viernes, 7 de agosto de 2015

Ayer chocamos

Ayer chocamos. En realidad chocó Martica que era la que estaba manejando.
Desde hace unas semanas hemos retomado la idea de que ella acabe de sacar su licencia de conducción americana y eso nos ha llevado a organizar sesiones de prácticas.
Después de algunos años sin manejar, ella maneja bien para adelante, pero para atrás necesita aún cogerle la vuelta o los truquitos.
Entonces como todos los días, llegué de mi trabajo, dispuesto y además alegre, lo que habla bien de mi como marido y nos fuimos a manejar con el pretexto de ir a una tienda a comprarme unos tennis buenos y “caros” para jugar racquetball. Lo de jugar con zapatos inadecuados ya me ha provocado dolorsitos en la espalda, nalga y muslos, o sea, lo que significa tener el nervio ciático "pinchado" o inflamado.
Llegamos bien, pero Martica se metió mal en el parqueo de la tienda, ya saben, las dos famosas rayas que están en el piso. Entonces después de mi dulce orden para arreglar el parqueo, le dio para atrás y no sabemos ciertamente si:
Soltó el freno demasiado rápido.
Aceleró mucho.
No vio el carro que tenía atrás
El carro bajó de los cielos y se paró detrás de ella de pronto como por arte de magia.
Lo que sí sabemos es que paró cuando sintió el golpe.
En realidad no fue mucho, casi nada. Nuestra defensa trasera se abolló un poquito en la esquina izquierda y la defensa del otro carro se rajó un poquito. Ya saben, defensas plásticas.
Ella, me miró y me preguntó, le dí? Y yo con la madurez que me caracteriza, primero le dije no ha pasado nada, luego me bajé y miré. Me asombró mi ecuanimidad. JAJAJA
La primera idea que se me cruzó por la cabeza fue, vamos echando. Por suerte tuve otra idea y me quedé. Me asombró mi honestidad. Los parqueos aquí están llenos de cámaras. JAJAJA
Decidí buscar un papel y un bolígrafo para dejar mi número de cel en el carro víctima, pero en ese momento aparecieron las ocupantes del mismo. Dos mujeres, una de treinta y pico de años y la otra de más de 60. No sé si eran familia, no les pregunté. Tenían los ojos azules, pero ojos azules aquí tiene casi todo el mundo.
Al vernos parados al lado de su carro se asombraron, porque a todas luces no nos conocíamos. Cuando le dijimos que las habíamos chocado, esas personas comenzaron a reír, a decir que esas cosas pasaban, a darnos ánimos, etc. En realidad yo esperaba una reacción suave, típica de la mayor parte de las personas de Lincoln, pero no tan suave. Fueron más cariñosas que muchas de las personas que conozco desde hace muchos años.
Esas personas de forma inmensamente agradable, casi nos agradecen por haberlas chocados. Sólo faltó que nos dijeran, no es nada, denle más duro. Ambas se desgastaron el darnos explicaciones, en decirnos que eso pasaba, que la vida era así y para nuestro asombro nunca dejaron de sonreír. Para mí fue una tremenda clase de autocontrol.
Llamamos al seguro, hicimos los trámites de rigor y nos despedimos tal como si fuéramos viejos amigos que se estaban dejando de ver después de haber pasado un buen rato en una fiesta.
Mientras regresábamos a la casa, yo con los tennis nuevos en la mano, y Martica manejando, su problema evidentemente no es para adelante, le dije:
Estas personas o están locas de remate, o están muy aburridas y el choque ha incorporado algo de excitación a sus vidas, o son extremadamente religiosas, me pareció entender que mencionaron a Dios mientras hablábamos, o sencillamente son muy, pero muy buenas personas.
Yo, que fui parte de la culpa, por no bajarme y empujar el carro hacia detrás, JAJAJA, me he quedado boquiabierto con la reacción. Ni el más mínimo disgusto, ni por asomo una cuota de preocupación.
Salimos bien. Tropezamos además con dos personas del otro mundo. No obstante, esto me pone en alerta, pues en cualquier momento, nos cambian el nombre de familia Torres Tomé a familia de los Choques. JAJAJA

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