miércoles, 10 de septiembre de 2025

624.- A hierro tiene que morir.

El arma no mata al hombre, dicen los expertos y es verdad, el arma, a no ser por un accidente, cada día más difícil de que ocurra por la seguridad de la tecnología, no se dispara sola. El hombre está matando al hombre.

Creo que tenemos muchos problemas, que no vemos o no queremos ver, pero lo cierto es que casi todas las semanas, desde hace algún tiempo para acá, aparece un hecho donde una persona mata a otra o, peor, mata a varias personas, incluyendo a niños.

Desde hace algunas semanas, nos quedamos impresionados por hechos que supuestamente no están destinados a ocurrir.

¿Qué nos pasa????????

Problemas económicos en las personas, frustraciones e insatisfacciones, depresiones sistemáticas y mantenidas, polarización como nunca antes de la sociedad norteamericana en buenos y malos, vengadores solitarios, enemigos declarados y no declarados pero enemigos del gobierno y la figura del presidente Trump, locos con papeles y otros locos que no tienen papeles, personas que están bien hasta un día y al siguiente están mal, hacen que estemos viviendo, no con miedo, pero si con cierta preocupación, porque lo de los disparos sin justificación lo mismo puede ser en un supermercado, una iglesia, un restaurante, un parqueo o una escuela. Puedes estar sencillamente paseando por el zoológico y si estás en el lugar y la hora equivocados, puedes morir.

Creo que medidas hay que tomar.

Sabemos que no es posible recoger y prohibir las armas de fuego. Para gran parte de los norteamericanos, el arma de fuego está tan arraigada en su historia y cultura, que primero se logra que las personas dejen de tomar Coca Cola o comer mantequilla de maní. El arma de fuego está justificada, primero como hobbie, o sea, para la caza, segundo para colecciones privadas como se coleccionan otras cosas, tercero, para la defensa de negocios, granjas, familias y personas.

Luego los productores y comercializadores de armas, son tan, pero tan ricos e influyentes que a ningún político se le ocurría afectarlos.

Entonces, quizás se impone ser más riguroso a la hora de vender un arma, o sea, mayores investigaciones, mayores requisitos. Así y todo, se resolvería un pedacito, porque además de las armas que se venden legalmente, existen páginas en internet donde venden las partes y piezas para la reparación y además la fabricación casera, por lo que se puede adquirir las partes legalmente y armar un arma en la casa, a precios pagables. Pero, además, lo que suma males, existe un enorme mercado negro de armas. Se habla mucho de la exportación ilegal de armas hacia otros países, pero poco se menciona la venta ilegal dentro del mercado norteamericano.

Entonces lo de recoger las armas y prohibirlas resulta imposible, porque muchas de ellas no se saben dónde están, ni cuántas son. Recuerdo que, viviendo en República Dominicana, donde el portar un arma visible es tan normal como comerse un plátano de fruta en una esquina, mis amigos dominicanos, me decían, no te preocupes por las que ves, esas están legales, preocúpate por las que no ves. Puedo asegurar que estando en un colmado, que es como se les llama a las bodegas que existen en cada esquina, donde además se vende bebidas, se juega dominó y se baila, vi a una persona bajarse de un carro grande, de esos que los dominicanos llaman jeepeta y antes de sentarse a tomar con unos amigos, entregarle un AK47 al dueño del colmado para que se guardara. Y pensé que estábamos viviendo en un país de salvaje, pero es que aquí, casi estamos en lo mismo.

Lo de verificar está bueno, pero es que también sabemos que eres una persona normal, aparentemente alegre, con todos los problemas resueltos y de la noche a la mañana te transformas y te matas o sales a matar. Que hace falta para el cambio, quizás problemas no resueltos ocultos, traumas disfrazados, disgustos a veces con el trabajo, con la pareja, con la política de determinado funcionario, complejos, y alcohol, quizás un poco de droga y una madrugada.

El arma no mata al hombre, es cierto, el hombre está matando al hombre, pero resulta más difícil matar a 15 personas con un cuchillo de cocina, incluso con un machete o matarla a 100 metros de distancia con un bate.

Hace pocas horas acaba de morir un hombre aún joven, que ha dejado a una esposa, dos hijos pequeñitos, imagino que, a otros familiares y amigos, porque un lobo solitario, loco e hijo de puta le tiro con un arma de fuego.

Ese hombre joven no estaba en una guerra, no combatía con nadie, no estaba agrediendo, no estaba violento, no estaba ni tan siquiera en un lugar peligroso, estaba sencillamente sentado en una silla conversando con un grupo de personas.

Sencillamente estuvo en el lugar equivocado, a la hora equivocada, haciendo algo que consideraba necesario, que quizás lo comprometía, que quizás lo divertía, pero con sus palabras no estaba agrediendo físicamente a nadie.

Y esto tiene que parar. No puede ser que tengamos miedo al llevar a nuestros hijos a la escuela o a una iglesia. No puede ser que no podamos estar tranquilos en un parque o en un restaurante. No puede ser que uno o varios locos, con o sin papeles de locos, están deteriorando la salud de millones de personas.

Ahora, como es tradición en el sistema judicial norteamericano, aparecen las investigaciones, el FBI, la policía, los abogados defensores, los psicólogos, los defensores de los Derechos Humanos, los movimientos por la defensa de los toros de lidia y la persona que cometió el asesinato, pasa años viva, comiendo tres comidas diarias, con atención médica, con visitas, televisión, radio, libros e incluso asistencia religiosa. A veces los juicios y las sentencias demoran tanto que a uno se le olvida el hecho.

Si yo fuera el presidente, hablaría con el pueblo americano y le dijera que existen dos caminos, el juicio largo y complicado y una sentencia expedita para la silla eléctrica mañana por la mañana. Estoy convencido que la mayor parte del país apoyaría la segunda opción. Silla eléctrica, inyección letal, fusilamiento, horca, el garrote vil o descuartizamiento, me da igual, pero no perdería ni un segundo en pasar a esa persona al otro mundo.

Como máxima autoridad me daría igual lo que diga el Papa, la ONU, las comisiones sean cuál sean, los defensores de las hormigas gigantes de Brasil y la familia y amigos del que apretó el gatillo.

Si yo fuera el presidente encargado, llevaría el tema a la TV y allí mismo dictaría mi sentencia en respaldo al pueblo norteamericano, que debe estar cansado de ver morir a sus hijos a manos de locos y estoy convencido que ese pueblo me entendería y apoyaría.

Según Mateo (26:52), “El que a hierro mata, a hierro muere”, según yo, a hierro tiene que morir. 

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