Continuación
En la primera parte de este escrito he tratado, no sé si lo conseguí, de dejar claro que no significa inaugurar una cazaría, entre otras cosas, por diversión. No significa ir preguntando: ¿Fuiste militante, fuiste revolucionario, colaboraste con el gobierno cortando caña, sembrando café, haciendo guardias en tu barrio, pintaste la escuela de tus hijos, arreglaste las sillas y mesas? Oh entonces eres el Diablo y tienes que irte a morir a Cuba, el infierno.
No hablo tan siquiera de las FAR, ni del MININT de
forma general, esos lugares también tienen oficinistas, cocineros, choferes,
mecánicos, médicos, etc., que están allí adentro escapando, viviendo, pero cuando llegan a sus
barrios tienen que comprar, vender, aceptar, mirar para otro lado, porque lo de
la doble, diría yo triple, cuádruple, quíntuple moral en Cuba es más que un planteamiento
teórico.
No hablo de los internacionalistas que Cuba envió a
tantos destinos, porque muchos de ellos fueron enviados sin saber a dónde iban, muchos
de ellos cumplieron la mayoría de edad con un fusil en la espalda dentro de una
trinchera, otros fueron siguiendo una idea inyectada como un antibiótico que
hablaba de la necesidad y el disfrute de liberar al mundo explotado. No hablo
del médico, la enfermera, que participaron en guerras desde el principio de la
revolución y que con su labor enseñaron a otros a hacerse médicos y enfermeras,
ni tan siquiera hablo de esos batallones de trabajadores de la salud, porque
todos no son expertos en medicina, que, con tal de escapar hoy pasan dos, tres,
cuatro años en misiones de las llamadas médicas, de las cuales ya se viene con
algo más que una medalla y un diploma como al principio.
No hablo de todos los militantes de la UJC y del PCC. De
ellos tuve muchos familiares y amigos sobre los que puedo asegurar que no
hicieron daño personalmente a nadie. Creyeron, se incorporaron y sobre todo
trabajaron, aunque es cierto que otra gran parte de esos revolucionarios llamados “la vanguardia” estuvieron
siempre metiendo con la cara, tal como dice la canción de Juan Luis Guerra,
esperando que llueva café en el campo, escapando o sencillamente, moviéndose con
la manada, pero que desde el punto de vista personal no han hecho grandes
daños, trabajan, levantan la mano como parte del espectáculo, van a las marchas
y si llegan al final miran hacia otro lado para no saludar a la tribuna, cogen
lo que pueden coger, escapan mientras puedan escapar.
Han hecho el daño del bulto, muchos han sido contados
como números que apoyan, muchos estuvieron o están porque “no les queda más
remedio”, es mejor estar embarajando que bajarse a esta hora, muchos están
esperando y creando un expediente de enfermedades que les imposibilita
participar. Si algo somos los cubanos es extremadamente hábiles para escapar.
Eso nos lo enseñó el comunismo.
No hablo de nada de esto, hablo del DAÑO.
Para los asombrados hoy, real o falsamente, es bueno recordar que lo del pase de cuenta no es nuevo para la humanidad, tampoco lo es en Cuba. La idea de resolver los temas, incluso personales, está tan arraigado en nosotros como nuestra pertenencia a un lugar específico, por tanto, la revolución de 1959, antes del triunfo y después del triunfo optó por esta solución.
Existe una lista grande, ahora no necesaria, sobre todo en los primeros años, de los ajusticiados fuera de la justicia que existieron. Sin hablar de los atentados en las luchas clandestinas, después del triunfo, muchas personas, a veces muy culpables, otras no, fueron sacadas de sus casas, llevadas a lugares apartados y ajusticiados dirían algunos, asesinados dirían otros. Sobre todo, algunos meses después en esos mismos momentos, la existencia de tribunales llamados “populares” donde a partir de cualquier testimonio, sin mucho tiempo para investigar y sin muchas garantías procesales, se presentaron y sancionaron incluso a muerte a muchos llamados batistianos. Los nombres todos los conocían, ellos estuvieron en listas desde mucho tiempo antes.
¿Hasta dónde todo esto fue justo, real, investigado,
respaldado por información verificada?, ¿Hasta dónde se incluyó la revancha, la
venganza, el desborde del llamado pueblo afectado?, ¿Hasta dónde una bofetada
se convirtió en un hecho de sangre sancionado con la muerte?
Es difícil determinar, la línea entre una cosa y la
otra es demasiado fina. Si los llegados al poder son de color azul, todos los
que amen ese color están en el poder.
Fue realmente Marcos Rodríguez, alías Marquitos,
verdadero delator de los sobrevivientes del ataque al Palacio Presidencial
escondidos en Humboldt No.7 y por eso sancionado a pena de muerte años después
de los sucesos de los que se le culpó?, ¿Fue el comandante Hubert Matos un
verdadero traidor como se le presentó?
Entonces, vuelvo a mi análisis central, estoy a favor
de que, luego y sólo luego de una rigurosa investigación, donde existan como es
lógico testigos o afectados que declaren con sus caras, no de forma anónima,
aquellos que hicieron daño a cualquier persona en Cuba paguen por ello, en el
mejor de los casos sean devueltos al “paraíso” que defendieron con las uñas.
Si, como víctima de esos personajes que fui, conozco lo que se le puede hacer a un ser humano, inocente o culpable, da igual, por esas personas emborrachadas del poder o sencillamente utilizadoras del poder, que les permitió en busca de la verdad o en el invento de una verdad, torturar, como mínimo psicológicamente, burlase, chantajear a una persona y por supuesto a todos los que se relacionaban con ella, familias enteras.
Conozco lo que significa acusar a alguien de tener problemas
ideológicos, solución fácil y muy utilizada y desplegar hacia y en contra de
ella todos los resortes incluso los de la familia.
¿Qué tal si hoy te encuentras al instructor de Villa
Marista o de 100 y Aldabó, por sólo citar dos lugares de los miles que existen
en Cuba, que disfrutó con no dejarte dormir por días o se reía cuando tú te
lamentabas de un enorme dolor, comiendo al lado tuyo en un restaurante de
Estados Unidos, que obviamente es más que Miami?, ¿Qué tal de aquel que te
inventó una causa por la que “alaste” 5, 10, 15 o más años dentro de el “tanque”?,
¿Sería cómodo que quien te arrancó casi un brazo, que te dio patadas mientras
estabas en el piso incluso ya esposado, hoy maneje la guagua que lleva y trae a
tus hijos de la escuela?, ¿Qué tal que el vecino que se ensañó en ti y los
tuyos, que no te dejó vivir, que te llevó varias veces a una estación de la
policía acusándote de … hoy sea tu vecino nuevamente, te felicite en Halloween,
el 4 de julio, por Navidad y Noche Buena y te hable todo el tiempo mal del
gobierno cubano y te hable de libertad, de democracia, de lo bien que se vive
en USA?
No, no podemos olvidar, tal como no olvidan los
judíos. Si, es cierto, esas personas, muchas hoy han envejecido, pero fueron jóvenes
un día y no dudaron en hacer daño. Como dice un viejo refrán cubano, repetido
por Martica con frecuencia, muchos de ellos han pasado de sinvergüenzas a viejos.
¿Cómo creer que un fiscal, un juez, declare que no sabía lo que hacía, mientras condenaba a personas a muchos años, sólo porque gritaron libertad? Esos casos pasaron de sinvergüenzas a hijos de puta.
Sigo siendo partidario de el que hizo daño probado, sea regresado. Nunca sabremos bien lo que significaron aquellos mítines de repudio, donde una turba con apellido "revolucionaria", día y noche durante semanas, torturaron a familias enteras, viejos y niños incluidos, cortándoles el agua, la electricidad, destruyendo sus casas, tirándoles cualquier cosa incluyendo los famosos huevos que hoy no existen o hacerlos caminar por las calles con carteles colgados en el cuello, por sólo querer salir de Cuba.
Todo aquel que levantó la mano para golpear a otro en
nombre del poder, todo aquel que echó para delante de forma pública o anónima
por lo cual personas sufrieron, todos los que sancionaron, todos los que
reprimen, golpean, maltratan, encierran, abusan, todos aquellos que te
humillan, que te han echado de un trabajo o escuela sin una verdadera causa,
sólo la ideológica y política, deben ser regresados a Cuba.
Obvio todos aquellos que viven aquí amparados en la “famosa”
pero a veces cuestionable libertad de expresión que utilice su vida para
defender al comunismo da igual el de Cuba que el de Marte, todos aquellos
agentes de influencia, por supuesto, todos los que jueguen con el espionaje
profesionalmente, deben ser regresados a Cuba.
No nos puede dar pena, porque ellos no sintieron ni la
más mínima pena, ni la más mínima lastima, ni el más mínimo respeto por nosotros,
otro ser humano, mientras disfrutaron de las “mieles” del poder.
No puede tener perdón quién viole a un niño o niña, a
un o una joven, incluso a personas adultas, sea el violador cura, político,
congresista o senador, deportista de alto rendimiento, etc. Yo, comprobada la violación,
le daría una sola solución definitiva. Tendríamos de seguro un poco menos de
violadores. Esto es lo mismo, no es una violación física, pero si lo es moral,
espiritual, sentimental, al final humana. Esos no pueden vivir, al menos, aquí.
Si los aceptan en el Desierto de Sahara, allá los árabes.
¿Qué tal si un día en una fiesta, un tipo ahora
disfrazado de “americano” con unas cervecitas arriba, comienza a hacer un
cuento de cómo torturó a alguien mientras lo interrogaba, a ese alguien que no
dejó dormir, que no le dio de comer, que levantó y sentó varias veces a la
fuerza, que negó a sus familiares verlo, que disfrutó mientras gritaba por agua
y ese alguien, al cual el tipo no recuerda porque sólo eras un número, eres tú?
Estas cosas no pasan, dirán algunos; si, si pasan, digo yo, tengo mis propias
experiencias que nadie me las contó.
Cada cual debe tomar su posición y defender una idea,
no se puede estar todo el tiempo en el limbo como si no pasará nada o con la
increíble justificación de que yo no sé y no me gusta la política. Yo no estoy
a favor de la cacería injustificada, menos de repetir lo que allí, en Cuba, nos
hicieron, pero si se encuentra a alguien, si se documenta una culpa, no importa
la edad, no importa el sexo, no importa quién o quiénes lo trajeron, esa
persona no tiene derechos a vivir aquí, entonces el camino es corto.
Nadie puede bajarse ahora con aquello de yo no sabía,
me obligaron, estaba en mi salsa y no me di cuenta, me tenían chantajeado. Si
fuiste parte de la maquinaria, pudiendo haberte bajado de ella, si has engañado
para entrar aquí e incluso vives recibiendo ayuda del gobierno norteamericano,
no puedes permanecer, no tienes ese derecho.
¿Es ojo por ojo, diente por diente? No, para nada, es sólo
la Ley del Talión en su explicación de justicia proporcional.