“Nobody´s Perfect” se titula una canción, con cuya versión acústica, mi hijo Jonathan, hace algunos años, me dio a conocer a la cantante inglesa conocida como Jessie J, de la cual hoy soy fanático.
Nadie es perfecto, ni a la hora de escoger, ni a la
hora de ser escogido, entonces un antiguo refrán español asegura que “para
gustos, colores”, que, a pesar de lo antiguo, sigue reflejando que cada persona
es libre de opinar o desear y libre de escoger e incluso que cada persona puede
buscar algo diferente, porque no a todos nos tiene que gustar lo mismo. Hoy,
más que nunca, es casi un milagro coincidir totalmente con otras personas.
Entonces no me desgastaré en escribir sobre lo que creo
malo y bueno, porque todo y todos tenemos cosas buenas y malas, sobre el ya
actual nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Su historia es más
que conocida.
Sería tonto convencer más a los convencidos, que estas recién terminadas elecciones demuestran que son muchos millones o tratar de convencer a los que mantienen una antipatía absoluta a ese hombre, que a pesar de todos los esfuerzos individuales y colectivos no lograron apartarlo del camino al triunfo.
No convertiré este espacio en una biografía de Trump,
porque estoy convencido de que es, por mucho, el personaje más famoso, querido
y, a la vez, más odiado del mundo en este justo momento. Mas famoso que
cualquier multimillonario, más famoso que cualquier dictador actual, más famoso
que cualquier actor, músico, escritor, más famoso que el más premiado
deportista y más famosos que cualquier bellísima mujer con decenas de premios por
su belleza. Entonces escribiré como simple ciudadano, como simple votante, hoy
contento porque soy ganador de lo que creo que mejorará este país y si mejora
un poquito, hemos ganado.
Hoy, más allá de simpatías, preferencias gustos e
incluso fanatismo, puedo asegurar que este hombre tiene una fortaleza, al menos
de carácter, inmensa, incalculable, lo que lo hace de por sí, diferente.
Desde que abandonó la Casa Blanca ha sido sometido a
todo tipo de críticas que pueden frisar con lo inhumano. Por menos que eso,
muchos, hasta a lo mejor yo, hubieran renunciado.
Primero fue abandonado por parte de algunos de sus “hermanos”
de partido, al considerarlo políticamente no correcto. Todos los medios de comunicación,
prensa, televisión, imagino que radio, más muchos de los llamados “influencer”,
fabricadores de opiniones, en internet, se dedicaron, con cierto ensañamiento y
disfrute en destruirlo, no como político, cosa que hubiera sido entendible, no
como empresario, lo que hubiera sido también entendible, sino como ser humano.
Sin considerar mínimamente que ese hombre tiene
esposa, hijos, incluso uno menor de edad aun, nietos, vecinos, amigos, etc., no
ha faltado un adjetivo para destruirlo. Se le ha acusado de acosador de
mujeres, violador, ladrón, racista, antinmigrantes, violento, autosuficiente,
prepotente, traidor, políticamente no correcto, mentiroso, antidemócrata, loco,
peligroso, dañino para el país, peligroso para la estabilidad norteamericana,
dictador, ridículo, viejo y, para colmo, fascista, denominación ella sola que
puede desestabilizar a cualquiera, por la que creo que se debería enjuiciar a
quien la anuncie sin justificación alguna. Sólo hay que saber lo que el
fascismo significó para el mundo, como para tener mucho cuidado como para
tratar de identificar o definir a alguien con ella.
Han ido sembrando la duda sobre su integridad humana,
no sólo los noticieros, los artículos de periódicos, sino los políticos, muchos
de sus excompañeros y por supuesto, sus oponentes, los que, con el paso del
tiempo, convirtieron en una fiesta, no criticarlo por sus ideas, sino dedicar
horas y horas a enjuiciarlo, sin juicio, como persona.
No ha habido un mes, en estos tres años, que Trump no
haya tenido que asistir a juicios en diferentes partes del país y diferentes
niveles de acusaciones. Juicios tras juicios que han mantenido entretenidos a
una buena parte de este país, porque además es un entretenimiento gratis.
Como si fuera poco, muchas personas que no viven en
Estados Unidos, periodistas, políticos e incluso gobiernos, han tratado de
crear la imagen del más malo de todos los malos de nuestra época moderna. Creo
que no ha existido un novelista, ni un director de cine que haya podido representar
el mal tanto como se trató de lograr con Donald Trump. La imaginación del arte
no llega a tanto.
Durante estos casi cuatro años, el tipo ha luchado solo,
contra la mitad más uno del mundo. Su batalla es sólo comparada, pienso yo,
como la de escalar el Pico Everest sin ropa, ni oxígeno, la de bajar a ver el
Titanic a pulmón, la de batirse él solo sin armas, ni armaduras contra una
legión del Ejercito Romano, la de ganar él solo la II Guerra Mundial contra
Alemania, Japón e Italia.
Se han, muchos, regocijados en contar sus asuntos
íntimos, llegando a disfrutar la descripción de “supuestos” actos sexuales, a
dedicarle tiempo a la relación con su esposa, si la besa, si le da la mano, si
la está engañando, a contar que usa medias rotas o se echa polvo en la cara.
Muchos han tratado de evaluar una supuesta condición de salud de su hijo menor,
con el objetivo de maltratar al padre.
Trump, que no es santo, ni creo que pueda presumir de
incólume, ha tenido que sortear, nada más y nada menos, que dos intentos de
asesinato, uno de ellos casi lo mata. Intentos provocados, quizás, por locos,
pero que inevitablemente pueden estar avalados dentro de mentes enfermas, con
la necesidad de eliminarlo físicamente por el daño que dicen significa para la
humanidad.
Ningún otro político ha sido tan dañado, a ningún otro
político se le ha tratado de quitar la vida, más allá de los cuatro o cinco casos
que dentro de toda la historia de este país conocemos.
Creo que tiene que ser un hombre muy fuerte para poder
haber convivido con este fuego cruzado desde miles de flancos a la misma vez,
sin necesidad, más allá que la que puede traer su ego personal. Ego que nos
mueve a una parte de los seres humanos. Ego por el cual hacemos pequeñas o
grandes cosas todos los días. Ego humano, de un tipo que el dinero no le hace
falta, que a lo mejor quiere dejar una huella, más allá de sus cuentas
multimillonarias.
Trump, que no es perfecto, no lo es Dios que permite
que niños mueran todos los días por hambre, enfermedades y guerras que no
provocan, ni lo es Jesús, que aún estamos esperando que regrese para que nos
cuente, es un campeón. Gústenos o no nos guste, simpaticemos o no con él, el
amigo es un campeón, me arriesgaría a decir que con C mayúscula, porque entre
otras cosas, Trump tuvo que luchar sólo, su abuela no lo pudo ayudar, contra la
candidata demócrata, pero además y paralelamente contra figuras actuales de la
política norteamericana, el presidente en activo Biden, el expresidente Obama y
su ex primera dama Michelle, contra el expresidente Clinton y su más que
reconocida y conocedora esposa Hillary, contra los Pelosi y su más que conocida
influencia, todos unidos haciendo valer su poder. Fue una pelea de leones a
mono, todos furiosamente contra uno.
Después de haber tenido que competir con sus
compañeros de partido y salir ganador para candidato presidencial en el 2024, acaban
de celebrarse las elecciones presidenciales hace 24 horas, y contra todo
pronóstico, contra todos los enemigos, contra todos los que dudaron, contra las
miles y miles de imágenes tratadas de crear en Estados Unidos para denigrarlo, Trump
ganó las elecciones.
No las ganó, sino que arrasó con ellas, se les echó a
la espalda, se las tragó. Trump ganó a su oponente en aquellos lugares donde se
suponía que ese oponente tenía el triunfo garantizado. Trump ganó el voto
dentro de los hombres negros, segmentos más que explotado por los demócratas y
que aparentemente tenían a su lado. Trump ganó entre el voto latino, a pasar
del cuento de las deportaciones, pero, además, mucho, además, Trump no sólo
gana el voto de colegios electorales, que es la condición para llevarlo nuevamente
a la Casa Blanca, sino que ha ganado el famoso y deseado voto popular, o sea,
el voto que los norteamericanos directamente dan como aceptación a determinado
candidato. El voto de aceptación y reconocimiento. El voto que sumado uno a uno,
dice, sí, te queremos.
Esto tiene varias lecturas e incluso la combinación de muchas o de todas ellas:
1. El tipo no es tan malo como lo han intentado pintar o al menos la percepción del pueblo norteamericano no lo ve como el más malo de todos los malos. Lo que significa que el pueblo o una gran parte de él, sabe lo que quiere, más allá de nombramientos.
2. El tipo pudo explicar los problemas y proponer soluciones, el tipo habló con el idioma que el norteamericano entiende, el tipo creo la imagen, como candidato, de que el futuro bajo su mandato será mejor y que él resolverá, entre otros, los graves problemas creados a mansalva por la administración actual.
3. El tipo es malo de verdad y entonces millones y más millones de norteamericano son brutos, anormales, desvergonzados, y más malo que el mismo Trump. Cosa que resulta imposible de creer.
4. El periodo que antecede a estas elecciones, cuatro años de presidencia demócrata ha sido tan malo o la percepción es que es malo, que el pueblo está cansado de esa opción, está harto de problemas sin solución, está tratando de buscar otra opción, al menos, nueva.
5. La carrera a la presidencia de la candidata demócrata, a todas luces, sacada de un sombrero de mago a últimas horas, cuya vinculación con el norteamericano medio es casi ninguna, y su papel como vicepresidenta más mediocre no pudo ser, empujó a los votantes con un voto de cualquier menos tú, al candidato republicano. Baste decir que Kamala Harris obtuvo 15 millones de votos menos que su antecesor el presidente Biden.
6. El voto, puede ser considerado de venganza, de castigo, lo que demuestra, en silencio, a través de un simple voto, el verdadero sentimiento de una parte de los norteamericanos. Una cosa es la llamada “marea roja” resultado a la hora de los colegios electorales ganados y otra es sencillamente el voto cariñoso y popular. Los republicanos jamás habían ganado estas dos formas en el mismo momento. Ni el mismo Trump en su primera presentación en el 2016, compitiendo frente a Hilarie Clinton, lo había logrado.
7. Muchos norteamericanos albergan la idea de que todo contra Trump ha sido como una especie de cacería de brujas, con argumentos inventados y exagerados, sólo con el objetivo de dañar al político y no creen en la mayoría de ellos o sencillamente no le dan la importancia debida para imposibilitarlo a competir.
En fin, “para gustos, colores”. Lo cierto es que tenemos un nuevo presidente, al que ya conocemos por sus primeros cuatro años, sobre el cual aspiramos que haya madurado como político.
Tenemos de nuevo
a Donald Trump en la Casa Blanca, rompiendo todos y cada uno de los pronósticos
sobre su persona.
Tenemos a un
líder con un plan o programa que necesitará cumplir para quedar bien con los
millones que le dieron la posibilidad y también con los otros millones que no
lo quieren, pero viven aquí.
Tenemos a Trump
de nuevo en la presidencia diciendo que ama a los Estados Unidos y que Estados
Unidos está primero y esa, su primera propuesta, todos los que aquí vivimos, la
necesitamos.
A los
demócratas, muchos de mis amigos, sólo les diré para ayudarlos a pasar estos
próximos cuatro años, tal como dice Serrat en su canción Fiesta:
“Vamos
bajando la cuesta
Que arriba en mi calle
Se acabó
La fiesta”.
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