confesos, o sea, punto menos que anormales.

Mi vínculo con Martica me llevó a Normita y Robertico y con ellos a sus familiares. El abuelo -  papá de esa familia, El Dr. Martín Landa Bacallao, fue uno de los mejores médicos que permaneció en Cuba después del triunfo revolucionario. Dinero tenía para vivir en cualquier lugar del mundo, había viajado mucho antes del 59, sin embargo, descendiente de mambises, escogió el patriotismo como camino. Amaba a Cuba. Su biblioteca, donde luego yo pasaría muchas horas, tenía dos temas: la medicina y la historia, sobre todo la historia de Cuba. Fue un eminente científico y un incansable trabajador. Tenia un problemita para aquellos años, era masón y no solo masón, sino que tenia uno de los mayores grados dentro de la masonería cubana.

Yo seguí siendo antirreligioso furioso, heredado de mis padres que habían completado su doctrina estudiando Historia y Marxismo Leninismo en las universidades cubanas. Hasta que llegó mi momento de estudiar y matriculé la Licenciatura en Historia de la Facultad de Filosofía y Historia de la UH, la facultad ideológica de la universidad habanera. Lugar donde bajo la óptica del materialismo histórico tuve que estudiar religión de todas las formaciones humanas que han existido. Yo tenia un problemita, no era religioso, eso era bueno, pero mi ideología estaba diferente a lo que trataban de explicarnos en las clases. Imagínense, estudiar historia en un país comunista, sin estar de acuerdo con el comunismo. No se aún cómo no me volví loco. 

Recuerdo que estando en primer año, en una de aquellas reuniones que se hacían para “purificar” el ambiente, una de nuestras compañeras de clases, si mal no recuerdo se llamaba Orquídea, gordita, matancera, no muy buena estudiante y bastante sata, fue sacada de la carrera porque su papá era pastor, creo que evangelista y ella, al haber crecido en ese ambiente, pues creía en lo mismo que su papá. Ni más ni menos tal como yo imité al mío. ¿Hizo algo inadecuado? No. Sólo creía, a su manera, en lo mismo que creía su familia y quizás con la ingenuidad propia de la juventud, lo hizo público. No sé a dónde fue a parar, a lo mejor con el tiempo se hizo militante del PCC.

Luego de graduarme fui a parar al Museo de la Ciudad y al Casco Histórico y esto me hizo vincularme más a la religión. Sin creer en nada, tuve que reforzar mis conocimientos sobre la historia religiosa cubana y sus manifestaciones artísticas para poder explicar y enseñar a los visitantes, importante por supuesto los visitantes extranjeros. Estudios que me llevaron a conocer, no solo sobre la religión católica, sino a acercarme a las religiones afrocubanas, no tan de moda en aquellos años como lo están ahora.

Trabajando con Leal, necesité revisar la fabulosa Historia de Cuba escrita por Levi Marrero, en busca de una mayor y diferente información a la que ya tenía. Primero fui a la Biblioteca Nacional, sólo tenían la mitad de la obra, pero los libros estaban en lo que se llamaba “Reserva Amarilla”, o sea, no públicamente revisables o no revisables por todo el mundo, pues Levi Marrero fue uno de los “equivocados” que había abandonado el país después del triunfo de la Revolución. 

Complicado asunto, yo era historiador, trabajaba nada más y nada menos que con el Historiador de la Ciudad y necesitaba de una carta y una verificación para revisar un libro sobre La Toma de La Habana por los ingleses en 1762. ??????????? Hecho histórico ocurrido mucho, muchísimo antes de que Fidel fuera a la escuela primaria. Entonces me dirigí al Seminario de San Carlos y San Ambrosio, que me quedaba a pocas cuadras de mi trabajo y para mi asombro, no sólo me ofrecieron cariñosamente los libros, sino que yo mismo los podía buscar en el librero. Podía leer lo que se me antojara, incluyendo las obras de Marx, Engels y Lenin, que por supuesto más nunca  he vuelto a leer. Qué diferencia, para los católicos no había Reserva Amarilla.

Mi trabajo en el Museo de la Ciudad y la Habana Vieja, mis deseos de aprender y sobre todo mi relación con mis amigos de la Casa de África, me llevó a acercarme a las religiones afrocubanas, y me dio la posibilidad de participar en toques de santos, violines, plantes ñañigos, etc. Un día fuimos a parar a Matanzas, a una Casa muy antigua dentro de la religión Abakua, era la primera vez después del triunfo de la Revolución que la procesión con que termina la iniciación, “debidamente autorizada por todos los factores”, saldría a la calle a desfilar. Para todas aquellas personas que estaban allí, el acontecimiento tenía doble importancia, la iniciación y el desfile en la calle. Allí estuve 48 horas, la actividad oficial religiosa terminó con una fiesta en la casa de una de las personas más importantes de ese Juego. 

Nosotros, simples jóvenes “chismosos”, fuimos presentados como historiadores connotados y atendidos con miles de honores, como nunca nos habían atendido en nuestros museos, allí el único en recibir honores era Leal. En uno de los intercambios de ideas que tuvimos, le manifesté a la persona que nos atendía directamente que me llamaba la atención que durante 48 horas seguidas, aquello lleno de hombres tal como lo demandaba la religión abakua y ron por donde quiera y sin embargo, yo no había visto decir ni una sola mala palabra, ni había presenciado un mal gesto, ni olía la más mínima manifestación de violencia. El tipo, que por cierto, según decían, era muy amigo del Comandante Juan Almeida, ?????????????, riendo me explicó y comenzó a presentarme a varios de los religiosos que allí estaban reunidos. 

Por delante de mí comenzaron a desfilar abakuas que además eran médicos, abogados, y otros graduados universitarios, pero también militantes del PCC y para colmo internacionalistas, varios incluso con tres misiones de guerra. ¡Qué contradicción! La religión era el opio de los pueblos y mi tía abuela estaba de misionera en África y América Latina, dando comida, curando y enseñando a leer a los pobladores de los más recónditos lugares, y estos negros abakua, muchos no sólo eran graduados universitarios, sino que eran  militantes del mismo partido que mis padres, aquel partido que enunciaba lo del veneno para los pueblos y muchos eran poseedores de medallas de internacionalismo proletario, la máxima expresión del hombre comunista, que por teoría era un hombre superior.