miércoles, 4 de junio de 2025

609.- Felicidad del hombre abstracto vs felicidad del hombre concreto.

El totalitarismo como forma o ideología de gobierno, donde se inserta precisa y perfectamente cualquier régimen comunista o socialista, donde quiera que existió o existe, "presenta la felicidad del hombre abstracto mientras aplasta al hombre concreto”. Esta no es una idea mía, se la he robado a una persona que la dijo en un programa de TV, porque además de resumir exactamente lo que ha pasado y muy inexplicablemente aún pasa, se aviene a mi forma de pensar.

No sólo estoy de acuerdo con ella, sino que estoy totalmente de acuerdo con ella. A veces escuchando o leyendo a otros, se reafirman muchos de nuestros pensamientos, lo que dice que no se está muy equivocado.

Si algo hay que destacar del llamado sistema comunista, que nunca existió, pero por ejemplo, en Cuba se trató de construir paralelamente a la construcción del socialismo, mientras se trataba de consolidar la siempre tambaleante revolución caribeña de 1959, de donde resultó el gran ajiaco que somos y tenemos hoy, es la creación y propagación de imágenes, junto, o mejor, teniendo como protagónico formal al llamado pueblo, que ya sabemos que un día puede ser heroico, gigantesco, inteligente, creador, único y otro puede ser nombrado como confundido, manipulado, enemigo, etc., en dependencia de cómo el poder se levante.

El pueblo es ese caldo sin sabor que se estira y se estira donde se cocina todo.

Hombre en Abstracto.

Si algo es promocionado hasta el cansancio o el hastío, es que todo en este tipo de gobierno se hace para beneficiar al pueblo. Para él, como en ningún otro momento, se hacen las revoluciones, se cambia y cambia, a veces tanto que no se sabe para dónde se va con esos movimientos. Sólo se repite que es a favor del pueblo, cuando ese pueblo grande ni se consulta, ni se entera, y en no pocos casos, ni entiende los cambios. Muchos cambios de forma general no se ven o peor, perjudican.

Al pueblo se le enseña desde muy temprano a esperar por el beneficio que casi nunca llega. El pueblo es sólo un pequeño gorrión que espera y espera. Se le alfabetiza, aunque esté alfabetizado, se le da estudios incluso cuando no lo quiere, se le da comida, la que el dueño de la granja determina, se mueve de un lugar a otro o se prohíbe el movimiento a pura conveniencia de los que mandan, siempre con el apellido “gratis”, lo que hacen aparecer como un gran beneficio para las grandes masas. El pueblo es por momentos un ariete y en otros una muralla.

Cuando es necesario, se le viste de campesino con sombrero y botas de trabajo, de mambí con machetes y caballos incluidos, de verde olivo rebelde con barbas postizas que forman parte del disfraz. Ese pueblo, está constantemente actuando en obras de teatro escritas y dirigidas por el poder.

A ese pueblo, por ejemplo, en Cuba, se le convenció de que hacía falta una revolución para expulsar a los dueños capitalista de hoteles, los hoteles eran para el pueblo, aunque años después a ese mismo pueblo se le trató de convencer, y mucho lograron, de que no podía entrar a “sus” hoteles, porque el gobierno necesitaba dólares, por tanto, eran sólo para extranjeros. También a ese pueblo se le habló de estudios gratuitos a todos los niveles, la única forma de ser libres era ser cultos e instruidos, años después se definió que no sólo las calles, sino también los estudios, sobre todo los universitarios, eran sólo para los revolucionarios.

A ese pueblo se le exhibe riendo, cantando, alegre de las conquistas que dicen fueron alcanzadas, que no se ven, pero que se repiten en discursos, en todos los medios de información propiedad exclusiva del gobierno, panfletos, etc., partiendo de la vieja técnicas de repetir muchas veces una mentira hasta que se considera verdad.

A ese pueblo se le entrevista y siempre como respuesta repite que está satisfecho, que confía, que está mejor que antes, aunque luego sabemos que los entrevistados son seleccionados y las opiniones, no pocas, son sugeridas o al menos repetidas de carretilla como una moda.

A ese pueblo, con ideas gigantescas, se le manda a pelear para “liberar” a otros pueblos “oprimidos”, tarea que se presenta como única de los más avanzados. Ese pueblo no sólo vive bien, sino que le sobra tiempo y fuerzas para preocuparse por la humanidad entera. Ese pueblo inyectado del gran veneno ideológico regresa con menos, regresa sin nada, pero orgulloso de haber luchado a miles de kilómetros de su casa, a veces sin entender por qué luchaba. Alguien determinó y lo convirtió en ley que a falta de comida el orgullo engorda al pueblo.

Si no estás dispuesto a apoyar, pues inmediatamente dejas de ser pueblo. Si te declaras en contra, no sólo dejas de ser pueblo, sino que pasas a las filas de los enemigos que no tienen patria. El pueblo sólo existe como “telón de fondo” para la más que utilizada propaganda, no importa si entiende, conoce, comprueba, sólo se necesita de su apoyo, expresado en una sonrisa.

El pueblo grande es un número que vota, aunque no esté de acuerdo o no sepa por qué lo hace, que desfila frente a sus gordos e incomunicados jefes, que sale a la calle incluso a golpear a otros, que deberían ser pueblo, pero ya no lo son, que está dispuesto a repetir y repetir consignas e incluso hasta las más locas e improbables ideas a veces por miedo, por comodidad, por demagógico convencimiento. Ese pueblo se conoce utilizado, lo permite y juega con ello.

Ese pueblo teóricamente beneficiado, hoy no sabe explicar qué pasó con él y sólo muestra como respuesta una cara de carnero degollado. Ese pueblo grande hoy no sólo se ha quedado sin respuestas, sino que desconociendo o escondiendo su participación, trata de echarle la culpa a otro de todos los fracasos.

Hombre en Concreto.

A ese hombre en concreto e individual, lo primero que se le enseña es que la libertad sólo existe para apoyar al gobierno. La libertad es lo primero que se convierte en algo abstracto, es sólo una idea para discursos. La libertad individual se subordina desde todos los ángulos a la más que manejada y utilizada masa.

A ese hombre se le trata de enseñar que lo individual, o sea, el yo, va en contra de la soberanía y la patria. Si quieres ser patriota tienes que hablar de nosotros y subordinarte a ello, la libertad termina convirtiéndose en una camisa de fuerza.

A partir de esa inmediata pérdida de la libertad individual, todo lo demás se pierde, se cambia, dicen los del gobierno, en interés de todos, o sea, los otros y ellos, los del gobierno son no sólo los portavoces, sino también los dueños. Entonces en esos escenarios, donde Cuba hoy tiene un papel protagónico, con el paso del tiempo no sólo se pierde, sino que no se sabe cómo y qué significa ser libre. Con un muy buen manejo de las ideas, lo que incluye el cambio a conveniencia de la historia pasada, se pasa de un arcoíris de brillantes colores, a un color, digamos verde, luego al naranja, luego al rosado y finalmente al rojo y la gran masa no sabe decir cuándo y cómo se logró. A partir de un tiempo, todos reconocen el color rojo como el único que siempre existió. Quien quiere recordar que existieron otros colores, puede no sólo perder su libertad individual, sino incluso la vida.

El hombre en el totalitarismo socialista no conoce su historia, se dedica sólo a repetir lo que otros crean para él. Es hombre concreto es sólo un martillo, una escoba, una llave de clanes, o sea, una herramienta a utilizar y que puede ser desechada a conveniencia.

El hombre en concreto vive luchando, en no pocas veces contra todo y todos, vive sobreviviendo cada día, sin un rumbo fijo.

El hombre en concreto tiene limitada su vida, lo llega a saber y en no pocos casos a aceptar como normal, la no creación, la no idea, la discrepancia, la denuncia y sobre todo la lucha por su yo.

El hombre en concreto, más allá de los discursos demagógicos y hasta delincuentes, no existe.

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