jueves, 19 de febrero de 2015

El librero – casita para mi nieta.

Foto enviada por Jenny
Todo comenzó hace como cuatro meses, cuando un día hablando con Jenny sobre Mía y entre otras cosas, el reguero constante de libros y juguetes por toda la casa, a mi hija se le ocurrió decirme que había visto, no sé exactamente dónde, un librerito para niñas en forma de casita, lo que le parecía bueno para tratar de organizar, al menos al final del día, lo que la niña desorganizaba en sus juegos.

Mi hija me preguntó si yo podía hacer algo parecido y me envió una foto por correo electrónico, sabiendo que el reto a mí me gustaría. Estamos en Estados Unidos y la idea puede parecer loca, pues el querer algo resulta tan sencillo como tener el dinero o parte de el para comprarlo. En las tiendas, por TV, en internet, etc, te venden hasta lo inimaginable. Sin embargo, la petición, nada difícil en principio, se remonta a la tradición, quizás a la necesidad, de hacer las cosas por uno mismo.

Entonces como soy uno de los abuelos y ahora soy profesional de mantenimiento, enseguida me dispuse. Trabajo en un lugar donde tenemos un taller con miles de clavos y tornillos, maderas, herramientas, etc., cosas que sin dudas ayudan.

Asesora Martica detrás de la base del librero - casita
El diseño no era complicado, lo complicado fue llevarlo a la práctica, pues como deben imaginar, no me pagan por ser buen abuelo. Tuve que diseñar, medir, calcular las piezas en mi casa y luego al otro día, en los pocos ratos libres que tuve, sin llamar mucho la atención, hacerlas, lo que me costó tener que llevar y traer varias veces algunas de las maderas. Los que conocen del tema saben que un milímetro de diferencia o una madera que no encaja perfectamente en la otra, puede acabar con el mejor diseño y la mejor intención, incluso de un abuelo.

A pesar de la cantidad de cosas que existen en la modernidad, todavía embobezco frente a aquellos muebles y construcciones, que fueron hechas con las manos, sobre todo aquellas que se hicieron cuando ni herramientas prácticamente habían.

El librerito – casita para mi nieta, presentó una dificultad. Quizás la más grande. Tuve que hacerlo para que pudiera ser enviado por correo o llevarlo por mí mismo dentro de una caja, lo suficientemente cargable como para transportarlo desde Lincoln, NE, hasta San Antonio, TX.

Detalle
De yo poder llevarlo no habría problemas, pues de tanto manosear las maderas, podría ensamblarlas fácilmente, pero si lo enviaba por correo, tenía entonces que diseñar casi un manual para que Yordan pudiera armarlo él solo. Cada madera y cada tornillo tienen una ubicación y un orden específicos, que de no conocerlo, pudiera ocasionar la rotura o la demora a la hora del ensamblaje.

Detalle








Algunos reirán y dirán, pero buenoooooo, un manual. Si, así mismo, un manual. He visto a person

as leídas, a las que al final he ayudado, sufriendo al borde del llanto, con todas las partes de un mueble que han comprado tiradas en el piso y uno de esos diagramas de IKEA, de esos que pudieran parecer hechos para bobos.

Detalle

Al final llegó diciembre y Martica y yo decidimos ir a San Antonio en guagua, Jonathan no pudo ir porque acababa de comenzar en un trabajo nuevo, por lo que tuve entonces que diseñar la caja para el traslado que soportara el bájate y súbete de una guagua para otra. El viaje resultó en 28 horas con cinco transferencias.


Diseñé una caja que podía haber llegado a China. Caja y librero – casita pesaban 46 libras, 4 libras menos de las que están autorizadas a llevarse en este tipo de transporte, sin tener que pagar extra. Al final, la caja llegó a San Antonio intacta. Ni me preguntaron que es lo que llevaba adentro.

Caja de cartón
Pasamos allí la última semana del 2014 y antes de regresar dejé armado el famoso librero y con esto di por terminada la tarea. Tiré varias fotos para la posteridad.

El objetivo fue cumplido. En realidad tengo que decir que fui ayudado por la asesoría de Martica y la habilidad manual del Chino para la confección de la caja.  Siempre es bueno tener una contraparte. Ni idea tengo de si a mí nieta le gustó, ella aún es muy pequeña. Ni idea tengo si algún día recordará o conocerá, que ese mueblecito se lo hizo su abuelo. A lo mejor cuando se entere y pueda entender, le parezca todo una ridiculez, en medio de tantas cosas que se venden y se venderán en éste país.

La obra como tal, tampoco es nada del otro mundo, sólo un poco de madera, tornillos y pinturas bien coordinadas. Sin embargo, estoy muy orgulloso. Primero, porque me parece que el mío está mejor que el que aparece en la foto que Jenny me mandó como muestra. Segundo, porque fue la posibilidad de hacer algo para mi nieta y para sus papas que hoy son los que recogen su reguero y a través de este algo, pienso haberles dejado una cosa, que por mucho dinero que tengan en ésta vida, no la podrán comprar en una tienda, porque esa cosa no puede ser comprada.


De esas cosas sencillas y a su vez muy profundas, debería estar hecha la vida.

 

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