sábado, 11 de mayo de 2019

Que prendan prendan el mechón, que prenda prendan el mechón.


He escogido este título que viene de una famosa canción popular cubana, que, como todas las canciones populares se puso de moda en un momento específico de la historia de nuestro país. Ella hacía alusión a uno de los eventos más mantenidos y por ende familiares de estos últimos 60 años en Cuba, los apagones. Tan mantenido y familiar, que llegó a ser nombrado con esa gracia que tenemos los cubanos para ver las cosas en positivo, como alumbrones, haciendo referencia cariñosa no a la enorme falta de electricidad, sino a la posesión de ella. Espero lo recuerden.

Los cubanos somos expertos en apagones. Primero tuvimos un gran “ingeniero eléctrico”, el especialista Fidel Castro, que diariamente daba clases por la televisión, recordar que sólo teníamos dos canales y eran puestos en cadena, sobre el sistema eléctrico nacional; las plantas generadoras, los transformadores e incluso el proyecto de nuclear eléctrica, con la cual pienso que deseaba, en secreto, hundir la isla. Momentos inolvidables que aprovechaba para repartir personalmente los mega watts que se distribuirían para cada parte del país cada día de la semana. Segundo porque mucho de nosotros crecimos dentro de esos apagones, tanto, que llegamos a considerarlos como parte normal de nuestras vidas y una de las vías más seguras para alcanzar el desarrollo económico.

Como eventos importantes, todos debemos recordar los apagones de 10, 12 o más horas programadas y de ahí la virtud del sistema socialista, que tuvimos diariamente durante el célebre y mal llamado Período Especial, que, si es cierto que fueron muy importantes y marcaron nuestras vidas, para nada fueron los únicos.

Recuerdo haber crecido con apagones. Recuerdo haber hecho miles de tareas mientras estuve en primaria y secundaria con luces que no venían de los bombillos. Las familias que mejor estaban dentro del proceso o habían conservado algo del sistema socio económico anterior, exhibían los flamantes “faroles chinos” que daban una muy buena luz blanca mientras las “camisetas” estuvieran en óptimas condiciones, otras, menos dichosas, pero aún no tan mal, utilizaban aquellos quinqués de keroseno, para nosotros “lusbrillante” que habían demostrado ser muy fuertes y las familias que habían llegado a última hora después de 1959, se tenían que conformar con unos pomos de cristal de boca ancha, muchas veces con un tubo de aluminio de pasta dental vacío a los que se le metía una mecha, un cordón de zapato o algo parecido  y un poco de lusbrillante para dar luz.

Recuerdo las horas que pasábamos los más chicos mirando a nuestros padres, que mientras había Sol, se entretenían en reparar y dar mantenimiento a uno o todos los artefactos que luego serían inevitablemente utilizados en las noches. Momento importante de relación padre e hijo, donde los primeros trataban de enseñar a sus descendientes para cuando les tocara hacer lo mismo, tal como los animales enseñan a caminar, volar o cazar a sus crías.

Recuerdo perfectamente el olor a keroseno en las casas, porque las velas escaseaban, ni para los santos había. Recuerdo acercando la cara al farol para poder leer, escribir o ver algo y sobre todo el tizne negro que se regaba por todos lados, incluyendo la piel de las manos y la cara.

Mucho antes del período especial ya teníamos apagones, momentos aquellos dentro de la inocencia infantil, alegres. Al crecer en Víbora Park, lugar tranquilo por aquellos años, todos los niños de la cuadra, que éramos muchos, hembras y varones juntos, aprovechábamos para jugar en la calle hasta altas horas de la noche, autorizados por nuestros padres como una manera de condolencia por la situación que pasábamos. Entonces, aunque Fidel por aquellos años que cuento, entretenido en otras cosas, no repartía los mega watts diariamente, teníamos apagones con mucha frecuencia.

Algo super agradable de aquellos años, además de jugar en la calle de noche, eran los apagones que seguían a la compra de helados. ¿Recuerdan el carrito de helados? Pues no había nada mejor que comprar helados después de correr detrás del carrito de helados por todo el reparto, cajas de paleticas, caja de bocaditos de helados, pintas, vasitos y que de pronto se fuera la electricidad. Todos éramos citados a los portales para comernos todo el helado que pudiéramos, no había dónde guardarlo y no se sabía cuándo regresaba la “luz”. Cuántos recuerdos agradables, por lo que se confirma que no todo fue malo en nuestras vidas.

Cantábamos con apagones, ahora se canta menos; hacíamos cuentos y chistes con apagones, ahora somos más aburridos; jugábamos, tirábamos huevos y gomas de carros contra la guagua 68 con apagones, ahora se juega menos y no sé lo de las gomas de carros, pero lo de tirar huevos es imposible y comíamos mucho helado con apagones, ahora se come menos helado o ninguno. ¿De todo esto qué nos queda? Pues los apagones, lo que puede confirmar que, como estrategia revolucionaria, la falta de electricidad nos mantenía unidos.

En contraposición a la falta de electricidad está Estados Unidos. Llegué aquí en octubre del 2012 y entre las cosas que me llamaron la atención muy rápido fue el “derroche” de electricidad con que se vive, mirándolo desde mi perspectiva “revolucionaria”, lo que me dice que los americanos de ahora, ni idea tienen de una estrategia como el apagón para el desarrollo de un país.

He caminado un poquito. Es un país muy grande por su territorio y muy grande por su economía, política, etc., más allá de las críticas que se le pueda hacer como algo que para nada es, ni pretende ser perfecto y que no es ahora el objetivo de este sencillo escrito, y entre las cosas que más resaltan es, a muy simple vista, la iluminación que existe, obviamente como resultado de la electricidad que producen y poseen.

Parece que donde va un bombillo, ellos ponen 5, donde pudiéramos resolver con 60 watts, ellos ponen 600. Las calles y avenidas tan alumbradas que por momentos te obligan a verificar si tienes las luces de tu carro encendidas. Los servicentros y los vendedores de autos parecen estadios de pelotas, si no es que están más iluminados. Las tiendas, los hoteles, los hospitales, las empresas pasan todo el día encendidas, sin que alguien pretenda al menos apagar un ratico, ni quitar el aire acondicionado por lo menos a la hora de almuerzo, aunque luego, al encenderlo, consuma más electricidad. Lo importante, importante, que los americanos no conocen, es el simulacro de ahorro al menos por una hora.

Ni hablar de los anuncios lumínicos porque a veces puede parecer que no existe un pequeño espacio para poner o señalar nada más. Los días de fiestas, lo de la iluminación llega a su máximo potencial, en todos los lugares se colocan decenas o centenas de bombillos terminando por alumbrar edificios, arboles, jardines, campos, casas, etc, etc, etc, más y para apoyar, los fuegos artificiales, que logran convertir la noche más oscura en pleno día.

Pienso que, por ejemplo, si cada uno de nosotros nos quitáramos un bombillo, como somos más de 300 millones de personas aquí adentro, bien podríamos iluminar otro país, como por ejemplo a Cuba, si ella no tuviera su estrategia bien definida de cubanos por el apagón como vía de desarrollo. Ayudaríamos a los satélites que tiran fotos de noche al planeta a localizar e identificar a nuestra isla como un territorio habitado, pues al quedar casi pegada a la Unión, en realidad, triste realidad, apenas se ve, por lo que parece sólo una piedra volcánica que ha emergido del Mar Caribe, donde habita un solo tipo que tiene en la mano una fosforera encendida a la altura de la Ciudad de la Habana.

Es casi tan perfecto el tema de la electricidad en Estados Unidos, que logra incluso que los cubanos marcados por los apagones, casi olvidemos aquella “estratégica no posesión” que tan fuerte nos ha hecho. Se acostumbra uno muy rápido a tener electricidad las 24 horas del día y llega a crear la mentalidad “capitalista y derrochadora” de que electricidad siempre va a haber.  Sin embargo, no todo es perfecto ni en la Unión, no podría serlo.

El domingo pasado estábamos en nuestro apartamento muy iluminado hablando animadamente con nuestro amigo Ruso, en realidad yo estaba animadamente escuchándolo y de pronto, después de un día muy lindo, todo se nubló casi en segundos. Las alarmas de nuestros celulares comenzaron al unísono a sonar desesperadamente anunciando la llegada de un tornado.

De pronto mucho aire y muchísima lluvia y como de la nada, un apagón. Era aún de día. Muy rápido, con nuestra experiencia, definimos que habían quitado la electricidad preventivamente, pues es lo primero que se tiene que hacer, recordando aquellas magistrales clases de Fidel, para proteger el sistema. Nada más pase el evento atmosférico, la vuelven a poner. Espera.

Minutos de mucho aire y lluvia, algunos gajos viejos de árboles se caían. Por suerte el tornado no entró por nuestra calle y muy rápido pasó el mal tiempo. La electricidad no llegó. Espera.

Segunda explicación, seguro se disparó un caballito, no sé por qué, pero así es como llamamos en Cuba a las cuchillas o interruptores que tienen cada uno de los transformadores que sirven para desconectarlos si hace falta o protegerlos.

El tiempo pasó y se hizo de noche, la electricidad no regresaba. Tercera explicación, seguro que se fue un transformador. Asomos por la ventana para corroborar la magnitud del apagón. Seguro horita la ponen.

Fin del cuento. La electricidad y con ella la luz regresó a las 11:45 pm. Casi 6 horas continuas de apagón, lo que es primera vez que pasa en estos casi 7 años de vida en Estados Unidos. Nosotros, entre miradas y miradas por la ventana, nos manteníamos ecuánimes, continuábamos conversando, mis vecinos comenzaban a desesperarse, casi 6 horas de apagón en 7 años, en realidad no sería para menos, sólo que los cubanos somos más fuertes y estamos mejor preparados.

Increíbles recuerdos. Muy rápido, como natural, uno de nosotros asumió la posición de líder y organizó a la Brigada de Producción y Defensa. Martica daba órdenes, vallan por las velas, en este caso decorativas capitalistas, pero que se pueden usar como apoyo al proletariado si fuera necesario, la linterna con baterías, y comer algo por si esto demora. No sé si es natural, pero con el apagón prolongado, siempre aparece el hambre.

Cuántos recuerdos. Velas chispeantes y ahora aromáticas, linternas con baterías nuevas, chistes, algo de comida, lo que quiere decir que estamos mejor. Espera e incertidumbre, dos sentimientos que hace rato no sentía y ahora esto me demuestra que los tengo todavía.  

La luz llegó y con ella regresamos a nuestra realidad iluminada. No sé si los americanos acostumbran a ponerle nombre a los tornados, creo que no, pero éste, para iniciar, podría llamarse Apagón, al final comienza con la letra A. Mucho agradecimiento, pues por un ratico, salvando las diferencias, me pareció que estaba de nuevo en Cuba.




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