lunes, 26 de agosto de 2024

583.- ¿Cilita, por favor, de qué actas me habla este?

Pensando en Juan Carlos y Normita. 
Como sé que ellos me quieren mucho,
 cualquier cosa que diga, me será perdonada.

No quisiera provocar un conflicto internacional con mis declaraciones, menos parecer extremista y desde aquí pido disculpas a mis amigos, el mexicano Juan Carlos y mi hermana casi mexicana, su esposa, Normita, que viven en el “hermano” país azteca, lo aman y defienden; pero, que descarado es el actual presidente de México, López Obrador.

Qué tipo más resbaloso, que tipo más hábil para escaparse y no responder o, al mejor estilo de Fidel Castro, responder todo lo que le da la gana, menos lo que se le pregunta. Qué manera de darle y darle vueltas a la noria o dar vueltas en la noria, tal como debería ser, mejor dicho.

López Obrador indiscutiblemente es el mejor alumno que ha tenido México del llamado cantinfleo, haciendo alusión a aquel estilo creado y recreado magistralmente muchas veces por Mario Moreno, el gran Cantinflas, cuya definición, que ha llegada a ser reconocida por la Real Academia, es “hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada sustancial”.

López Obrador a diferencias de su actor coterráneo, es lento, muy lento, tanto que llega a parecer que está hablando en cámara lenta. A veces pienso que las palabras viajan por su torrente sanguíneo desde su cerebro hasta la punta de los dedos de los pies y luego, venciendo a la gravedad, llegan con mucho esfuerzo a su boca. De estarlo escuchando, por ejemplo, a través del radio, es probable que se llegue a pensar que, entre una palabra o frase y otra, el señor ha fallecido. Cuando lo ves por la televisión, llega a ser desesperante, se queda en silencio, mira al público, mira a los técnicos o a la pantalla de las diapositivas, tiempo en que puedes ir al baño, colarte un café, y luego engancha con su explicación.

Al escucharlo no puedo pensar en qué pasaría si López Obrador decidiera repetir uno de los discursos en que Fidel Castro se consumía 8 horas delante de las cámaras. Sería horrible, el presidente de México, con sus arranques y pausas, estaría hablando 21 horas.

Esto es serio, mi suegra, mujer cubana de su tiempo, digamos que “amaba” a Fidel, se sentaba interesada en escucharlo, hasta que el amigo se metía en el tiempo de la novela, entonces ella empezaba a decir: vamos mi hijito, eso ya lo dijiste, chico eso ya lo sabemos, déjalo para mañana papi, etc., lo que dice que el tema político – ideológico hasta para mi suegra tiene sus límites. Si le hubiera tocado López Obrador como presidente, de seguro lo hubiera dejado plantado y al día siguiente preguntaría, qué dijo de nuevo. JAJAJA.

Todo el mundo conoce los lazos afectivos de por lo menos amistad que tiene López Obrador con Nicolás Maduro, lazos respaldados por cierto acercamiento ideológico y el uso de la palabra pueblo como aderezo que sirve lo mismo para una ensalada de papa, de vegetales verdes o de mariscos.

Amistad, compromiso o conveniencia que parte de la estrategia de que “no hay mejor ciego que el que no quiere ver”. Para el caso de Maduro, no solamente hay que ser ciego, sino anormal para desconocer el fraude con que Maduro se ha mantenido todo este tiempo en el poder, más la represión, la burla, el tráfico de drogas, sino de él mismo como camello, si de parte de su gobierno, incluidos altos militares. Hay que ser ciego y anormal para no reconocer el desgaste de Venezuela.

Pero además de ciego y anormal, hay que ser desconocedor de la más mínima matemática para no poder desde el balcón del palacio presidencial, contar los millones de venezolanos que han desfilado por todo el territorio mexicano y se han asentado en la frontera de ese país, para llegar a los Estados Unidos, huyéndole el hambre, quizás, al hambre creada por Maduro.

Hay que ser entonces ciego, anormal, desconocedor de las matemáticas y descarado para no tener un pronunciamiento serio, concluyente, demoledor y acusador contra el gobierno de Maduro al cual una gran parte de los países del mundo, muchos, todavía con tendencias izquierdosas, reconocen como narco dictadura.

Así López Obrador llegó a las elecciones de Venezuela del 2024, pienso que, pidiéndole a la Virgen de Guadalupe, representación mexicana de la Virgen María y a Huitzilopochtli, asociado al rey Sol por los mexicas, para que ayudara a su amigo venezolano a obtener los votos, o al menos a crear un mecanismo aparentemente limpio para que pudiera robárselos sin llamar la atención.

No sabía López Obrador que Maduro es tan bruto, que ni la Guadalupe, ni Huitzilopochtli, ni la Virgen Nuestra Señora Santa María de Coromoto, patrona de Venezuela, ni el mismísimo Dios, padre creador de todo, si es que existió o existe, podían salvarlo.

No obstante, el robo de Maduro, ya no de las elecciones, sino de un país, al cual arrastra y compromete a todas las instituciones del gobierno, López Obrador, aparece formando un grupo con otros dos presidentes, Brasil y Colombia, que, sin echarle a Maduro contundentemente desde la primera, comienzan a hacerse los mediadores para dar fe a lo que pasó. Los tres fueron incapaces de sumarse al llamado internacional y aparecen con la variante mediadora de esperar al conteo de las actas para seguir confiando en una salida democrática. Maduro diciendo casi que no iba a contar nada, porque nada tiene, que ya era nuevamente presidente de Venezuela, sin importarle opinión de nadie, ni de los de adentros, ni de los de afuera. Reprimiendo y metiendo preso a su deseo, incluso a menores de edad, llamando fascista, terroristas a la mitad del mundo y estos tres presidentes seguían pidiendo tiempo para …, imagino que Maduro, con taladro y pintura pudiera fabricar la ficha del Dominó con la cual pegarse.

Al fracasar la negociación, porque Maduro no tiene lo que ellos están pidiendo que cuente y muestre y peor, se creo un circo donde el Tribunal Supremo de Justicia, al cual él dirige por atrás, pisando groseramente la constitución, ha fallado a favor de Maduro diciendo que contó y que todo había cuadrado, sin mostrar el conteo, ni el cuadre, ahora López Orador, se baja del autobús negociador y declara que México cumpliendo con su constitución y tradición, no tiene por qué intervenir, que no tiene ni tan siquiera por qué opinar, que eso es un problema de los venezolanos y que cuando resuelvan el asunto le avisen e inmediatamente comienza a ser el cuento de que cuando los españoles llegaron mataron a los indígenas, que el mejor tequila se fabrica en México, que cuando Perú estuvo envuelto en tal más cual asunto, que cuando a Evo se le expulso, o mejor, Evo se escapó de Bolivia para salvar su pellejo, que el tren que él mandó a construir que va al sur, etc., etc.., etc., cualquier cosa menos sobre Venezuela. López Obrador es un palo encebado por donde los periodistas con sus preguntas tratan de subir, sin poder avanzar ni un metro.

López Obrador, bajado del autobús, solo en una parada donde no hay ni asiento, a casi un mes de las elecciones, aún está esperando que Maduro cuente las actas de votación. ¿Se habrá visto mayor descaro?, ¿A qué actas se está refiriendo López Obrador que ni el mismo Maduro sabe dónde las puede conseguir? En cualquier momento Maduro le manda a decir, López, López, por favor, mándame las actas.

Las vueltas y el cantinfleo del presidente mexicano tienen el objetivo de seguirse pasando con ficha con relación al tema Venezuela. Se niega a reconocer a su amigo como ladrón y entonces es cuestionable en su honestidad.

Puede resultar increíble, un más que anunciado demócrata, que llegó por elecciones a la presidencia, que ahora tiene colocada a su sucesora, también por elecciones, que dice estar en contra de la represión, de la violencia, de la corrupción, imagino que, del hambre y la miseria, ahora frente a la negación de todo eso, no tenga los pantalones para sancionar. López Obrador que se auto nombra negado a la ingerencia extranjera, no tiene pantalones para hablar de la presencia cubana desde hace años de militares asesores al más alto nivel y ahora recién las elecciones, de soldados cubanos camuflajeados que están probadamente reprimiendo al pueblo venezolano. Parece que la única ingerencia que aprendió en la escuela fue la del gobierno norteamericano.

Nadie le está pidiendo que se vista de camuflaje y vaya personalmente a buscar a Maduro, sólo que sea capaz de decir: Bueno, este es mi amigo, me gusta como canta, admiro con lo bruto que es, el esfuerzo que ha hecho en el escenario político, pero, ahora, la cagó y no me gustaría pasar a la historia embarrado de mierda. Así de sencillo.

Debo suponer que López Obrador no tiene televisón y por eso no puede ver las imagenes de militares y policias en las calles, de granadas lacrimógenas, de arrestos sin órdenes, que parecen más secuestros, de casas marcadas con una X, tal como se les hizo a los judios, de asalto  y robos a casas y oficinas, de un pueblo tirado en las calles defendiendose con piedras. Pobre López Obrador, no es que sea malo, es que no tiene televisión.

López Obrador sigue diciendo con su ritmo tradicional: Mueeeeeetra las accccccctas, [silencio], muuuuuuuuestraaaaaa las benditas accccccccctas Ma du ro, [silencio prolongadoque quiero [silencio más prolongado] opinar y Maduro mira a sus más cercanos seguidores, incluyendo a su esposa, sobre la cual no logro definir si es humana o sólo una muñeca de goma sin baterías eléctricas para llevar de la mano y con cara de carnero degollado, pregunta:

¿Cilita, dónde estás Cilita, estás feliz, por favor, tu puedes decirme de qué actas me habla este?

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