sábado, 27 de julio de 2024

570.- _"Devuélveme a mi hijo". _"Trae a mi papá". _"No quiero vivir sin mis nietos".

¿Cuánto puede haber sufrido la familia cubana después de 1959?, ¿Cuánto puede haber sufrido una persona en Cuba en estas últimas seis décadas?

Creo que por mucho que podamos imaginar, por muchos cuentos que conozcamos, por muchas experiencias vividas que tengamos, jamás llegaremos a poder establecer un número, un nivel, una medida total.

Creo que sí, todos hemos cometido un error, el mismo error por años y es vincular cualquier análisis a la política. Los a favor, los en contra, los que hablan, los que no. Los que, con mucha razón e información hacen críticas al modelo impuesto por Fidel y continuado por su hermano Raúl y ahora Díaz Canel, o los que furiosamente, casi sin pensar o con argumentos cada día más “light” o vegetarianos, lo han venido defendiendo.

Y digo error, porque el pueblo simple, el obrero, incluso el industrial, para no hablar del trabajador artesano, el campesino, la ama de casa, no suelen ser expertos en políticas, ni en ideologías, pero más, muchos de los llamados estudiados o estudiosos en determinadas profesiones, para nada tienen que dominar los aspectos de la vida política, sus logros y fracasos de un país entero. Se puede ser un buen médico o ingeniero y no conocer a profundidad la historia, los procesos, las maniobras. Al menos hoy, es un asunto que descubro en la Cuba a la que hemos llegado, donde el buen médico, por ejemplo, es un analfabeto en otras áreas, incluyendo las del simple pensar, donde, un ingeniero, por ejemplo, tal como decimos en Cuba, “si se cae al suelo, come hierba”.

Los años de la multicultura, de aquellos que sentían prestigio por conocer, de aquellos que experimentaban en otras áreas, han ido desapareciendo y hemos llegado, por ejemplo, al médico tan especializado que sólo puede leer una foto en una computadora y que sólo sabe de uno de los dedos de la mano izquierda, el resto de los dedos y el resto de las manos pertenecen a otros especialistas. Es doloroso y hasta increíble que personas puedan vanagloriarse, ya alfabetizadas, de jamás haberse leído un libro, un artículo, etc., obvio saco del saco a aquellos, millones quizás, que la vida no les ha permitido esa posibilidad. Hablo de los que, sin necesidad, se regocijan, quizás para aparecer diferentes, en la ignorancia. Ser supinamente ignorante hoy, aparece para muchos, como un gran mérito.

Recuerdo haber compartido muchas conversaciones con una ingeniera, cuando aquello soviética, Nadia, y al interrogarla sobre el comunismo soviético, me respondía: nosotros no sabíamos nada, jamás se nos consultó, las medidas eran tomadas, impulsadas por vía propaganda y por vía violencia y nosotros obedecíamos. ¿Estábamos totalmente contentos? No, pero nuestra vida era muy concreta, trabajar, tener hijos, algún día ir a un cine o a un restaurante, comprar comida, resolver enfermedades, nada más. Nadia era ingeniera, nunca había salido de su ciudad natal antes de llegar a Cuba casada con un criollo.

Creo que nos desgastamos exigiéndole a un pueblo entero determinada radicalidad política ideológica y recuerdo a mi abuela Tomasa, que, a pesar de vivir dentro del comunismo feroz, todas las noches se sentaba solita en el portal de mi casa a rezar su rosario viejito, heredado del capitalismo cubano. Vueltas y vueltas a las mismas bolas negras de madera, sólo deseando el bien para los suyos. Desear el bien y desear el bien para todos, debería haber sido la primera estrategia de cualquier proceso humano, llámese este como se llame, sin embargo, mi abuela Tomasa y su rosario no tenían cabida en la Cuba de Fidel Castro.

Nos desgastamos y entonces aspiramos a una oposición organizada, coherente, sólida, en la misma medida que esa oposición, si existe de verdad y no está minada en su interior, cada día está más dividida, tirando para lugares diferentes. Cada uno quiere “llevarse el gato al agua”.

¿Sabes qué tiempo demora armar una yunta de bueyes para arar la tierra o transportar? Nunca había reparado yo en esto mientras fui joven, sin embargo, un día conversando con un campesino, semi analfabeto, pero super profesional en su labor, que es obviamente lo más valorado para producir comidas y carnes, aprendí que lograr que dos bueyes que no se conocen y que no se tienen que caer ni medianamente bien, trabajen juntos, demora como promedio 10 años.

Lograr acciones muy simples como que dos animales caminen hacia adelante, hacia atrás, se paren, tomen agua, doblen a la izquierda y a la derecha de forma inequívoca, bajo la voz de mando de un ser humano, es toda una tarea complicadísima. “Margarito” y “Condena´o”, lo primero que no quieren es levantarse y trabajar.

¿Qué tiempo, trabajo y esfuerzo puede tomar para que un león habrá la boca y deje que un hombre le meta la cabeza adentro sin arrancársela de cuajo o que una orca, acusada de ballena asesina, juegue con una persona, sin tragársela de un bocado?, ¿Qué tiempo demora que un perro pueda asumir acciones humanas como la protección, la selección, la investigación, etc.?

Pensemos en la Cuba de la década del 50, a pesar del más que evidente fracaso del gobierno o dictadura de Batista en esa etapa, ¿Todos los cubanos, masiva y decididamente se incorporaron a la lucha en las ciudades y las sierras?, ¿Con cuántas personas hizo el Ejército Rebelde su revolución?, ¿No existieron personas que jugaron en los dos bandos, el batistiano y el revolucionario?, ¿A cuántas personas hubo que llevarles una revolución ya hecha?, ¿A cuántas personas le interesaba lo de “un Fidel que vibra en la montaña” como para paralizar sus vidas?

Poner de acuerdo a una población entera, dicen hoy, que quedan en Cuba un poco más de 8 millones, es imposible, como tal resulta con todo en la vida. Lograr una definición política e ideológica hacia un lado de una totalidad es imposible, porque para muchos de esa totalidad, ¿qué significa la política y la ideología? Para esa gran totalidad, no importa si en el feudalismo, capitalismo, comunismo en su etapa de germinación como frijoles en algodón húmedo, lo importante es trabajar, comer, criar hijos y a lo mejor un día tomarse una cerveza o ir a un cine. La familia cubana, la gran familia antes del 1959, no estaba metida en la política doméstica, por contrario, la rechazaba.

Hoy pensando en Cuba, me es inevitable acercarme a lo que está pasando en Venezuela, pueblo cercano. El esquema es el mismo, un gobierno bruto, abusivo, represor, incapaz, demeritado nacional e internacionalmente, que pretende eternizarse en el poder a cualquier precio. Un gobierno que, como pasa en la isla caribeña, se ha robado, a la cara, a un país entero. Un gobierno venezolano que de seguro está compitiendo con su homólogo cubano, para ver cuál de los dos tiene el presidente más bruto e incapaz y es mejor en destruirlo todo.

Y lo que más me ha llamado la atención, de tantas cosas que me llaman la atención es que el pueblo venezolano, la mujer, la abuela, el jubilado, los jóvenes y muchos niños, no están enunciando teorías de la liberación, ideas ideológicas, etc., esas personas están dando gritos relacionados con un sentimiento puramente afectivo.

No se puede ocultar, o sea, Maduro no puede ocultar que casi 8 millones de venezolanos se han marchado. Unos con dinero en avión, otros, muchísimos, caminando desde su Venezuela hasta la frontera sur de los Estados Unidos.

María Corina, la real opositora, acompañada de Edmundo González, la persona que finalmente pudo o dejaron inscribirse como candidato, en su más que difícil actuar en todas las partes de Venezuela, incluso en las más lejanas e intrincadas, para lo cual tienen que sortear millones de acciones que van desde atentados, detenciones, prohibiciones, etc., lo que están recibiendo de demanda es: una abuela dice: devuélveme a mis nietos, una señora declara: trae a mis hijos, un niño aun dulcemente dice: no quiero vivir sin mi papá, dile que venga, un joven dice: mi hermano se fue, no sé nada de él, quiero volverlo a ver aquí. Todo esto con un pueblo hoy tirado a las calles, que llora de verdad, de sufrimiento, de angustias.

El pueblo venezolano sufre la separación, la prisión, la desaparición y la muerte de uno de los suyos. Parte el pecho, como diría mi hermano Ruso, ver a una anciana llorando pidiendo que no quiere morir sin ver a sus nueve nietos o a un hombre anegado en llanto, enfermo, diciendo que tiene siete hijos fuera, hoy emigrados ilegales en Estados Unidos. Es muy doloroso ver a un niño, inocente aun para la política, pidiéndole a la candidata que le devuelva a su papá, o sea, que se lo haga regresar. Parte el pecho hoy ver a madres que no saben si sus hijos están vivos o muertos, porque los vieron salir un día y no han vuelto a saber de ellos. Y todo eso es lo que está en las calles de Venezuela y debería estar en las calles cubanas.

Pero para mucho, en mi trabajo choco todos los días con personas que recién han entrado por la frontera, no tienen papeles legales y no saben cuándo lo podrán obtener, están trabajando por la izquierda, mal pagados, sin muchos derechos, no hablan inglés por lo que no entienden y no pueden comunicarse fuera de su grupo, por lo que puedo asegurar que están pasando más trabajo que un forro de catre, al final, la necesidad los obliga, pero no quieren estar aquí. Aman a su Venezuela, incluso cuando la vida no les sea muy cómoda. Todos dicen que han salido huyendo, unos de la represión y la violencia, otros de la miseria. Todos de la represión, la violencia y la miseria. Parte el pecho y lo sé porque salí de Cuba en el 2007, me he adaptado bien, vivo en el país exacto a vivir, no he tenido grandes problemas y aún extraño sentarme en mi sillón en el portal de mi casa.

Y entonces pienso en Cuba y en ese sufrimiento en secreto que durante SEIS décadas hemos experimentado, porque como pueblo nos parecemos a los venezolanos. Tenemos que haberlo experimentado, aunque no fuimos capaces de demostrarlo públicamente, menos reunirnos para exigir que todo cambie.

Los reclamos no son políticos, ni ideológicos. La gente quiere comer, la gente quiere vestirse, la gente quiere pasear, trabajar y que el resultado no sólo se vea, sino que se sienta, la gente quiere enamorarse, hacer familias y pensar que todo estará bien con ellos. El pueblo simple, cuyas aspiraciones no son un Ferrari, ni un super yate, menos ir a pasear por el Cosmo o ver de cerca al Titanic, quiere vivir en paz, sin miedo, quiere poder moverse y aspirar a un bienestar. Nadie está pidiendo al gobierno que los mantengan eternamente sin ellos hacer nada, la gente quiere un trabajo digno que traiga una vida digna.

¿Cómo se puede calcular lo que ha sufrido el cubano?

Madres con hijos presos, hijos con padres presos, hermanos con hermanos presos, esposas con esposos presos. Décadas de una emigración silenciosa o con bulla, familias que acumulan miles de muertos en el mar y ahora en el camino por tierra hacia Estados Unidos, años y años sin poder ver a los seres queridos, sin poder reunirse, personas que no pueden entrar a Cuba, otros que no puede salir, ambos grupos por decisiones unilaterales del gobierno, enfermos que no se han podido cuidar, muertos a ambos lados de las fronteras que no han podido ser acompañados al cementerio, familias enteras durante años, también a ambos lados del Estrecho de La Florida, dedicadas a “luchar” para poder sobrevivir, difícil sobre todo en Cuba, donde todos sabemos que luchar es igual a robar, delinquir, corromper, resolver, hacerse el loco, mentir. Jóvenes, cada día más jóvenes, de ambos sexos, prostituidos y no precisamente con Brad Pitt. Jóvenes, sobre todo jóvenes, que se levantan a robar, atracar, e incluso matar, los más tranquilos a inventar y sobrevivir el día. Niños, jóvenes, adultos, viejos, blancos y negros, hombres y mujeres sin ilusión, ni esperanza en el “futuro mejor”, cercano y alcanzable.

¿Cómo entender que, en el pasado en Argentina, con muchísimos riesgos, las madres y las abuelas salieran a buscar a sus hijos y nietos emplazando al gobierno y que hoy las madres y las abuelas en Venezuela con los mismos riesgos, apoyando el cambio, estén tiradas masivamente en las calles, defendiendo, exigiendo por sus hijos y nietos y esto no ocurra en Cuba hoy? Está bien, Argentina y Venezuela no son Cuba, lo puedo entender.

Pero, ¿Cómo entender que las madres y mujeres cubanas, por citar sólo un ejemplo que en realidad ocurrió muchas veces, salieran a las calles a protestar y exigir por sus hijos, novios, esposos frente a una de la dictadura más sangrientas de nuestra historia y en la Cuba de hoy no?, ¿Se quería antes más a los esposos, padres e hijos?

¿Dónde han estado nuestras madres, abuelas, no para reclamar una ideología, sino para defender, tal como dicen hacen las hembras en la especie animal, a sus crías?, ¿Dónde han estado nuestros padres, jefes de la manada, para morir primero?, ¿Cómo es posible que jóvenes y niños murieran asesinados por el gobierno dentro de una embarcación y que no haya madres en las calles?, ¿Cómo es posible que hayan personas que no dejan bajar de los aviones, incluso para ver a sus muertos y que no hayan madres en las calles?, ¿Cómo es que dos médicos llevaran cinco años prisioneros  de locos y asesinos, que el gobierno no los haya buscado después de haberlos enviado, que luego murieran bajo un ataque con bombas y que no existan madres en las calles?, ¿Cómo es posible que existan jóvenes que se enrolaron bajo promesas falsas en la guerra de Rusia contra Ucrania, a conocimientos del gobierno y estén allí muriendo y no haya madres en las calles?, ¿Cómo es que una madre cubana no tenga comida para alimentar a sus hijos o medicinas para curarlos de enfermedades que incluso ponen sus vidas en riesgos y no hayan madres en las calles?

Evidentemente hemos demostrado la capacidad de sufrir en silencio, porque hemos sufrido, aunque riamos, hemos demostrado que nuestros límites para explotar son muy altos. Hemos demostrado nuestra enorme capacidad para no vernos, nos hemos conformado con que otros definan nuestros destinos en nombre de un poder supremo que no se ve. Nos hemos desgastado en sacar a los nuestros de la isla, en vez de meternos de cabeza en ella.  

¿Qué nos ha faltado? La integridad y solidez política e ideológica, quizás, pero más me parece que nos ha faltado esa madre, esa abuela, que nos defienda, nos reclame, que luche por el derecho que sus hijos y nietos tiene a vivir en el lugar donde nacieron del cual no tuvieran que haber huido o escapado sólo para soñar con vivir mejor.

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