sábado, 14 de febrero de 2015

Gato cariñoso.

No me gustan los gatos. En realidad no se por qué. Imagino que debe ser porque me gustan los perros y entonces al que le gustan los perros no le gustan los gatos.

Nunca tuve gatos durante mi infancia. Mi primer contacto íntimo con gatos fue en República Dominicana, donde viví primero con mi hija Jennifer y mi yerno Yordán, hasta que llegaron Martica y el Jonathan.

Lo primero que tuvimos fue un gato macho, blanco y amarillo, llamado Ritchie, en honor a Ritchie Sambora, guitarrista de Bon Jovi. Gato enorme, de una cabeza descomunal y con una fuerza fuera de serie. Recuerdo a Yordan casi fajado con el gato para poderlo bañar. La historia se complicó con la llegada de Chloe, una hembra linda, dulce, que resultó ser muy fértil. De ella, con el paso del tiempo, tuvimos dos partos con una cantidad enorme de gaticos, de los que se quedó en la casa una gatica a la que llamaron Doty Half. Gatica increíblemente cariñosa, comparada con el mejor de los perros en este aspecto. Jonathan la trataba entonces como a un canino y para colmo ella respondía como tal. Había que ver a aquella gatica buscando y trayendo pelotas o permitiendo que Jonathan a arrastrara por toda la casa aguantándola por las patas traseras.

Los gatos me hacían feliz en algunos momentos y en otros no. Ya podrán imaginar, pelos por todos lados, gatos subidos en las camas y en la cocina. Martica protestando por el tema higiene y los controles de salud. Cambios constantes de arenas donde todos los gatos orinaban y cagaban. Ritchie escapado y desaparecido detrás de las gatas y nosotros buscándolo por el barrio. Ritchie fajado por salir a todo costo de la casa, incluso cuando para hacérsela más difícil pusimos tela metálica en las ventanas y el balcón, etc.

Cuando Jennifer y Yordan decidieron emprender su viaje para Estados Unidos, les pedimos que resolvieran el temas de los gatos, y entonces mi hija se dedicó a buscar personas a las que dejarle sus animales, bajo la garantía de que ellos la pasarían bien en el futuro. Cosa que por suerte, logró.

Hoy trabajo en un lugar que está lleno de animales. Muchos residentes tienen mascotas después de pagar creo que 15 dólares adicionales por vivir con ellos en los apartamentos. Todos los días veo perros de todas las razas, colores y tamaños, gatos, ratones en jaulas, y uno que otro animalito extraño, además de las ardillas y las liebres que andan sueltas y pululan en el lugar.

La mayor parte de mi trabajo es dentro de los apartamentos, por lo que tengo que lidiar con animales para poder realizar mi labor. A veces entro y los perros son agradables, a veces se tornan insoportables, ladrando y moviéndose constantemente. A veces están en jaulas, otras están sueltos.

Con los gatos pasa lo mismo, sólo que hacen menos bulla y generalmente se retiran a lugares más seguros cuando ven a un tipo de casi 6 pies entrar con herramientas, escaleras, cubos, piezas de repuesto, etc. Los más curiosos se te meten entre las piernas como para demostrarte cariño o se ponen a chismear dentro de las herramientas.

Me llama la atención el tema de los gatos. La mayor parte de ellos está sobre peso y son muy pocos dinámicos. Muchos parecen almohadas con patas y cabezas. Acostumbrados a comer bolas de cereal y carne de lata, casi no se mueven y pueden ver pasar cualquier cosa por su lado y no se inmutan.

Con alguna frecuencia tenemos problemas con ratones, sobre todo en los apartamentos que están en los primeros pisos a nivel de la tierra. Los ratones entran por las puertas de los balcones o algunos huecos de las construcciones buscando el confort y allí tratan de instalarse, cosa que no es de extrañar, hace mucho frío afuera. Lo que si me llama la atención es que en muchos de estos apartamentos hay uno o varios gatos de los que los ratones se burlan constantemente. Tenemos que poner trampas con mantequilla de maní para coger a los ratones habiendo gatos dentro de los apartamentos, a veces son tantos que se nos acaban las trampas que tenemos y se nos crea un problema. Les digo a mis compañeros que no necesitamos trampas, que lo que necesitamos es traer, a lo mejor por la frontera de México, a varios gatos cubanos y resolveríamos de una vez y por todas el tema de los ratones.

 La última experiencia que me conmovió fue la de entrar a un apartamento a cambiar una máquina fregadora de platos, y estando tirado en el piso, apareció lentamente un gato, se encaramó en la meseta de la cocina y estuvo todo el tiempo desde allí mirándome, me miraba tal como me mira Martica cuando me pongo a hacer algo en la casa. No sólo me miraba sino que adoptó determinadas poses agradables, lo que hizo que me animara, sacara mi teléfono y desde el piso le tirara algunas fotos.

No es anormal, los gatos siempre se encaraman y los más amistosos se dejan tocar incluso. Lo que me llamó la atención de éste en particular fue que se sentó frente a mi, tal como hace Martica, y estuvo todo el tiempo mirándome, como si se sorprendiera de lo que estaba pasando o estuviera evaluando lo que yo estaba haciendo, por momentos parecía que tenía frente a mí a un jefe y no a un animal.

A lo mejor, él no lo sabe, pero esto me hace cambiar mi percepción sobre estos animales.


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