miércoles, 6 de noviembre de 2024

595.- Nadie es perfecto, pero …

“Nobody´s Perfect” se titula una canción, con cuya versión acústica, mi hijo Jonathan, hace algunos años, me dio a conocer a la cantante inglesa conocida como Jessie J, de la cual hoy soy fanático.

Nadie es perfecto, ni a la hora de escoger, ni a la hora de ser escogido, entonces un antiguo refrán español asegura que “para gustos, colores”, que, a pesar de lo antiguo, sigue reflejando que cada persona es libre de opinar o desear y libre de escoger e incluso que cada persona puede buscar algo diferente, porque no a todos nos tiene que gustar lo mismo. Hoy, más que nunca, es casi un milagro coincidir totalmente con otras personas.

Entonces no me desgastaré en escribir sobre lo que creo malo y bueno, porque todo y todos tenemos cosas buenas y malas, sobre el ya actual nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Su historia es más que conocida.

Sería tonto convencer más a los convencidos, que estas recién terminadas elecciones demuestran que son muchos millones o tratar de convencer a los que mantienen una antipatía absoluta a ese hombre, que a pesar de todos los esfuerzos individuales y colectivos no lograron apartarlo del camino al triunfo.

No convertiré este espacio en una biografía de Trump, porque estoy convencido de que es, por mucho, el personaje más famoso, querido y, a la vez, más odiado del mundo en este justo momento. Mas famoso que cualquier multimillonario, más famoso que cualquier dictador actual, más famoso que cualquier actor, músico, escritor, más famoso que el más premiado deportista y más famosos que cualquier bellísima mujer con decenas de premios por su belleza. Entonces escribiré como simple ciudadano, como simple votante, hoy contento porque soy ganador de lo que creo que mejorará este país y si mejora un poquito, hemos ganado.

Hoy, más allá de simpatías, preferencias gustos e incluso fanatismo, puedo asegurar que este hombre tiene una fortaleza, al menos de carácter, inmensa, incalculable, lo que lo hace de por sí, diferente.

Desde que abandonó la Casa Blanca ha sido sometido a todo tipo de críticas que pueden frisar con lo inhumano. Por menos que eso, muchos, hasta a lo mejor yo, hubieran renunciado.

Primero fue abandonado por parte de algunos de sus “hermanos” de partido, al considerarlo políticamente no correcto. Todos los medios de comunicación, prensa, televisión, imagino que radio, más muchos de los llamados “influencer”, fabricadores de opiniones, en internet, se dedicaron, con cierto ensañamiento y disfrute en destruirlo, no como político, cosa que hubiera sido entendible, no como empresario, lo que hubiera sido también entendible, sino como ser humano.

Sin considerar mínimamente que ese hombre tiene esposa, hijos, incluso uno menor de edad aun, nietos, vecinos, amigos, etc., no ha faltado un adjetivo para destruirlo. Se le ha acusado de acosador de mujeres, violador, ladrón, racista, antinmigrantes, violento, autosuficiente, prepotente, traidor, políticamente no correcto, mentiroso, antidemócrata, loco, peligroso, dañino para el país, peligroso para la estabilidad norteamericana, dictador, ridículo, viejo y, para colmo, fascista, denominación ella sola que puede desestabilizar a cualquiera, por la que creo que se debería enjuiciar a quien la anuncie sin justificación alguna. Sólo hay que saber lo que el fascismo significó para el mundo, como para tener mucho cuidado como para tratar de identificar o definir a alguien con ella.

Han ido sembrando la duda sobre su integridad humana, no sólo los noticieros, los artículos de periódicos, sino los políticos, muchos de sus excompañeros y por supuesto, sus oponentes, los que, con el paso del tiempo, convirtieron en una fiesta, no criticarlo por sus ideas, sino dedicar horas y horas a enjuiciarlo, sin juicio, como persona.

No ha habido un mes, en estos tres años, que Trump no haya tenido que asistir a juicios en diferentes partes del país y diferentes niveles de acusaciones. Juicios tras juicios que han mantenido entretenidos a una buena parte de este país, porque además es un entretenimiento gratis.

Como si fuera poco, muchas personas que no viven en Estados Unidos, periodistas, políticos e incluso gobiernos, han tratado de crear la imagen del más malo de todos los malos de nuestra época moderna. Creo que no ha existido un novelista, ni un director de cine que haya podido representar el mal tanto como se trató de lograr con Donald Trump. La imaginación del arte no llega a tanto.

Durante estos casi cuatro años, el tipo ha luchado solo, contra la mitad más uno del mundo. Su batalla es sólo comparada, pienso yo, como la de escalar el Pico Everest sin ropa, ni oxígeno, la de bajar a ver el Titanic a pulmón, la de batirse él solo sin armas, ni armaduras contra una legión del Ejercito Romano, la de ganar él solo la II Guerra Mundial contra Alemania, Japón e Italia.

Se han, muchos, regocijados en contar sus asuntos íntimos, llegando a disfrutar la descripción de “supuestos” actos sexuales, a dedicarle tiempo a la relación con su esposa, si la besa, si le da la mano, si la está engañando, a contar que usa medias rotas o se echa polvo en la cara. Muchos han tratado de evaluar una supuesta condición de salud de su hijo menor, con el objetivo de maltratar al padre.

Trump, que no es santo, ni creo que pueda presumir de incólume, ha tenido que sortear, nada más y nada menos, que dos intentos de asesinato, uno de ellos casi lo mata. Intentos provocados, quizás, por locos, pero que inevitablemente pueden estar avalados dentro de mentes enfermas, con la necesidad de eliminarlo físicamente por el daño que dicen significa para la humanidad.

Ningún otro político ha sido tan dañado, a ningún otro político se le ha tratado de quitar la vida, más allá de los cuatro o cinco casos que dentro de toda la historia de este país conocemos.

Creo que tiene que ser un hombre muy fuerte para poder haber convivido con este fuego cruzado desde miles de flancos a la misma vez, sin necesidad, más allá que la que puede traer su ego personal. Ego que nos mueve a una parte de los seres humanos. Ego por el cual hacemos pequeñas o grandes cosas todos los días. Ego humano, de un tipo que el dinero no le hace falta, que a lo mejor quiere dejar una huella, más allá de sus cuentas multimillonarias.

Trump, que no es perfecto, no lo es Dios que permite que niños mueran todos los días por hambre, enfermedades y guerras que no provocan, ni lo es Jesús, que aún estamos esperando que regrese para que nos cuente, es un campeón. Gústenos o no nos guste, simpaticemos o no con él, el amigo es un campeón, me arriesgaría a decir que con C mayúscula, porque entre otras cosas, Trump tuvo que luchar sólo, su abuela no lo pudo ayudar, contra la candidata demócrata, pero además y paralelamente contra figuras actuales de la política norteamericana, el presidente en activo Biden, el expresidente Obama y su ex primera dama Michelle, contra el expresidente Clinton y su más que reconocida y conocedora esposa Hillary, contra los Pelosi y su más que conocida influencia, todos unidos haciendo valer su poder. Fue una pelea de leones a mono, todos furiosamente contra uno.

Después de haber tenido que competir con sus compañeros de partido y salir ganador para candidato presidencial en el 2024, acaban de celebrarse las elecciones presidenciales hace 24 horas, y contra todo pronóstico, contra todos los enemigos, contra todos los que dudaron, contra las miles y miles de imágenes tratadas de crear en Estados Unidos para denigrarlo, Trump ganó las elecciones.

No las ganó, sino que arrasó con ellas, se les echó a la espalda, se las tragó. Trump ganó a su oponente en aquellos lugares donde se suponía que ese oponente tenía el triunfo garantizado. Trump ganó el voto dentro de los hombres negros, segmentos más que explotado por los demócratas y que aparentemente tenían a su lado. Trump ganó entre el voto latino, a pasar del cuento de las deportaciones, pero, además, mucho, además, Trump no sólo gana el voto de colegios electorales, que es la condición para llevarlo nuevamente a la Casa Blanca, sino que ha ganado el famoso y deseado voto popular, o sea, el voto que los norteamericanos directamente dan como aceptación a determinado candidato. El voto de aceptación y reconocimiento. El voto que sumado uno a uno, dice, sí, te queremos.

Esto tiene varias lecturas e incluso la combinación de muchas o de todas ellas:

1.  El tipo no es tan malo como lo han intentado pintar o al menos la percepción del pueblo norteamericano no lo ve como el más malo de todos los malos. Lo que significa que el pueblo o una gran parte de él, sabe lo que quiere, más allá de nombramientos.

2.  El tipo pudo explicar los problemas y proponer soluciones, el tipo habló con el idioma que el norteamericano entiende, el tipo creo la imagen, como candidato, de que el futuro bajo su mandato será mejor y que él resolverá, entre otros, los graves problemas creados a mansalva por la administración actual.

3.  El tipo es malo de verdad y entonces millones y más millones de norteamericano son brutos, anormales, desvergonzados, y más malo que el mismo Trump. Cosa que resulta imposible de creer.

4.  El periodo que antecede a estas elecciones, cuatro años de presidencia demócrata ha sido tan malo o la percepción es que es malo, que el pueblo está cansado de esa opción, está harto de problemas sin solución, está tratando de buscar otra opción, al menos, nueva.

5.  La carrera a la presidencia de la candidata demócrata, a todas luces, sacada de un sombrero de mago a últimas horas, cuya vinculación con el norteamericano medio es casi ninguna, y su papel como vicepresidenta más mediocre no pudo ser, empujó a los votantes con un voto de cualquier menos tú, al candidato republicano. Baste decir que Kamala Harris obtuvo 15 millones de votos menos que su antecesor el presidente Biden.

6.  El voto, puede ser considerado de venganza, de castigo, lo que demuestra, en silencio, a través de un simple voto, el verdadero sentimiento de una parte de los norteamericanos. Una cosa es la llamada “marea roja” resultado a la hora de los colegios electorales ganados y otra es sencillamente el voto cariñoso y popular. Los republicanos jamás habían ganado estas dos formas en el mismo momento. Ni el mismo Trump en su primera presentación en el 2016, compitiendo frente a Hilarie Clinton, lo había logrado.

7.  Muchos norteamericanos albergan la idea de que todo contra Trump ha sido como una especie de cacería de brujas, con argumentos inventados y exagerados, sólo con el objetivo de dañar al político y no creen en la mayoría de ellos o sencillamente no le dan la importancia debida para imposibilitarlo a competir.

En fin, “para gustos, colores”. Lo cierto es que tenemos un nuevo presidente, al que ya conocemos por sus primeros cuatro años, sobre el cual aspiramos que haya madurado como político.

Tenemos de nuevo a Donald Trump en la Casa Blanca, rompiendo todos y cada uno de los pronósticos sobre su persona.

Tenemos a un líder con un plan o programa que necesitará cumplir para quedar bien con los millones que le dieron la posibilidad y también con los otros millones que no lo quieren, pero viven aquí.

Tenemos a Trump de nuevo en la presidencia diciendo que ama a los Estados Unidos y que Estados Unidos está primero y esa, su primera propuesta, todos los que aquí vivimos, la necesitamos.

A los demócratas, muchos de mis amigos, sólo les diré para ayudarlos a pasar estos próximos cuatro años, tal como dice Serrat en su canción Fiesta:

“Vamos bajando la cuesta
Que arriba en mi calle
Se acabó
La fiesta”.

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